565 · Descubren la tumba de un antiguo líder de la Península Ibérica, con más de 4500 años de antigüedad. Todos dan por hecho que se trata de un varón, pero no, investigaciones posteriores demuestran que era una mujer, una lideresa del mundo antiguo. Corre entonces por las Redes la noticia, engalanada de optimismo feminista, pues el hallazgo parace demostrar que el patriarcado no ha sido siempre la norma, que existen casos contrarios al mismo. La noticia (en el medio que yo he consultado) habla de los "matriarcados" y habla de los "roles de género"... ¿De veras el caso de una lideresa representa el caso de una sociedad matriarcal y en la que los roles de género no dan lugar al machismo imperante en otras sociedades? Por supuesto que no. Tampoco los casos de Cleopatra, de Isabel la Católica o de la Reina Victoria sugieren que la sociedad egipcia, el Reino de Castilla o el Imperio Británico fueran ejemplos de sociedades matriarcales y libres del machismo. No. La lectura "feminista" que se hace de estos casos es ingenua. Estos casos solo ayudan a entender que la base del machismo no está ligada a la cuestión del liderazgo social... Todos los líderes sociales podrían ser mujeres y, aún así, la sociedad en su conjunto podría seguir siendo patriarcal y machista. Porque la figura de "el/la líder" es demasiado singular, y por ello no refleja los rasgos del resto de relaciones sociales. El líder/lideresa es solo uno/una. La figura de una mujer líder no habla de los "roles de género" en términos generales, sino solo de esa posición de líder. En el resto de la sociedad pueden perfectamente seguir operando los roles de género que reconocemos como parte del machismo social. Y, viendo lo visto, esto es lo más probable.
566 · Reflexiono sobre el uso de "todes" y otras palabras semejantes. La tendencia responde a los -digamos- sesgos de género y sesgos marchistas ocultos en el lenguaje. El hecho de que, en castellano, el término masculino "todos" se use también como neutro o genérico, para referirnos a todos y todas, es algo que algunos feminismos ven con malos ojos, pues ello parece establecer una preponderancia o supremacía masculina. Se piensa, por ello, incidir consciente y voluntariamente sobre los usos del lenguaje, para corregir tal arbitrariedad. Se ha sugerido así que también es correcto decir "todas" cuando el conjunto referido incluye hombres y mujeres. Poco después, empieza a sugerirse el uso del "todes" como término de género neutro o indefinido, no solo para evitar la preponderancia de uno de los géneros, sino para indicar la irrelevancia del género o, más aún, para reivindicar la libertad de cada cual de identificarse con el género que le plazca. Así, un matrimonio de hombres homosexuales que han adoptado a un hijo (nacido varón), se refieren a sí mismos como "todes", porque no quieren prefijar el género del mencionado hijo (al que, por supuesto, denominan "hije"). Quedan así mezcladas -o confundidas- dos cosas y dos luchas distintas: las luchas feministas que se debaten entre los roles de género masculino/femenino, y las luchas del colectivo LGTBI+XYZ (añado yo el XYZ adelantándome a futuras denominaciones). Tal confusión de luchas tiene, por un lado, sentido, pero por otro lado no lo tiene. O sea, tiene una razón de ser, pero tal razón yo la creo equivocada (y por eso digo que se trata de una "confusión"). Pero volvamos al uso del "todes" o, en general, a esa tendencia de incidir en los usos del lenguaje como parte de la lucha feminista u otras luchas vinculadas a la identidad de género. La cuestión es: una sociedad cuyo lenguaje no incurre en las designaciones de género en las que incurre el castellano (p.ej. usar el masculino como neutro), ¿se traduce en una sociedad menos machistas y más inclusiva respecto a la identidad de género? O cabría preguntarlo de la siguiente manera: ¿es la sociedad angloparlante menos machista y más inclusiva que la nuestra? A mi modo de ver, la respuesta es rotundamente NO.
Por supuesto, y por descontado, cada cual puede hablar como quiera. La cuestión aquí es qué se logra o no con ello, si sirve de algo o si, incluso, puede llegar a ser contraproducente. Pensar que decir "todes" nos acerca a un mundo más feminista e inclusivo es una ingenuidad total. Todos podríamos acogernos a ese uso y, mientras tanto, seguir comportándonos exactamente igual respecto a las cuestiones de género (tal y como, de hecho, ocurre en las sociedades de habla inglesa).
La confusión de quienes iniciaron esta tendencia se debe a que pensaron recíproca o simétrica la relación entre los usos del lenguaje y los usos y costumbres que establecen las relaciones sociales. Existe ahí una relación evidente: en el lenguaje cristalizan los usos y costumbres que establecen las relaciones sociales. Si cambiamos estos últimos (que en verdad son los primeros) cambiará también el lenguaje; pero no al revés. No podemos atacar al machismo estructural de una sociedad atacando al lenguaje. No. Hay que atacar directamente a las costumbres, y el lenguaje, por sí solo, se irá entonces adaptando a la nueva realidad social.
567 · El otro día supe de unas jornadas de discusión cuyo título rezaba "¿Hay que defender la democracia?". Me hubiera gustado asistir para escuchar lo que se dijo al respecto. Con independencia de las posibles respuestas, me sorprende y me alegra que, al menos, se plantee la pregunta. No me extrañaría mucho que los asistentes defendieran unánimemente la democracia; seguro que se hicieron críticas a los modelos reales hoy existentes, con cosas que cambiar o pulir... pero me extrañaría bastante que alguien allí defendiera abiertamente que no hay que defender la democracia, pues ello es hoy un verdadero anatema. Se da por supuesto que hay que defender la democracia. Y por eso la sola pregunta produce ya cierta desavenencia, porque cuestiona lo que para muchos es incuestionable. "La democracia es buena porque cualquier alternativa supone dictadura o totalitarismo, etc." Pero yo pienso que la cuestión es más compleja que eso.
Yo, por ejemplo, preguntaría quién gobierna realmente en una social-democrática como las que conocemos en Occidente. ¿Gobierna realmente el presidente y los ministros, en representación de ciertas mayorías sociales? Eso es lo que se supone. Bien conocida es, ante esta idea, la réplica sobre las minorías (dictadura de la mayorías). También, sobre el asunto de las mayorías, está la cuestión de hasta qué punto los ciudadanos que la conforman están realmente bien informados, votando por sus verdaderos intereses, o si han sido manipulados por los poderes mediáticos. ¿Quién tiene más poder en una democracia: los ciudadanos o los medios de (des)información de los ciudadanos? Y otra cosa más, también clásica: ¿No están los Gobiernos, los medios y los ciudadanos siempre subyugados a un poder económico superior? Cuando el asunto de la democracia se plantea desde una mentalidad "de izquierdas", se piensa en ello como herramienta de cambio social: "el voto es un arma", se dice. La democracia (la socialdemocracia) ha renunciado así a la lucha en un sentido real, conformándose con ese sentido figurado. Pienso que esto sería correcto si no hubiera poderes económicos por encima del poder político. Pero, existiendo esos poderes superiores... ¿Cómo derrocarlos políticamente? No. No se puede. La revolución que haría falta para cambiar realmente las cosas no se dará nunca en las urnas. El pacifismo es, obviamente, una ideología que solo beneficia a los poderosos.
En todo caso, quede claro también que, por mi parte, no digo nada de esto pensando en que una revolución social violenta fuera a solucionar las cosas. Podría cambiar las cosas, pero lo que viniera después no creo que tardara en torcerse. Y esto no es pesimismo. Simplemente creo que no es posible organizar una sociedad de millones de personas sin que medien miles de aparatos tortuosos de control y de dominación. Yo no creo en la gran sociedad. Me parece injusta e hipócrita. No me hace ilusión participar de ella, así que mi opción es la de buscar espacios vivibles en los márgenes e intersticios de la sociedad. Puestos a ello, pienso que es mejor que la cosa se mantenga así, democrática y pacífica. No creo que la democracia, tal y como la conocemos, sea realmente democrática, pero sí proporciona un contexto en el que es más fácil y más seguro establecer modelos marginales de autogestión. Es decir, en resumen: yo sí creo que hay que defender la democracia, pero no porque esta proporcione un lugar justo y socialmente saludable, sino porque hace que, en general, la sociedad sea pacífica y dócil, y ello nos permite vivir sin mayores riesgos al margen del gran tinglado democrático, sin necesidad de exiliarnos. Es como vivir en una selva a la que hubiéramos privado de fieras y alimañas venenosas.
568 · [Extracto de una convención en Facebook]. Decir que solo hay una alternativa al Estado de derecho... Yo creo que no es cierto. Dices que quien no cree en el estado de derecho cree en otra cosa, que sugieres que es el fascismo, pero eso no es cierto. Por supuesto que hay alternativas a esos dos posicionamientos, y no es tampoco el retiro a una vida asceta y espiritual (que también suele mencionarse como una posible aunque lejana, muy minoritaria y casi ilusoria alternativa). Mi opción, al menos, no es ninguna de esas tres. Yo no creo en el Estado de derecho. No creo en una Gran Sociedad compuesta por millones de personas tan variopintas que llegan hasta el odio mutuo. Expresiones comunes del tipo "esos cerdos fascistas de derechas" deja esto bien claro: esa expresión se refiere a miles o millones de tus propios vecinos, ¿con los que pretendes formar esa comunidad llamada Estado de derecho? Formar una comunidad entre millones de personas que de odian sólo es posible mediante el Estado de derecho, sí, pero ello es así porque este incluye necesariamente una cantidad ingente de aparatos burocráticos y de control que a mí, en lo personal y en lo político, me resultan abominables. ¿Hay que defender la democracia y el Estado de derecho? ¿Hay siquiera que participar de él? Sí y no. Empiezo con el No: Yo no participo ni del Estado de derecho ni de la democracia. Tampoco confío en una gran revolución social que ponga todo patas arriba, pues ello, como tantas veces en la historia, sólo hará cambiar de manos los poderes, dejándoles a otros el turno de su dominación sobre los demás (ya decía Adorno que la historia es solo el tránsito de un género a otro de barbarie). Yo confío en mi gente, en mis amigos, a quienes admiro, respeto y quiero, y no confío en nada más. Confío en nuestra posibilidad de crear redes de colaboración (temporales , inestables, cambiantes, flexibles, autónomas... y reales) que se desenvuelven dentro del contexto estatal, como quien dice, en el contexto de la selva. Podemos tomar el Estado de derecho solo como un contexto en el que crear comunidades familiares paralelas, no ligadas por las frías fuerzas de la burocracia, sino por el afecto. Lo hacemos esto, en verdad, constantemente. No tengo por qué organizarme con esos "cerdos fascistas", ni tampoco con una masa hipócrita, cobarde, ignorante y mezquina. Para mí, todos ellos y ellas están aquí como parte del contexto, igual que en la selva está la pantera, la añara, la ortiga o el cenagal. Pregunto de nuevo: ¿Tiene sentido defender el Estado de derecho? Ahora voy con el sí: el Estado de derecho es un contexto bastante propicio para el desarrollo de estas comunidades paralelas, simplemente porque en él la ciudadanía en general (el contexto general) tiende a ser pacífico. En el contexto de una rígida dictadura militar seguro que es más peligroso el organizarse al margen y el sacar provecho del entorno (el aparato burocratico y la propia ciudadanía es en esas dictaduras mucho más violento y hostil). Pero este tipo de defensa que propongo del Estado de derecho es, como se comprenderá, muy particular. No lo defiendo "per se", no por creer en ello como forma social, sino solo como forma de contexto donde dar vida a formas sociales alternativas. Lo defiendo como quien defiende un cierto clima. Si a la selva le sumas un calor asfixiante y rayos y centellas, pues vivir se vuelve más difícil que si mantiene un clima templado y apacible. Pues claro. Pero se entenderá que esto no es creer en el Estado de derecho, ni creer ni participar de la democracia. No. Es otra cosa distinta.
569 • Lo último que yo haría es pedirle cuentas al clima. Cualquier cosa que pase en la gran sociedad, cualquier despropósito del Estado, cualquier sobrada de los poderes fácticos de los que lleguemos a tener noticia, es muy poco respecto a la realidad que se cuece en los despachos. La realidad supera, estoy seguro, y con mucho, toda la ficción a la que tenemos acceso mediante los medios de comunicación. Por esa razón yo jamás pienso en términos de "esto es una vergüenza", "habría que tal o cual", "lo adecuado sería"... Es tan obvio que la vida nos serían más fácil si las cosas de palacio fueran de otro modo, y es tan obvio que a quienes tienen la capacidad de cambiarlo no les interesa hacerlo, y que a quienes les afecta, la empobrecida ciudadanía general, la masa ignorante y cobarde, está tan lejos de hacerse valer... que no merece la pena perder un segundo en denunciar ni reclamar nada. Es como clamar al cielo para que llueva, o para que deje de tronar. La cosa es saber dónde estamos, conocer lo mejor posible este contexto en el que vivimos (esta particular selvas de burócratas), y buscar la mejor posición, buscar los márgenes y los rincones que no están vigilados, buscar espacios de autonomía y libertad (como cada escenario de improvisación libre, que simboliza y representa como nada esto de lo que hablo)... Si lo pensamos en términos de improvisación libre musical, ¿tiene sentido denunciar y despotricar contra las academias de la música y los sistemas de educación musical, conservatorios, etc? ¿Tiene sentido indignarse por la existencia del reguetón y otras músicas semejantes? ¿Acaso nos impiden a los libre improvisadores hacer lo que nos apetece de forma autónoma, en redes de colaboración flexibles y reales? No. Pues eso mismo es lo que me planteo ante la política y la sociedad en general. Quienes quieran formar parte de ese circo, perfecto. Quien quiera escuchar reguetón, perfecto también. Nada contra nadie. Pero no es mi camino.