213 · Alguien te dice: “No te enfades conmigo”, dando a entender entonces que hay algún motivo para enfadarse. Entonces uno contesta: “¿Enfadarme? ¡Yo no soy quien! Cada cual ya sabe. Bastante tengo con enfadarme conmigo mismo de vez en cuando...”; ciertamente, así el motivo para enfadarse puede seguir ahí, pero da a entender que el responsable del motivo ha de hacerse también responsable de su enfado, sin cargar a los demás con él.
No enfadarse con alguien que se lo merece, sin dejar de apuntar que existe un motivo, puede ser un modo de que el enfado recaiga sobre él mismo; y el enfado con uno mismo es una losa pesada que nos ayuda a aprender.
214 · Es curioso que cuando alguien te dice “No te enfades”, uno se ve situado ante una decisión. Y, sin embargo, tengo la impresión de que en situaciones así tiran más los impulsos que los razonamientos templados.
215 · Alguna vez escuché: “Si te enfadas con alguien, hazlo para siempre; sino después tendrás que hacer el esfuerzo de desenfadarte”.
Pero alguien puede decir que se enfada aposta, para dar una lección al otro y que no actúe de nuevo así... Nunca he llegado a comprender esta visión utilitarista del enfado.
216 · Realmente, sólo vería lícito enfadarse con uno mismo, y con eso sería más que suficiente. No somos nadie para juzgar a los otros, pero sí para juzgarnos a nosotros mismos.
217 · Si alguien se enfada conmigo pero yo no estoy enfadado conmigo mismo, entonces resulta que yo no entiendo su enfado, pues pienso que no hay motivo (de haberlo, yo mismo me enfadaría conmigo).
Pero si alguien se enfada conmigo y yo también estoy enfadado conmigo mismo, entonces tampoco comprendo su enfado, pues pienso que bastante castigo tengo con enfadarme yo conmigo mismo.
218 · Un ejemplo ilustrativo: —¡Llegastarde! ¡Y no has hecho tu parte! ¡Vamos a suspender por tu culpa!
—¡Vaya! Lo siento de veras. Quise hacer mi parte y he querido llegar pronto, pero me han pasado tales y tales cosas y al final no he podido...
—¡Excusas! ¡No sirven para nada! ¿Pretendes que no me enfade? ¡Pues claro que me enfado contigo! ¡Y con toda la razón del mundo!
—¿Pero por qué conmigo? ¡Yo no lo he hecho para fastidiarte! ¡Simplemente me pasó tal y ya no pude arreglarlo!
—¡Claro! ¡Si en el fondo eso me pasa por confiar en ti! ¡Al final la culpa es mía!
—¡Eso es! ¡Es contigo mismo con quien te tienes que enfadar! Aprende de esto: no vuelvas a confiar en mí, y ten más cuidado de en quién confías. Pero no es preciso que te enfades conmigo...
Conclusión: a todo se le puede dar la vuelta.
219 · Enfadarse con el otro es una muestra clara de que no le comprendemos. Pues si comprendiéramos los motivos que le han llevado a actuar así, si conociéramos todas sus limitaciones, sus complejos, sus debilidades y anhelos más profundos, entonces quizá no nos enfadaríamos: Antes de enfadarnos, optaríamos por seguir diferentes caminos.
Mi impresión es que uno se enfada con otro porque no consigue concordar las acciones de esa persona con el proyecto de vida propio. Y el enfado es, por un lado, la expresión natural de este desacuerdo y, al tiempo, la acción que ponemos en marcha para “educar” al otro y hacerlo concordar con nuestros fines.
220 · El enfado es, pues, muestra de que dos personas poseen diferentes formas de estar en el mundo, a pesar de estar vinculadas por alguna relación, y quien se enfada muestra también su deseo de que esa relación perdure, tratando de “educar” al otro para hacerlo encajar. Pero yo no sé hasta qué punto se puede “educar” a las personas, incluso no sé hasta qué punto se debe intentar tal cosa; pues tengo la impresión de que este “educar” ejerce violencia sobre los otros, forzándoles a seguir nuestro propio camino, y sin embargo no tenemos criterio para pensar que nuestro camino sea mejor.
221 · Hablas, pero no sé si piensas. Pienso, pero no sé si hablo…
—Quizá bastaría con oír.
222 · Mi idea es que las cosas NO SON DE NINGÚNA MANERA, es decir, que cualquier intento de decir cómo son las cosas dejará de lado otras posibilidades compatibles con nuestras experiencias, igualmente razonables... Estoy desengañado de la filosofía en ese sentido: no creo que la razón sea una herramienta lo suficientemente poderosa como para responder a las cuestión que yo considero crucial: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿tiene o no tiene sentido?... Ante la falta de expectativas teóricas al respecto, o sea, ante la idea de que no es posible elaborar una teoría verdadera acerca de nada de esto, tiendo a pensar que hay que recurrir a otra cosa para establecer una "solución": la voluntad. Creo que es ésta la que debe tomar partido, para dar luz donde la razón o la teoría no pueden entrar.
Esto, creo, es tanto como decir que al final mi visión del mundo está sostenida en una fe; y trato de creer que mi voluntad puede construir una fe apropiada para mi felicidad, justamente, como digo, un modo optimista de ver el mundo... Y, por cierto, me da igual si esa voluntad existe o no, y me da igual si tiene o no el poder de elegir o construir su propia fe: me da igual que sea así, eso no creo que lo vaya nunca a saber; me basta con creer que es así; esa es justamente mi fe...
223 · No sé si me explico, pero tampoco importa demasiado.
No tengo ningún ansia por convencer a nadie sobre mi modo de ver las cosas. En todo caso, sólo pretendo poder explicarme ante las personas que me son queridas, para que de algún modo puedan entenderme. Pero cada cual que piense lo que quiera y que viva como quiera... No he de ser tan hipócrita como para pensar que mi manera de ver las cosas sea "la correcta". No sé si hay una forma correcta de ver las cosas, pero tampoco me importa eso. Mi relación con la filosofía no es, pues, la de encontrar la solución a los enigmas y comunicársela a la humanidad... Yo sólo pretendo dejar un testimonio; esto me ayuda, además, a tomar confianza en mí mismo: no he de sentir vergüenza por los "errores" que pueda cometer en vida, pues nadie me ha dado un libro de instrucciones, y además estoy lleno de pasiones, vicios y limitaciones que no me han dejado ser de otra manera... Como ves, todo esto, este mismo párrafo, no es más que otra manera de auto-convencerme de que la vida no es tan mala.
224 · Es fácil estar de acuerdo con alguien en que un objeto sea rojo o de algún otro color; sobre otros temas más íntimos no tiene siquiera sentido el que intentemos concordar... Hay demasiadas cosas inconfesables.
225 · Dar un consejo a alguien es como lanzar una semilla a un bosque: nunca se sabe si arraigará.
226 · Un problema filosófico es como una bomba de relojería: siempre hay un cable que desactiva la bomba, pero si nos equivocamos al cortar puede estallarnos en las manos.
Con esto también quiero decir que hay que ser prudentes en filosofía: nunca hay que perder de vista el horizonte de la vida práctica.
227 · El principal problema de mi filosofía es no ser capaz de justificar el paso de una ética personal a la preocupación política. Me explico: Pienso, en primer lugar, que la filosofía debe proceder sin contradecirse y sin dar por sentado nada de cuanto resulte dudoso (me hago, así, sin duda, partícipe de la honestidad de Descartes). En segundo lugar, pienso que uno debe conducir su vida del modo que resulte más “razonable”, o sea, vivir en base a las creencias que consideremos suficientemente justificadas (en este sentido, también me hago partícipe de la Crítica kantiana). Cuando pongo en práctica semejantes principios, llega el problema: mi razón no es capaz de establecer absolutamente ninguna verdad absoluta, sino que toda vez choco contra la misma falta de fundamentos últimos. Cuando mi razón se pone extrema y estricta, no puedo fundamentar ni la existencia del mundo, ni la mía propia, ni puedo, claro, fundamentar la existencia de “las otras mentes”. “Hay lo que hay. La existencia es la existencia”, me repito; pero tal cosa sólo puede hacer referencia a un presente absolutamente efímero e indeterminado, a un fogonazo de ser que acontece…, expresiones todas ellas que no agotan el profundo misterio de aquello que quieren revelar. El sentido de la existencia me resulta absolutamente insondable.
Ante semejante circunstancia, mi pensamiento corre entonces a decir que no hay modo alguno de justificar una ética, que no puedo empeñar la razón en saber qué hacer con el tiempo que se me ha dado (mucho menos para tratar de convencer a otros de cómo “deben” actuar). Algunos de mis más admirados personajes de la Historia (Dostoievsky, Nietzsche, Wittgenstein…) me han sugerido no desalentarme ante semejante brote de nihilismo: “la vida del feliz es otra que la del infeliz”, “decir sí incluso al sufrimiento”, “vivir, vivir, vivir”… Ante la catástrofe de la Razón, uno puede asirse a la feliz idea de vivir ligado a ese puro presente, trascendiendo los viles hechos del mundo para sobreponernos espiritualmente… Esto es: “en la mano de cada cual está la clave para ser feliz, sea lo que sea lo que a uno le toque vivir”. Ésta es, sin duda, una buena idea para recobrar el optimismo: “uno puede ser feliz en la más absoluta miseria”; y entre el bienestar y la felicidad, uno ha de escoger ésta segunda, pues nadie querría tampoco ser un rico infeliz. Hay sin duda hoy mucha confusión entre estos términos —bienestar y felicidad—, o yo diría que el segundo de ellos ha sido absorbido y aniquilado por el primero: “Tú dame dinero, que ya me ocuparé después de ser feliz”. Al deshacer este enredo, uno tiene el riesgo fácil de ser hipócrita. Para mí es claro que se puede ser feliz en la miseria —haciendo uso de la “buena voluntad”—, y esto es un pensamiento alentador, dada la gran miseria que hay en el mundo (de la que gracias a X no participo). En efecto, esta es la clave: pese a estar convencido de que se puede ser feliz en la miseria, también estoy convencido de que el bienestar es un “bien” preciado por el hombre, y que es preferible el bienestar que la miseria. Llegado a estepunto, algo atenta contra mi propio espíritu: ¿puedo ser feliz al margen de la felicidad de los otros? Es un hecho que sí puedo: a este respecto, el serhumano tiene capacidad para un “gran egoismo”, que nos permite ser felices aun cuando todo a nuestro alrededor se derrumbe, aun cuando nuestros vecinos sean los seres más miserables de la Tierra. Obviamente, si yo pudiera hacer algo que ayudara a mis vecinos a ser menos miserables, lo haría… ¿pero a caso no puedo?
Pienso en el mundo y pienso que es un disparate: unos se mueren de hambre y otros, al lado, no saben ya en qué gastarse su dinero. ¿Puedo hacer yo algo para evitar eso? Pero, ¿a caso “debemos” hacer algo? ¿Por qué “debemos”? No hay filosofía que fundamente este “deber”. No hay “deber” que valga… Yo me siento inclinado a decir que sí debemos hacer todo lo posible por implantar la justicia sobre la Tierra, mediante la hermandad entre los hombres; pero, sin duda, otros no tienen la misma inclinación, y sólo se preocupan por ver crecer sus economías… ¿Pero acaso me preocupo yo de otra cosa? Ciertamente, me da la sensación de tener en las manos una bomba de relojería: no sé qué “debo” hacer ni cómo debería hacerlo; pero sé que, si no hago nada, al final terminaré frustrado.
228 · Cuando pienso así, pienso que soy una “buena persona”, porque siento esa inclinación a preocuparme por la felicidad de los otros —o, al menos, por su bienestar—, porque pienso que yo mismo sería más feliz si viera erradicada la injusticia de la Tierra, y si viera que todos los hombres estamos hermanados.
Puedo decir, incluso, que reduciría mi bienestar —propio de una clase acomodada europea— si eso igualara la balanza del planeta. Pero esto es algo que sólo puedo pensar y decir: ¿a caso me convierte eso en “buena persona”? ¿No debería estar todo ello seguido de los actos de mi “buena voluntad”? Y es que tengo la impresión de que, por decir y pensar, todos decimos y pensamos más o menos lo mismo: “todo sería mejor si nadie muriera de hambre”. Sin duda, la mayoría de humanos vivos igualarían la balanza, ya que la mayoría se hallan en la parte menos favorecida. Somos menos quienes nos hallamos por encima de la media; es lógico que muchos de éstos no quieran igualar las cosas, pero ¿les convierte eso en “malas personas”? Pues en verdad no hacenni más ni menos que yo para cambiar las cosas, o sea, NADA — yo puede esconderme tras el hecho de que estoy escribiendo este texto, que quizá llegue a convencer a alguien: ¿pero qué posibilidad tendrá ese alguien de cambiar las cosas?
Me siento muy superado por el Sistema, hasta el punto de no peder discernir entre lo “bueno” y lo “malo”.
229 · El problema de laFilosofía se alimenta de sí mismo.
230 · No son un puñado de razones las que nos llevan a ver correctamente el mundo. Pero esto no quiere decir que haya una visión correcta.
No enfadarse con alguien que se lo merece, sin dejar de apuntar que existe un motivo, puede ser un modo de que el enfado recaiga sobre él mismo; y el enfado con uno mismo es una losa pesada que nos ayuda a aprender.
214 · Es curioso que cuando alguien te dice “No te enfades”, uno se ve situado ante una decisión. Y, sin embargo, tengo la impresión de que en situaciones así tiran más los impulsos que los razonamientos templados.
215 · Alguna vez escuché: “Si te enfadas con alguien, hazlo para siempre; sino después tendrás que hacer el esfuerzo de desenfadarte”.
Pero alguien puede decir que se enfada aposta, para dar una lección al otro y que no actúe de nuevo así... Nunca he llegado a comprender esta visión utilitarista del enfado.
216 · Realmente, sólo vería lícito enfadarse con uno mismo, y con eso sería más que suficiente. No somos nadie para juzgar a los otros, pero sí para juzgarnos a nosotros mismos.
217 · Si alguien se enfada conmigo pero yo no estoy enfadado conmigo mismo, entonces resulta que yo no entiendo su enfado, pues pienso que no hay motivo (de haberlo, yo mismo me enfadaría conmigo).
Pero si alguien se enfada conmigo y yo también estoy enfadado conmigo mismo, entonces tampoco comprendo su enfado, pues pienso que bastante castigo tengo con enfadarme yo conmigo mismo.
218 · Un ejemplo ilustrativo: —¡Llegastarde! ¡Y no has hecho tu parte! ¡Vamos a suspender por tu culpa!
—¡Vaya! Lo siento de veras. Quise hacer mi parte y he querido llegar pronto, pero me han pasado tales y tales cosas y al final no he podido...
—¡Excusas! ¡No sirven para nada! ¿Pretendes que no me enfade? ¡Pues claro que me enfado contigo! ¡Y con toda la razón del mundo!
—¿Pero por qué conmigo? ¡Yo no lo he hecho para fastidiarte! ¡Simplemente me pasó tal y ya no pude arreglarlo!
—¡Claro! ¡Si en el fondo eso me pasa por confiar en ti! ¡Al final la culpa es mía!
—¡Eso es! ¡Es contigo mismo con quien te tienes que enfadar! Aprende de esto: no vuelvas a confiar en mí, y ten más cuidado de en quién confías. Pero no es preciso que te enfades conmigo...
Conclusión: a todo se le puede dar la vuelta.
219 · Enfadarse con el otro es una muestra clara de que no le comprendemos. Pues si comprendiéramos los motivos que le han llevado a actuar así, si conociéramos todas sus limitaciones, sus complejos, sus debilidades y anhelos más profundos, entonces quizá no nos enfadaríamos: Antes de enfadarnos, optaríamos por seguir diferentes caminos.
Mi impresión es que uno se enfada con otro porque no consigue concordar las acciones de esa persona con el proyecto de vida propio. Y el enfado es, por un lado, la expresión natural de este desacuerdo y, al tiempo, la acción que ponemos en marcha para “educar” al otro y hacerlo concordar con nuestros fines.
220 · El enfado es, pues, muestra de que dos personas poseen diferentes formas de estar en el mundo, a pesar de estar vinculadas por alguna relación, y quien se enfada muestra también su deseo de que esa relación perdure, tratando de “educar” al otro para hacerlo encajar. Pero yo no sé hasta qué punto se puede “educar” a las personas, incluso no sé hasta qué punto se debe intentar tal cosa; pues tengo la impresión de que este “educar” ejerce violencia sobre los otros, forzándoles a seguir nuestro propio camino, y sin embargo no tenemos criterio para pensar que nuestro camino sea mejor.
221 · Hablas, pero no sé si piensas. Pienso, pero no sé si hablo…
—Quizá bastaría con oír.
222 · Mi idea es que las cosas NO SON DE NINGÚNA MANERA, es decir, que cualquier intento de decir cómo son las cosas dejará de lado otras posibilidades compatibles con nuestras experiencias, igualmente razonables... Estoy desengañado de la filosofía en ese sentido: no creo que la razón sea una herramienta lo suficientemente poderosa como para responder a las cuestión que yo considero crucial: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿tiene o no tiene sentido?... Ante la falta de expectativas teóricas al respecto, o sea, ante la idea de que no es posible elaborar una teoría verdadera acerca de nada de esto, tiendo a pensar que hay que recurrir a otra cosa para establecer una "solución": la voluntad. Creo que es ésta la que debe tomar partido, para dar luz donde la razón o la teoría no pueden entrar.
Esto, creo, es tanto como decir que al final mi visión del mundo está sostenida en una fe; y trato de creer que mi voluntad puede construir una fe apropiada para mi felicidad, justamente, como digo, un modo optimista de ver el mundo... Y, por cierto, me da igual si esa voluntad existe o no, y me da igual si tiene o no el poder de elegir o construir su propia fe: me da igual que sea así, eso no creo que lo vaya nunca a saber; me basta con creer que es así; esa es justamente mi fe...
223 · No sé si me explico, pero tampoco importa demasiado.
No tengo ningún ansia por convencer a nadie sobre mi modo de ver las cosas. En todo caso, sólo pretendo poder explicarme ante las personas que me son queridas, para que de algún modo puedan entenderme. Pero cada cual que piense lo que quiera y que viva como quiera... No he de ser tan hipócrita como para pensar que mi manera de ver las cosas sea "la correcta". No sé si hay una forma correcta de ver las cosas, pero tampoco me importa eso. Mi relación con la filosofía no es, pues, la de encontrar la solución a los enigmas y comunicársela a la humanidad... Yo sólo pretendo dejar un testimonio; esto me ayuda, además, a tomar confianza en mí mismo: no he de sentir vergüenza por los "errores" que pueda cometer en vida, pues nadie me ha dado un libro de instrucciones, y además estoy lleno de pasiones, vicios y limitaciones que no me han dejado ser de otra manera... Como ves, todo esto, este mismo párrafo, no es más que otra manera de auto-convencerme de que la vida no es tan mala.
224 · Es fácil estar de acuerdo con alguien en que un objeto sea rojo o de algún otro color; sobre otros temas más íntimos no tiene siquiera sentido el que intentemos concordar... Hay demasiadas cosas inconfesables.
225 · Dar un consejo a alguien es como lanzar una semilla a un bosque: nunca se sabe si arraigará.
226 · Un problema filosófico es como una bomba de relojería: siempre hay un cable que desactiva la bomba, pero si nos equivocamos al cortar puede estallarnos en las manos.
Con esto también quiero decir que hay que ser prudentes en filosofía: nunca hay que perder de vista el horizonte de la vida práctica.
227 · El principal problema de mi filosofía es no ser capaz de justificar el paso de una ética personal a la preocupación política. Me explico: Pienso, en primer lugar, que la filosofía debe proceder sin contradecirse y sin dar por sentado nada de cuanto resulte dudoso (me hago, así, sin duda, partícipe de la honestidad de Descartes). En segundo lugar, pienso que uno debe conducir su vida del modo que resulte más “razonable”, o sea, vivir en base a las creencias que consideremos suficientemente justificadas (en este sentido, también me hago partícipe de la Crítica kantiana). Cuando pongo en práctica semejantes principios, llega el problema: mi razón no es capaz de establecer absolutamente ninguna verdad absoluta, sino que toda vez choco contra la misma falta de fundamentos últimos. Cuando mi razón se pone extrema y estricta, no puedo fundamentar ni la existencia del mundo, ni la mía propia, ni puedo, claro, fundamentar la existencia de “las otras mentes”. “Hay lo que hay. La existencia es la existencia”, me repito; pero tal cosa sólo puede hacer referencia a un presente absolutamente efímero e indeterminado, a un fogonazo de ser que acontece…, expresiones todas ellas que no agotan el profundo misterio de aquello que quieren revelar. El sentido de la existencia me resulta absolutamente insondable.
Ante semejante circunstancia, mi pensamiento corre entonces a decir que no hay modo alguno de justificar una ética, que no puedo empeñar la razón en saber qué hacer con el tiempo que se me ha dado (mucho menos para tratar de convencer a otros de cómo “deben” actuar). Algunos de mis más admirados personajes de la Historia (Dostoievsky, Nietzsche, Wittgenstein…) me han sugerido no desalentarme ante semejante brote de nihilismo: “la vida del feliz es otra que la del infeliz”, “decir sí incluso al sufrimiento”, “vivir, vivir, vivir”… Ante la catástrofe de la Razón, uno puede asirse a la feliz idea de vivir ligado a ese puro presente, trascendiendo los viles hechos del mundo para sobreponernos espiritualmente… Esto es: “en la mano de cada cual está la clave para ser feliz, sea lo que sea lo que a uno le toque vivir”. Ésta es, sin duda, una buena idea para recobrar el optimismo: “uno puede ser feliz en la más absoluta miseria”; y entre el bienestar y la felicidad, uno ha de escoger ésta segunda, pues nadie querría tampoco ser un rico infeliz. Hay sin duda hoy mucha confusión entre estos términos —bienestar y felicidad—, o yo diría que el segundo de ellos ha sido absorbido y aniquilado por el primero: “Tú dame dinero, que ya me ocuparé después de ser feliz”. Al deshacer este enredo, uno tiene el riesgo fácil de ser hipócrita. Para mí es claro que se puede ser feliz en la miseria —haciendo uso de la “buena voluntad”—, y esto es un pensamiento alentador, dada la gran miseria que hay en el mundo (de la que gracias a X no participo). En efecto, esta es la clave: pese a estar convencido de que se puede ser feliz en la miseria, también estoy convencido de que el bienestar es un “bien” preciado por el hombre, y que es preferible el bienestar que la miseria. Llegado a estepunto, algo atenta contra mi propio espíritu: ¿puedo ser feliz al margen de la felicidad de los otros? Es un hecho que sí puedo: a este respecto, el serhumano tiene capacidad para un “gran egoismo”, que nos permite ser felices aun cuando todo a nuestro alrededor se derrumbe, aun cuando nuestros vecinos sean los seres más miserables de la Tierra. Obviamente, si yo pudiera hacer algo que ayudara a mis vecinos a ser menos miserables, lo haría… ¿pero a caso no puedo?
Pienso en el mundo y pienso que es un disparate: unos se mueren de hambre y otros, al lado, no saben ya en qué gastarse su dinero. ¿Puedo hacer yo algo para evitar eso? Pero, ¿a caso “debemos” hacer algo? ¿Por qué “debemos”? No hay filosofía que fundamente este “deber”. No hay “deber” que valga… Yo me siento inclinado a decir que sí debemos hacer todo lo posible por implantar la justicia sobre la Tierra, mediante la hermandad entre los hombres; pero, sin duda, otros no tienen la misma inclinación, y sólo se preocupan por ver crecer sus economías… ¿Pero acaso me preocupo yo de otra cosa? Ciertamente, me da la sensación de tener en las manos una bomba de relojería: no sé qué “debo” hacer ni cómo debería hacerlo; pero sé que, si no hago nada, al final terminaré frustrado.
228 · Cuando pienso así, pienso que soy una “buena persona”, porque siento esa inclinación a preocuparme por la felicidad de los otros —o, al menos, por su bienestar—, porque pienso que yo mismo sería más feliz si viera erradicada la injusticia de la Tierra, y si viera que todos los hombres estamos hermanados.
Puedo decir, incluso, que reduciría mi bienestar —propio de una clase acomodada europea— si eso igualara la balanza del planeta. Pero esto es algo que sólo puedo pensar y decir: ¿a caso me convierte eso en “buena persona”? ¿No debería estar todo ello seguido de los actos de mi “buena voluntad”? Y es que tengo la impresión de que, por decir y pensar, todos decimos y pensamos más o menos lo mismo: “todo sería mejor si nadie muriera de hambre”. Sin duda, la mayoría de humanos vivos igualarían la balanza, ya que la mayoría se hallan en la parte menos favorecida. Somos menos quienes nos hallamos por encima de la media; es lógico que muchos de éstos no quieran igualar las cosas, pero ¿les convierte eso en “malas personas”? Pues en verdad no hacenni más ni menos que yo para cambiar las cosas, o sea, NADA — yo puede esconderme tras el hecho de que estoy escribiendo este texto, que quizá llegue a convencer a alguien: ¿pero qué posibilidad tendrá ese alguien de cambiar las cosas?
Me siento muy superado por el Sistema, hasta el punto de no peder discernir entre lo “bueno” y lo “malo”.
229 · El problema de laFilosofía se alimenta de sí mismo.
230 · No son un puñado de razones las que nos llevan a ver correctamente el mundo. Pero esto no quiere decir que haya una visión correcta.