262 · "Hombre póstumo" es aquel que se busca a sí mismo como un todo que será completado con la muerte. ¿Aquel que quiere que su nombre repose en un libro de Historia, por ejemplo?
263 · Tiendo a representarme el pensamiento de Kant (KrV) como una asíntota, que delimita el espacio del conocimiento empírico. La curva se aproxima al horizonte de la razón pura; sin llegar nunca a tocarla (nunca = en el infinito). En esto consiste la alianza kantiana entre empirismo y racionalismo.
264 · La postura de Bataille sobre la filosofía ("Estudio VI", segunda parte de El erotismo). Limitación de la filosofía a sus formas y maneras + necesidad de la filosofía de ser síntesis de todos los conocimientos. Para mí, ambas cosas se expresan en la pretensión de la filosofía de llegar a la Verdad, o sea a la Verdad de la verdad de nuestros conocimientos. El discurso que apuesta por esa Verdad es el discurso filosófico. La idea de Bataille es que hay realidades implicadas en aquello que la filosofía busca, y que, sin embargo, no caen bajo el dominio de la verdad ni, por tanto, bajo el dominio de la Verdad de la verdad. Que no caen bajo el dominio de la filosofía. Para Bataille, la limitación de la filosofía a mantener sus maneras se deriva de la noción de "eficacia", adjunta a la búsqueda de la Verdad. El que se propone un fin, debe buscar los medios más eficaces. La historia de la filosofía es la historia de la búsqueda de esa eficacia: la búsqueda de un "método". Bataille une esto a la necesidad de una "especialización" (profesionalización) de la filosofía. Aquello de lo que, por fuerza, no puede hacerse cargo la filosofía, es aquello que escapa a toda "eficacia", aquellos impulsos del ser humano cuyo sentido es otro, que Battaille llama sencillamente "deseo". Es cierto que también pueden buscarse métodos para satisfacer eficazmente los deseos. De lo que Bataille habla es de un deseo extremado que hace saltar todo arancel racional (toda prohibición convencional) para zambullirse en su satisfacción: en la "santidad", en el "erotismo" o, también, en la "violencia". Bataille habló en otra parte de la ineficacia biológica del desenfreno sexual: el gasto de energía es desproporcionado en relación a lo obtenido por el propio individuo. El "valor" de aquello obtenido no es mensurable en términos biológicos. Entendemos, por supuesto, que ello contribuye a la conservación de la especie, y que el arrebato erótico responde a una llamada de la selva, que nos saca de nosotros mismos, nos desconecta de nuestros cabales, y nos hace olvidar todo cálculo de eficacia respecto a nuestras propias energías. Sin duda tiene una lectura biológica (fría). Pero la "vivencia" individual de ese éxtasis demanda un "sentido" para el propio individuo. Porque hay de por medio "prohibiciones". Al dejarnos llevar por el erotismo, no sólo dejamos atrás nuestros cálculos energéticos (que, por otra parte, tampoco solemos hacerlos explícitos en momentos de normalidad, salvo quizá al hacer deportes), también estamos sobrepasando una línea que uno no puede cruzar en cualquier circunstancia y que, de hecho, sólo nos atrevemos a cruzar bajo los influjos del erotismo (o de la santidad, o de la violencia desatada). Piénsese, por ejemplo, en el hecho de desnudarse, y en lo que sucede después... Lo que debe ser, sin duda, una estrategia natural/biológica para garantizar los fines de la especie a expensas de los individuos, tiene una impronta clave en el modo en que el ser humano se auto-define por oposición al animal: las "prohibiciones" auto-impuestas son las que impiden que brote el animal durante el "tiempo del trabajo", reservando sólo ciertos momentos (festivos, o íntimos, etc.) donde uno puede desatarse. Pero el gesto de desatarse no es, simplemente, el de retornar por unos minutos a la animalidad que verdaderamente hay en nosotros. Ello puede ser así biológicamente (para los biólogos, NUNCA dejamos de ser animales). Pero el sólo hecho de mentar al "animal" nos define como "hombres" (he aquí la explicación de Bataille de por qué el ser humano empezó por representar amimales: porque se auto-define por oposición a ellos). Nos definimos como "hombres" en la medida en que reconocemos un marco de prohibiciones (costumbres culturales) que "controlan" nuestro ser puramente animal, que espera aletargado su momento de gloria. Pero, como decía, esto no es un "retornar" a la animalidad: en la medida en que se da mediante una "transgresión" de las prohibiciones propiamente humanas, lo "humano" nunca deja ya de estar presente en ese gesto. Bataille recurre al esquema dialéctico para representar esto: el hombre se define como negación de lo animal mediante unas "prohibiciones"; al trasgredir estas prohibiciones estamos, de alguna forma, negando nuestra humanidad; pero en el esquema dialéctico esta doble negación no es simplemente afirmación (de la animalidad), sino una apertura que señala hacia un terreno "supra-humano": lo que Bataille llama lo "sagrado", de dónde inefablemente manas las prohibiciones. Lo "sagrado" es, pues, aquello capaz de demandar todas nuestras energías sin darnos nada a cambio, más que esa particular sensación de hallarse "arrebatado", y que luego cesa (como la ola que irrumpe en la orilla con estrépito, y luego se retira mansamente...). La cuestión (volviendo al hilo) es que no podemos pedirle a la filosofía el que dé ese último paso hacia la transgresión: no se puede irrumpir filosóficamente en el terreno de lo "sagrado". Pues la filosofía requiere siempre de mesura. Bataille, claro, comenta el hecho de que él esté hablando o "filosofando" sobre esto; ello, por supuesto, no es lo mismo que "irrumpir". Muy por el contrario, la filosofía se posiciona siempre "fuera" (por ello no se contenta con ser "verdad", sino que quiere ser "Verdad de la verdad"). Pero no hay una verdad escondida en lo "sagrado". El acceso a lo "sagrado" es un acceso "práctico", no en el sentido "utilitario" sino en el sentido de darse en el plano de una "acción". Bataille pone su peso en el "erotismo" (porque es el tema de su trabajo), pero señala también hacia la "santidad" y hacia la "violencia desatada"... Shopenhauer vislumbró que la filosofía sí que había tenido, al menos, la responsabilidad de llevarnos hasta la misma fisura, hasta la puerta trasera de la fortaleza, abierta por medio de una "traición" de la filosofía a sí misma, pues ella (la filosofía) no podrá entrar. En Schopenhauer entra sólo el místico: voluntad mística de hacerse uno con la Voluntad del mundo, por encima de toda razón. Ese límite también viene marcado por el final del Tractatus de Wittgenstein: la filosofía debe ser finalmente arrojada. El "valor" no puede estar en aquello a lo que puede accederse con una escalera (dice Wittgenstein en otra parte). Bataille le sigue dando vueltas a lo mismo... Está lo más lejos que se puede estar... Creo. Pero aporta un matiz curioso. En verdad, este límite del que estamos hablando, que la filosofía traza sin poder sobrepasar, es propiamente el límite kantiano: la filosofía debe olvidar sus pretensiones de llegar a una "Verdad" y debe centrarse en ser una perpetua "actividad crítica". El límite de la filosofía kantiana es la filosofía como crítica. Lo importante, a nuestro respecto, es la conexión que ello mantiene con el hemisferio "práctico" de la razón. La ausencia de una "Verdad" es también, por descontado, la falta de un fundamento último para toda determinada moral. La única manera de mantener la llama de un "bien social" es demandando constantemente la actividad de la crítica, que nos despierte a batacazos de cualquier adormecimiento. La moralidad (las normas de la sociedad) sólo se sostienen mediante la rectitud, mediante el continuo operar de la razón. El resumen es: "¡Sé todo lo crítico que quieras! ¡Pero obedece!" (tal como le gusta señalar a Zizek). Aquí se consolida ese límite de la filosofía Moderna, donde ésta se niega a renunciar de sus maneras. La filosofía sólo sabe existir donde existen las reglas, en la tierra fértil que crece al amparo de las prohibiciones. Donde tiene sentido plantearse el análisis y el cálculo en términos de "eficacia". La filosofía vive en el universo de las razones y se niega a mirar hacia nada ajeno a él. La filosofía es una competición por ver quién tarda menos en subir la montaña de Sísifo, quién es capaz de trazar el límite más eficazmente. Sólo a este respecto tiene sentido la "especialización" del filósofo (que, a esta luz, debe parecerse a la especialización del matemático, del físico o del ingeniero). Ahora bien, el matiz que aporta Bataille es considerar nuestra relación con los límites de una forma "dinámica", podría decirse "plástica", como las consecutivas irrupciones de las olas sobre la orilla. Ahora estoy pensando en que la filosofía traza con mayor o menor eficacia el límite de "prohibiciones" que caracterizan lo "humano", y pienso entonces en esas otras prácticas en las que ese trazado se transgrede, sólo para volver otra vez sobre sus pasos. Lo importante de apreciar de la "transgresión" es que nunca es "ilimitada", sino que (como las olas) siempre retorna al estado de equilibrio y normalidad regulada. De hecho, sólo porque hay tales límites la transgresión tiene su sentido transgresor. Transgredir un límite es tomar conciencia plena de él. Antes decíamos que dejarse llevar por el erotismo no era un retornar a lo animal, sino un transgredir las prohibiciones que definen lo humano, de modo que el acto de transgresión es propiamente humano, donde el ser humano toma verdadera conciencia de su "humanidad". Así, en el mismo sentido, transgredir el límite de la filosofía no deja de ser una actitud filosófica. Me refiero ahora, por ejemplo, a ciertas posibilidades brindadas por el arte. El arte es una de esas prácticas humanas que no necesariamente se dan bajo los parámetro de mesura y eficacia. Los orígenes del arte están unidos al desenfreno de una fiesta. Hay sin duda, como decía Nietzsche, una "arte de lo dionisiaco"... Por ahí van los tiros... Lo que quiero entender (a la luz del "oleaje" de Bataille) es la posibilidad de un arte dionisiaco que existe como contrapunto de una vida consagrada a la filosofía. O lo que es igual: consagrarse a la filosofía levantando límites para que un arte dionisiaco los transgreda una y otra vez. Se trata sólo de jugar con las olas... Ello no hará que el mar avance un ápice (o quizá sí). Pero se me antoja más grato que la piedra de Sísifo.
265 · Hace poco he cambiado el subtítulo de este texto/blog. Antes rezaba "notas al pie de mi existencia". Ello quería poner el acento en dos cosas: la primera, que no se trata de una exposición sistemática sobre un asunto, sino apuntes más o menos independientes que se me van ocurriendo mientras vivo; la segunda cosa que quería yo con aquel subtítulo se resume en el subtítulo actual: "filosofía sin responsabilidad". Con esto quiero poner el acento en el hecho de que casi todo lo que aquí escribo es sumamente irreflexivo, quizá puramente intuitivo. Simplemente las dejo caer. En verdad, responde al ejercicio de poner por escrito los pensamientos, para verlos congelados. Muchos los leo ahora y me parecen auténticos desatinos. Este debería ser una especie de "diario filosófico", personal, como un cuaderno de esbozos. Eso es lo que es. Y sin embargo, al existir como un blog de acceso público, siento constantemente la necesidad de explicar esto: no se me debería identificar con todo lo que aquí escribo. Son cosas que, seguro, he pensado, es decir, han pasado por mi mente, pero no necesariamente han quedado en mí, aunque sí queden en este escrito (esto me recuerda que hay que tener cuidado al leer, por ejemplo, los cuadernos personales de Wittgenstein).
La pregunta es: ¿qué sentido tiene que un texto así sea público? ¿Qué interés puede tener para nadie? ¿No alberga, sobre todo, confusión? Sí. Pero quizá sea justamente ése su único interés. En cualquier caso, este blog no lo visita nadie :)
266 · Una cosa que pienso últimamente: que no podemos iniciar un proyecto verdaderamente honesto si éste no posee como fin último el auto-destruirse. O más exactamente: un proyecto honesto es, para mí, aquél que tiene por fin el cambiar sustancialmente el estado actual del mundo y de nuestra forma de vida, de tal suerte que, una vez logrado ese cambio, el proyecto en cuestión carecerá de sentido, será superfluo e inútil.
Esto se opone, naturalmente, a la idea de un proyecto pensado para perpetuarse, cuyo fin es perpetuarse. Y se opone también, claro, a los proyectos que persiguen fines superficiales que, aunque hagan finalizar el proyecto, no han servido para cambiar el estado actual del mundo y de nuestras formas de vida.
Wittgenstein se encuentra, como casi siempre en mi caso, a la base de esta reflexión, cuando escribe: "No me resulta nada claro si deseo que otros continúen mi trabajo más de lo que deseo un cambio del modo de vida que haga superfluos todos estos problemas. (Por eso no podría fundar nunca una escuela)" (Aforismos: cultura y valor, § 119).
Creo que esta idea pone sobre la mesa una inmensa paradoja que, a mi entender, se cierne sobre la vida humana desde el principio de los tiempos. De hecho, creo que se cierne sobre la vida misma: su finalidad es únicamente perpetuarse. La Naturaleza es irracional y aterradora. Y no llamo "Naturaleza" sólo a la vida, sino también a todo lo yermo. La Naturaleza no saca nada de los seres vivos, no saca más ni menos que de los muertos. La Naturaleza puede arrojar mañana un gigantesco meteorito sobre la faz de nuestra Tierra, y todos reventamos: 7.000 millones de almas al garete; y a la Naturaleza le importa un comino. La vida no lo es todo para la Naturaleza. No es nada, de hecho. Los organismos vivos son, a sus ojos, sólo estructuras complejas de materia muerta... La Naturaleza no tiene otro fin más que perpetuarse en su propio desequilibrio. Asimismo, como naturaleza que somos, los seres vivos no respondemos a otro impulso que el de perpetuarnos y extendernos sin control y sin finalidad más allá de eso. Por eso el "humanismo" requiere ser "anti-naturalista": seguir los pasos de la Naturaleza sólo puede llevar a la inconsciencia y la barbarie. Esto lo expresaba claramente el cineasta José Val del Omar: "El Humanismo es un giro de 180º sobre nuestro ser animal". El Humanismo supone tomar las riendas de nuestro propio destino como "Humanidad". Por supuesto que se trata de una "idea", y el Humanismo es, así, sólo un "idealismo". Precisamente, es de ideas de lo que carece la Naturaleza. Por eso es absolutamente incomprensible. No podemos comprender su falta de finalidad, su carencia de sentido. El sentido debemos ponerlo nosotros, por medio de nuestras ideas. El Humanismo es la idea de una Humanidad auto-realizada y plena. Es eso lo que no existe. La Humanidad sigue demasiado anclada a su impulso puramente natural y descontrolado. El Humanismo es la idea de un "Porvenir". Por ello se trata de un "proyecto". Quizá es utópico, ya que nos exige trascender nuestra esfera natural, para vivir realmente como "humanos". Nos creemos y nos sentimos humanos, pero realmente no lo somos, o no vivimos realmente como si lo fuéramos...
La otra opción es que ESTO sea ya la Humanidad, que no sea posible trascender la Naturaleza, y entonces no tenemos ni salvación ni sentido. También puede ser.
267 · ¿Cómo dar pie a un pensamiento político si no es ligándolo a un pensamiento sobre la justicia? Pues el pensamiento político debe tratar sobre lo justo y lo injusto en los modos de organizarse la sociedad. Esta es de esas cosas que los antiguos griegos tenían como absolutamente obvias, y que parece que nosotros hemos olvidado. ¿En qué consistiría una sociedad justa? Esa debería ser la principal pregunta del pensamiento político.
El gran problema, por supuesto, es que el pensamiento sobre la justicia es un pensamiento moral. Es cada moral la que determina qué es lo justo o injusto en los tratos humanos. Y ya está harto demostrado que la moral no posee soporte racional alguno: no hay un criterio material al que podamos aferrarnos para dirimir entre dos preceptos morales que se contraponen. ¿Qué es lo valioso? o, ¿Cuál es el sentido de la vida?, vienen a ser las incontestables preguntas de la moral; pero hay que responderlas antes de asaltar el asunto de la justicia. Pues qué sea lo justo dependerá de qué pensemos que es valioso en el mundo y en la vida humana. La justicia siempre es una medida de valores, una balanza. Qué damos cada uno y qué recibimos cada uno a cambio. No es algo que pueda afectar a un individuo aislado. La naturaleza no puede ser con un hombre ni justa ni injusta, más que metafóricamente. Lo justo y lo injusto sólo se da en el trato entre las personas. Es una esfera propiamente humana y propiamente social, y, en el mismo sentido, es puramente cultural. La moral nace de la cultura y habita en cada valor que proyectamos con nuestros actos, consciente o inconscientemente. Siempre hay un fondo puramente emocional que nos lleva a valorar las cosas, y ello media en cada una de nuestras decisiones. Si, en un momento dado, sólo por entretenerme, me dedico a pisar hormigas, entonces demuestro no dar mucho valor a esas vidas que arrebato. Si dedico más de ocho horas al día a realizar ciertas actividades no deseadas a cambio de un salario mensual, entonces demuestro darle mucho valor a ese salario. Ambos ejemplos refieren a hechos completamente cotidianos en nuestra sociedad, y por ello, en general, se ve justo que uno se deje los cuernos por un salario, y no está prohibido, en absoluto, pisar hormigas. Pero, ¿es eso justo? La cosa es que sólo podemos responder desde una posición moral.
268 · Un negocio nunca debería comprenderse como la oportunidad de hacerse rico si el negocio tiene éxito. Un negocio debería comprenderse tan solo como un medio de vida. Y que un negocio tenga éxito sólo debería producir u beneficio para la sociedad, que disfrutará de los bienes y servicios ofrecidos. ¿Y qué pasa con el "emprendedor"? ¿Qué ganaría? ¿Por qué esforzarse en lograr el éxito de su negocio si el beneficio no será suyo si no de la sociedad? De un lado, quien así pregunta no repara en el hecho de que el mismo emprendedor forma parte de la sociedad y que, entonces, el beneficio de la sociedad es también su beneficio. Además, la pregunta da a entender que "ganarse el pan" no es suficiente recompensa. Pero ganarse el pan es lo que hace la gran mayoría de la gente. La réplica del "emprendedor" es la réplica de alguien que aspira a más que el resto, que quiere más que el resto. ¿Por qué? Obviamente, se trata de un posicionamiento moral, vinculado a un modo general de entender el sentido de la vida. Yo pienso que el sentido de la vida no es otro que la vida misma. Como Nietzsche, yo pienso que la vida no requiere de ninguna justificación exterior a ella. El sentido de la vida no puede ser obtener riquezas. Pues, ¿qué sería de quien no la busca? Quien busca la riqueza, da sentido a su vida a través de esa búsqueda. Requiere de esa búsqueda para dar sentido a su vida. Si el emprendedor replica, es porque piensa que su esfuerzo vital solo tiene sentido bajo la recompensa del dinero. Sin embargo, para quien valora la vida por sí misma, no hay esfuerzo más justificado que aquel que lleva a ganarse el pan.
269 · Artículo 128.1 de la Constitución Española: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general."
Su sentido es claro. Dice que uno puede hacer dinero en una sociedad, siempre y cuando ello repercuta también en beneficio de la sociedad. Lo que no puede ser es que grandes corporaciones hagan negocio en nuestro país y nos traten como si nos hicieran un favor. Que pongan su negocio en el desierto, o en el fondo del mar, y verán como no hacen tanto dinero. La sociedad es el soporte necesario para que existan los negocios. Son ellos los que deben algo a la sociedad y no al revés...
270 · Para pensar en política, hay que tener clara la distinción entre "felicidad" y "bienestar". Son conceptos que tienden lazos entre sí, pero que pertenecen a naturalezas diferentes. Esos lazos impiden pensar la política con claridad. ¿Qué debe perseguir la política? ¿La felicidad o el bienestar de las personas? Diríase que debe perseguir las dos cosas. Es entonces cuando nuestra mente se confunde. La felicidad es un bien abstracto, espiritual. La felicidad no se sostiene sobre ninguna base material. No hemos de confundir la felicidad con la alegría ni con el placer que en un momento dado sentimos. La pregunta por la felicidad siempre desborda el momento presente y se extiende hacia una idea atemporal de nuestra propia vida. "¿Soy feliz?" no se responde pensando en lo que ahora mismo siento o padezco; se responde pensando en la vida como unidad absoluta. Esa pregunta interroga, en general, si ha merecido y merece la pena estar aquí. Pese a todos los males, pese a todos los sufrimientos o carencias, se puede ser feliz. La felicidad es el "Amor Fati" (Nietzsche). La infelicidad es la desesperanza, el desencanto, la renuncia a la propia vida.
Como bien espiritual, la felicidad es intratable racionalmente (Wittgenstein). No hay ciencia posible. No hay algoritmo. No hay consejo viable. O se ama la vida o no se ama. No hay término medio. En esa tarea nadie nos puede ayudar.
Pero el bienestar es algo puramente material, y por ello puede analizarse, pensarse y disponer medios y estrategias para acercarnos a ello. Aun cuando el concepto de "bienestar" se deje relativizar mucho, siempre conserva una base común dada por nuestras necesidades fisiológicas. Respirar, beber, comer, no pasar demasiado frío, ni demasiado calor, tener salud, no estar herido... El bienestar comienza al tener todas estas necesidades cubiertas. Desde ahí, el concepto de bienestar puede crecer casi infinitamente, incluyendo paseos en yate, sexo, droga y rock&roll.
El primer paso es entender que la política no debe ocuparse de la felicidad, pues de ello debe ocuparse cada individuo en el plano espiritual. La política debe tener el bienestar común como punto de partida. Y lo que hemos de enfrentar es, entonces, el relativismo a que se abre este concepto. ¿Cómo debemos gestionar el bienestar? Podemos pensar en una sociedad en que todos los individuos tuvieran satisfechas todas las necesidades fisiológicas. Erradicada la misera y el hambre en el mundo, y con servicio sanitario universal... Bonito pensamiento. Pero, ¿qué pasaría si, en esa misma sociedad, unos trabajaran duro cada día para mantener ese bienestar básico, mientras otros disfrutan en pequeños paraísos, sin trabajar, dando paseos en yate, sexo, droga y rock&roll? Esta cuestión me lleva a pensar que el puro bienestar tampoco es suficiente para pensar el sentido de la política. Evidente que ha de estar siempre en su lista de tareas, pero no ha de ser ese el fin único y último. Imaginemos ahora a una sociedad que hubiera arraigado en un lugar muy inhóspito de la Tierra, rodeados de una áspera y hostil naturaleza. Supongamos que en esa sociedad pasan muchas veces hambre o sed, que padecen enfermedades y mueren como chinches... Pero imaginemos que, en esa misma sociedad, todos cooperasen en igual medida, cada uno al límite de sus fuerzas y posibilidades, que se ayudasen constantemente unos a otros. Que estuvieran todos en el mismo barco. Que lucharan juntos y sufrieran juntos, todos como si fueran hermanos... ¿Qué tendría que decir allí la política? NADA. Es ese el punto en que la política se haría superflua. Esa sociedad podría demandar médicos, científicos e ingenieros, cuyos conocimientos y técnicas proporcionaran un mayor bienestar, pero no necesitarían políticos para nada. Y es eso lo que la política debería buscar: el punto en que ella misma dejara de tener sentido.
En mi opinión, ese simple ejemplo pone sobre la mesa uno de los concepto fundamentales que ha de estar en el foco del pensamiento político: la justicia. La diferencia entre los dos ejemplos que he puesto es precisamente la justicia. En el primer caso, la sociedad había logrado el bienestar común, pero se cernía sobre ella la sombra de la injusticia, pues no todos disfrutaban del mismo nivel de bienestar. En esa sociedad había unos individuos que se estaban aprovechando de otros. En el segundo caso, al contrario, el bienestar fundamental no se había logrado para nadie, pero no había sombra alguna de injusticia social, nadie se aprovechaba de nadie.
El objetivo de la política es conducir a la sociedad hacia una situación en la que nadie se aproveche de nadie. Esto es: una sociedad justa, donde nuestro esfuerzo común revierta en el común nivel de bienestar. Que nadie se aproveche de nadie.
Por supuesto, lo que observamos ahora es que la política no se despliega exclusivamente en ese plano material del bienestar. Conceptos como "justicia" remiten nuevamente a una idea abstracta. En lugar de "justicia" podríamos hablar igualmente, o más genéricamente, de "dignidad". Creo que éste es el concepto que acota lo propiamente político. La política debe proporcionar sociedades que brinden vidas dignas, lo cual requiere buscar el bienestar material común, pero dando peso e importancia a los valores espirituales humanos. La "dignidad" es tan abstracta como la felicidad. En este concepto depositamos un ideal de vida humana. No se trata necesariamente de una vida desprovista de males o carencias, sino que remite a otra dimensión. La vida de los seres humanos será digna cuando no se cierna sobre nosotros ninguna sombra de injusticia. La injusticia es una sombra que el ser humano arroja sobre sí mismo. Es la lucha y competencia entre humanos la que hoy oscurece nuestro destino. Sólo la fraternidad puede disipar esa sombra. El entendimiento y la cooperación. Sólo el AMOR puede.
271 · Si nos parte un rayo, nos arrasa un huracán o nos sobreviene una implacable sequía, ahí no hay sombra alguna. Eso es el mundo. La sombra que se cierne sobre el ser humano es la del propio ser humano. Solo el ser humano puede llevar una vida a ser indigna. Esto es lo que sucede siempre que un ser humano se aprovecha de otro, sea al nivel que sea. Cuando un ser humano trata a otro como si no fuera hermano suyo. Igualmente, solo el ser humano puede hacer que esa sombra se disipe.
272 · Si se permite la siguiente figura, la política no debe buscar la felicidad de los seres humanos, sino la felicidad de ese sujeto abstracto llamado "Humanidad". De algún modo, sabemos qué haría feliz a la Humanidad: tenderse al sol. Dejar de arrojar luz sobre sí misma.
273 · Somos las células que dan carne y cuerpo a la Humanidad. La Humanidad es nuestro espíritu. La lucha y competencia entre humanos es, visto así, como un cuerpo canceroso y enfermo. Podemos pensar en una Humanidad saludable pensando en el funcionamiento de un cuerpo sano, en el que todas sus células cooperan, sabiéndose o no partes del mismo organismo.
274 · La risa siempre gana sobre los argumentos... Los desintegra.
275 · La pregunta crucial que debe hacerse un filósofo, antes que nada, es por su propio papel como filósofo. ¿A qué debe aspirar? Y, sobre todo, ¿qué debe hacer? Y quiero entender este "hacer" en un sentido concreto. ¿Qué tipo de prácticas tiene que abordar? Algo nos dice que filósofo es quien filosofa, y entendemos entonces que tiene que pensar y escribir lo pensado. Pero, ¿es eso todo?
Uno tiende a pensar que la filosofía empieza y acaba en ese ejercicio de reflexión y escritura, y que si un "filósofo" se lanza a otras prácticas, durante ellas deja de ser filósofo y se convierte en otra cosa. Por ejemplo, un filósofo que se lance a practicar el arte, o al activismo político, etc., se convierte inmediatamente en artista o político, etc. Así, por ejemplo, a veces leemos en las enciclopedias: "artista, político y filósofo nacido en...", y de ahí entendemos que fue alguien que se dedicó al arte, a la política y a la filosofía, siempre como si fueran prácticas distintas. ¿Hasta qué punto lo son, si quizá responden a un mismo impulso vital que las ha vinculado necesariamente? ¿Si quizá persiguen el mismo fin?
276 · Sólo la experiencia puede producir un discurso. Y ahora debo añadir que concibo la experiencia como un proceso que siempre es necesario acompañar con un discurso para que sea experiencia. Lo que quiero decir entonces con lo primero es que la experiencia productora de discurso es también la experiencia de los discursos que han acompañado a la experiencia...
265 · Hace poco he cambiado el subtítulo de este texto/blog. Antes rezaba "notas al pie de mi existencia". Ello quería poner el acento en dos cosas: la primera, que no se trata de una exposición sistemática sobre un asunto, sino apuntes más o menos independientes que se me van ocurriendo mientras vivo; la segunda cosa que quería yo con aquel subtítulo se resume en el subtítulo actual: "filosofía sin responsabilidad". Con esto quiero poner el acento en el hecho de que casi todo lo que aquí escribo es sumamente irreflexivo, quizá puramente intuitivo. Simplemente las dejo caer. En verdad, responde al ejercicio de poner por escrito los pensamientos, para verlos congelados. Muchos los leo ahora y me parecen auténticos desatinos. Este debería ser una especie de "diario filosófico", personal, como un cuaderno de esbozos. Eso es lo que es. Y sin embargo, al existir como un blog de acceso público, siento constantemente la necesidad de explicar esto: no se me debería identificar con todo lo que aquí escribo. Son cosas que, seguro, he pensado, es decir, han pasado por mi mente, pero no necesariamente han quedado en mí, aunque sí queden en este escrito (esto me recuerda que hay que tener cuidado al leer, por ejemplo, los cuadernos personales de Wittgenstein).
La pregunta es: ¿qué sentido tiene que un texto así sea público? ¿Qué interés puede tener para nadie? ¿No alberga, sobre todo, confusión? Sí. Pero quizá sea justamente ése su único interés. En cualquier caso, este blog no lo visita nadie :)
266 · Una cosa que pienso últimamente: que no podemos iniciar un proyecto verdaderamente honesto si éste no posee como fin último el auto-destruirse. O más exactamente: un proyecto honesto es, para mí, aquél que tiene por fin el cambiar sustancialmente el estado actual del mundo y de nuestra forma de vida, de tal suerte que, una vez logrado ese cambio, el proyecto en cuestión carecerá de sentido, será superfluo e inútil.
Esto se opone, naturalmente, a la idea de un proyecto pensado para perpetuarse, cuyo fin es perpetuarse. Y se opone también, claro, a los proyectos que persiguen fines superficiales que, aunque hagan finalizar el proyecto, no han servido para cambiar el estado actual del mundo y de nuestras formas de vida.
Wittgenstein se encuentra, como casi siempre en mi caso, a la base de esta reflexión, cuando escribe: "No me resulta nada claro si deseo que otros continúen mi trabajo más de lo que deseo un cambio del modo de vida que haga superfluos todos estos problemas. (Por eso no podría fundar nunca una escuela)" (Aforismos: cultura y valor, § 119).
Creo que esta idea pone sobre la mesa una inmensa paradoja que, a mi entender, se cierne sobre la vida humana desde el principio de los tiempos. De hecho, creo que se cierne sobre la vida misma: su finalidad es únicamente perpetuarse. La Naturaleza es irracional y aterradora. Y no llamo "Naturaleza" sólo a la vida, sino también a todo lo yermo. La Naturaleza no saca nada de los seres vivos, no saca más ni menos que de los muertos. La Naturaleza puede arrojar mañana un gigantesco meteorito sobre la faz de nuestra Tierra, y todos reventamos: 7.000 millones de almas al garete; y a la Naturaleza le importa un comino. La vida no lo es todo para la Naturaleza. No es nada, de hecho. Los organismos vivos son, a sus ojos, sólo estructuras complejas de materia muerta... La Naturaleza no tiene otro fin más que perpetuarse en su propio desequilibrio. Asimismo, como naturaleza que somos, los seres vivos no respondemos a otro impulso que el de perpetuarnos y extendernos sin control y sin finalidad más allá de eso. Por eso el "humanismo" requiere ser "anti-naturalista": seguir los pasos de la Naturaleza sólo puede llevar a la inconsciencia y la barbarie. Esto lo expresaba claramente el cineasta José Val del Omar: "El Humanismo es un giro de 180º sobre nuestro ser animal". El Humanismo supone tomar las riendas de nuestro propio destino como "Humanidad". Por supuesto que se trata de una "idea", y el Humanismo es, así, sólo un "idealismo". Precisamente, es de ideas de lo que carece la Naturaleza. Por eso es absolutamente incomprensible. No podemos comprender su falta de finalidad, su carencia de sentido. El sentido debemos ponerlo nosotros, por medio de nuestras ideas. El Humanismo es la idea de una Humanidad auto-realizada y plena. Es eso lo que no existe. La Humanidad sigue demasiado anclada a su impulso puramente natural y descontrolado. El Humanismo es la idea de un "Porvenir". Por ello se trata de un "proyecto". Quizá es utópico, ya que nos exige trascender nuestra esfera natural, para vivir realmente como "humanos". Nos creemos y nos sentimos humanos, pero realmente no lo somos, o no vivimos realmente como si lo fuéramos...
La otra opción es que ESTO sea ya la Humanidad, que no sea posible trascender la Naturaleza, y entonces no tenemos ni salvación ni sentido. También puede ser.
267 · ¿Cómo dar pie a un pensamiento político si no es ligándolo a un pensamiento sobre la justicia? Pues el pensamiento político debe tratar sobre lo justo y lo injusto en los modos de organizarse la sociedad. Esta es de esas cosas que los antiguos griegos tenían como absolutamente obvias, y que parece que nosotros hemos olvidado. ¿En qué consistiría una sociedad justa? Esa debería ser la principal pregunta del pensamiento político.
El gran problema, por supuesto, es que el pensamiento sobre la justicia es un pensamiento moral. Es cada moral la que determina qué es lo justo o injusto en los tratos humanos. Y ya está harto demostrado que la moral no posee soporte racional alguno: no hay un criterio material al que podamos aferrarnos para dirimir entre dos preceptos morales que se contraponen. ¿Qué es lo valioso? o, ¿Cuál es el sentido de la vida?, vienen a ser las incontestables preguntas de la moral; pero hay que responderlas antes de asaltar el asunto de la justicia. Pues qué sea lo justo dependerá de qué pensemos que es valioso en el mundo y en la vida humana. La justicia siempre es una medida de valores, una balanza. Qué damos cada uno y qué recibimos cada uno a cambio. No es algo que pueda afectar a un individuo aislado. La naturaleza no puede ser con un hombre ni justa ni injusta, más que metafóricamente. Lo justo y lo injusto sólo se da en el trato entre las personas. Es una esfera propiamente humana y propiamente social, y, en el mismo sentido, es puramente cultural. La moral nace de la cultura y habita en cada valor que proyectamos con nuestros actos, consciente o inconscientemente. Siempre hay un fondo puramente emocional que nos lleva a valorar las cosas, y ello media en cada una de nuestras decisiones. Si, en un momento dado, sólo por entretenerme, me dedico a pisar hormigas, entonces demuestro no dar mucho valor a esas vidas que arrebato. Si dedico más de ocho horas al día a realizar ciertas actividades no deseadas a cambio de un salario mensual, entonces demuestro darle mucho valor a ese salario. Ambos ejemplos refieren a hechos completamente cotidianos en nuestra sociedad, y por ello, en general, se ve justo que uno se deje los cuernos por un salario, y no está prohibido, en absoluto, pisar hormigas. Pero, ¿es eso justo? La cosa es que sólo podemos responder desde una posición moral.
268 · Un negocio nunca debería comprenderse como la oportunidad de hacerse rico si el negocio tiene éxito. Un negocio debería comprenderse tan solo como un medio de vida. Y que un negocio tenga éxito sólo debería producir u beneficio para la sociedad, que disfrutará de los bienes y servicios ofrecidos. ¿Y qué pasa con el "emprendedor"? ¿Qué ganaría? ¿Por qué esforzarse en lograr el éxito de su negocio si el beneficio no será suyo si no de la sociedad? De un lado, quien así pregunta no repara en el hecho de que el mismo emprendedor forma parte de la sociedad y que, entonces, el beneficio de la sociedad es también su beneficio. Además, la pregunta da a entender que "ganarse el pan" no es suficiente recompensa. Pero ganarse el pan es lo que hace la gran mayoría de la gente. La réplica del "emprendedor" es la réplica de alguien que aspira a más que el resto, que quiere más que el resto. ¿Por qué? Obviamente, se trata de un posicionamiento moral, vinculado a un modo general de entender el sentido de la vida. Yo pienso que el sentido de la vida no es otro que la vida misma. Como Nietzsche, yo pienso que la vida no requiere de ninguna justificación exterior a ella. El sentido de la vida no puede ser obtener riquezas. Pues, ¿qué sería de quien no la busca? Quien busca la riqueza, da sentido a su vida a través de esa búsqueda. Requiere de esa búsqueda para dar sentido a su vida. Si el emprendedor replica, es porque piensa que su esfuerzo vital solo tiene sentido bajo la recompensa del dinero. Sin embargo, para quien valora la vida por sí misma, no hay esfuerzo más justificado que aquel que lleva a ganarse el pan.
269 · Artículo 128.1 de la Constitución Española: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general."
Su sentido es claro. Dice que uno puede hacer dinero en una sociedad, siempre y cuando ello repercuta también en beneficio de la sociedad. Lo que no puede ser es que grandes corporaciones hagan negocio en nuestro país y nos traten como si nos hicieran un favor. Que pongan su negocio en el desierto, o en el fondo del mar, y verán como no hacen tanto dinero. La sociedad es el soporte necesario para que existan los negocios. Son ellos los que deben algo a la sociedad y no al revés...
270 · Para pensar en política, hay que tener clara la distinción entre "felicidad" y "bienestar". Son conceptos que tienden lazos entre sí, pero que pertenecen a naturalezas diferentes. Esos lazos impiden pensar la política con claridad. ¿Qué debe perseguir la política? ¿La felicidad o el bienestar de las personas? Diríase que debe perseguir las dos cosas. Es entonces cuando nuestra mente se confunde. La felicidad es un bien abstracto, espiritual. La felicidad no se sostiene sobre ninguna base material. No hemos de confundir la felicidad con la alegría ni con el placer que en un momento dado sentimos. La pregunta por la felicidad siempre desborda el momento presente y se extiende hacia una idea atemporal de nuestra propia vida. "¿Soy feliz?" no se responde pensando en lo que ahora mismo siento o padezco; se responde pensando en la vida como unidad absoluta. Esa pregunta interroga, en general, si ha merecido y merece la pena estar aquí. Pese a todos los males, pese a todos los sufrimientos o carencias, se puede ser feliz. La felicidad es el "Amor Fati" (Nietzsche). La infelicidad es la desesperanza, el desencanto, la renuncia a la propia vida.
Como bien espiritual, la felicidad es intratable racionalmente (Wittgenstein). No hay ciencia posible. No hay algoritmo. No hay consejo viable. O se ama la vida o no se ama. No hay término medio. En esa tarea nadie nos puede ayudar.
Pero el bienestar es algo puramente material, y por ello puede analizarse, pensarse y disponer medios y estrategias para acercarnos a ello. Aun cuando el concepto de "bienestar" se deje relativizar mucho, siempre conserva una base común dada por nuestras necesidades fisiológicas. Respirar, beber, comer, no pasar demasiado frío, ni demasiado calor, tener salud, no estar herido... El bienestar comienza al tener todas estas necesidades cubiertas. Desde ahí, el concepto de bienestar puede crecer casi infinitamente, incluyendo paseos en yate, sexo, droga y rock&roll.
El primer paso es entender que la política no debe ocuparse de la felicidad, pues de ello debe ocuparse cada individuo en el plano espiritual. La política debe tener el bienestar común como punto de partida. Y lo que hemos de enfrentar es, entonces, el relativismo a que se abre este concepto. ¿Cómo debemos gestionar el bienestar? Podemos pensar en una sociedad en que todos los individuos tuvieran satisfechas todas las necesidades fisiológicas. Erradicada la misera y el hambre en el mundo, y con servicio sanitario universal... Bonito pensamiento. Pero, ¿qué pasaría si, en esa misma sociedad, unos trabajaran duro cada día para mantener ese bienestar básico, mientras otros disfrutan en pequeños paraísos, sin trabajar, dando paseos en yate, sexo, droga y rock&roll? Esta cuestión me lleva a pensar que el puro bienestar tampoco es suficiente para pensar el sentido de la política. Evidente que ha de estar siempre en su lista de tareas, pero no ha de ser ese el fin único y último. Imaginemos ahora a una sociedad que hubiera arraigado en un lugar muy inhóspito de la Tierra, rodeados de una áspera y hostil naturaleza. Supongamos que en esa sociedad pasan muchas veces hambre o sed, que padecen enfermedades y mueren como chinches... Pero imaginemos que, en esa misma sociedad, todos cooperasen en igual medida, cada uno al límite de sus fuerzas y posibilidades, que se ayudasen constantemente unos a otros. Que estuvieran todos en el mismo barco. Que lucharan juntos y sufrieran juntos, todos como si fueran hermanos... ¿Qué tendría que decir allí la política? NADA. Es ese el punto en que la política se haría superflua. Esa sociedad podría demandar médicos, científicos e ingenieros, cuyos conocimientos y técnicas proporcionaran un mayor bienestar, pero no necesitarían políticos para nada. Y es eso lo que la política debería buscar: el punto en que ella misma dejara de tener sentido.
En mi opinión, ese simple ejemplo pone sobre la mesa uno de los concepto fundamentales que ha de estar en el foco del pensamiento político: la justicia. La diferencia entre los dos ejemplos que he puesto es precisamente la justicia. En el primer caso, la sociedad había logrado el bienestar común, pero se cernía sobre ella la sombra de la injusticia, pues no todos disfrutaban del mismo nivel de bienestar. En esa sociedad había unos individuos que se estaban aprovechando de otros. En el segundo caso, al contrario, el bienestar fundamental no se había logrado para nadie, pero no había sombra alguna de injusticia social, nadie se aprovechaba de nadie.
El objetivo de la política es conducir a la sociedad hacia una situación en la que nadie se aproveche de nadie. Esto es: una sociedad justa, donde nuestro esfuerzo común revierta en el común nivel de bienestar. Que nadie se aproveche de nadie.
Por supuesto, lo que observamos ahora es que la política no se despliega exclusivamente en ese plano material del bienestar. Conceptos como "justicia" remiten nuevamente a una idea abstracta. En lugar de "justicia" podríamos hablar igualmente, o más genéricamente, de "dignidad". Creo que éste es el concepto que acota lo propiamente político. La política debe proporcionar sociedades que brinden vidas dignas, lo cual requiere buscar el bienestar material común, pero dando peso e importancia a los valores espirituales humanos. La "dignidad" es tan abstracta como la felicidad. En este concepto depositamos un ideal de vida humana. No se trata necesariamente de una vida desprovista de males o carencias, sino que remite a otra dimensión. La vida de los seres humanos será digna cuando no se cierna sobre nosotros ninguna sombra de injusticia. La injusticia es una sombra que el ser humano arroja sobre sí mismo. Es la lucha y competencia entre humanos la que hoy oscurece nuestro destino. Sólo la fraternidad puede disipar esa sombra. El entendimiento y la cooperación. Sólo el AMOR puede.
271 · Si nos parte un rayo, nos arrasa un huracán o nos sobreviene una implacable sequía, ahí no hay sombra alguna. Eso es el mundo. La sombra que se cierne sobre el ser humano es la del propio ser humano. Solo el ser humano puede llevar una vida a ser indigna. Esto es lo que sucede siempre que un ser humano se aprovecha de otro, sea al nivel que sea. Cuando un ser humano trata a otro como si no fuera hermano suyo. Igualmente, solo el ser humano puede hacer que esa sombra se disipe.
272 · Si se permite la siguiente figura, la política no debe buscar la felicidad de los seres humanos, sino la felicidad de ese sujeto abstracto llamado "Humanidad". De algún modo, sabemos qué haría feliz a la Humanidad: tenderse al sol. Dejar de arrojar luz sobre sí misma.
273 · Somos las células que dan carne y cuerpo a la Humanidad. La Humanidad es nuestro espíritu. La lucha y competencia entre humanos es, visto así, como un cuerpo canceroso y enfermo. Podemos pensar en una Humanidad saludable pensando en el funcionamiento de un cuerpo sano, en el que todas sus células cooperan, sabiéndose o no partes del mismo organismo.
274 · La risa siempre gana sobre los argumentos... Los desintegra.
275 · La pregunta crucial que debe hacerse un filósofo, antes que nada, es por su propio papel como filósofo. ¿A qué debe aspirar? Y, sobre todo, ¿qué debe hacer? Y quiero entender este "hacer" en un sentido concreto. ¿Qué tipo de prácticas tiene que abordar? Algo nos dice que filósofo es quien filosofa, y entendemos entonces que tiene que pensar y escribir lo pensado. Pero, ¿es eso todo?
Uno tiende a pensar que la filosofía empieza y acaba en ese ejercicio de reflexión y escritura, y que si un "filósofo" se lanza a otras prácticas, durante ellas deja de ser filósofo y se convierte en otra cosa. Por ejemplo, un filósofo que se lance a practicar el arte, o al activismo político, etc., se convierte inmediatamente en artista o político, etc. Así, por ejemplo, a veces leemos en las enciclopedias: "artista, político y filósofo nacido en...", y de ahí entendemos que fue alguien que se dedicó al arte, a la política y a la filosofía, siempre como si fueran prácticas distintas. ¿Hasta qué punto lo son, si quizá responden a un mismo impulso vital que las ha vinculado necesariamente? ¿Si quizá persiguen el mismo fin?
276 · Sólo la experiencia puede producir un discurso. Y ahora debo añadir que concibo la experiencia como un proceso que siempre es necesario acompañar con un discurso para que sea experiencia. Lo que quiero decir entonces con lo primero es que la experiencia productora de discurso es también la experiencia de los discursos que han acompañado a la experiencia...