WANDERER

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2016

332 · No se han de buscar consejos (ni para recibir ni para dar); se han de buscar ejemplos. Porque el ejemplo hace  mundo.

333 · Y si no encuentras el ejemplo adecuado, ¡ea!, entonces debes inventarlo: ser tú el ejemplo.

334 · Hoy leo en redes sociales la siguiente definición del feminismo: "La lucha para que los derechos sociales, políticos y económicos de las mujeres sean iguales a las de los hombres".
Hay dos cosas que me chirrían del planteamiento de ese eslogan. Primera, que el elemento de la comparación que sirve como "referente" son los hombres y no las mujeres. Se entiende que la relación de igualdad (=) es conmutativa, pero de hecho el eslogan se emite desde una sociedad desigual, y proclama, pues, un movimiento que iguale las cosas. Y ese movimiento, tal como viene expresado en el eslogan, deben hacerlo las mujeres, para aproximarse e igualarse a los hombres. Claro está, esto tiene perfecto sentido tratándose de "derechos", ya que la dirección contraria (que los hombres se muevan hacia las mujeres) equivale a "perder derechos", y eso no tiene demasiado sentido reivindicarlo.
Ahora bien, esa es precisamente la segunda cosa que me chirría del eslogan, a saber: que reduzca el problema del machismo/feminismo a un problema de "derechos" (sociales, políticos y económicos, se especifica). ¿Y qué es de toda esa realidad cultural que no cae bajo las categorías del Derecho, y que, sin embargo, está a la base de nuestras formas de vida, sobre la que se edifica, de hecho, nuestra compleja realidad social, política y económica? ¿Qué es, por ejemplo, de los sesgos machistas de nuestro lenguaje natural? ¿Qué es de los cánones de género, que a través de noticias, películas o anuncios nos dan los rasgos del hombre y de la mujer "ideales"? ¿Qué es de los roles repartidos para los coqueteos y cortejos de emparejamiento? ¡Qué el hombre debe ser duro y la mujer tierna y dulce! ¡Que las niñas vayan de rosa y los niños de azul! Estas pequeñas cosas cotidianas son, en mi opinión, el núcleo duro del machismo que empapa nuestra cultura, y del que no escaparemos por más que se equiparen los derechos.
Plantear el feminismo desde el plano de los derechos es un error, ya que de ello se ocupa el Derecho mismo: la Constitución ya declara la necesaria igualdad de derechos entre hombres y mujeres. La desigualdad no es ya un problema de derechos, sino de las prácticas reales y cotidianas que desvían cualquier pretensión del Derecho. Hombres y mujeres YA poseen los mismos derechos, al menos si atendemos a la esfera propia del Derecho. Las instituciones no son las que impiden que hombres y mujeres gocen de esa igualdad de derechos sociales, políticos y económicos. Lo que impide esa igualdad es la actitud real y cotidiana de las personas, el modo en que hecho se relacionan, el modo en que nos emparejamos, el modo en que nos miramos y nos hablamos, el modo en que valoramos cada situación y a cada persona.
Así pues, el feminismo no debería reivindicar los mismos derechos para hombres y mujeres, pues, insisto, eso ya lo reivindica el Derecho mismo. El feminismo debe orientarse al cáliz del que verdaderamente emana la cultura, que es la vida cotidiana, las prácticas cotidianas bajo las cuales los nuevos individuos que nacen aprenden a vivir, perpetuando el machismo, inyectándolo por debajo de nuestra propia piel. El más feminista del mundo es hoy aún demasiado machista, ya sólo por pensar a través de un lenguaje cargado de significaciones machistas. Uno casi puede detectar el machismo en cada gesto y en cada ademán de cada hombre y de cada mujer.
No se piense, claro está, que machistas son sólo los hombres, ni se piense que el machismo solo afecta negativamente a las mujeres. El machismo es un fenómeno emergente de las formas de vida, oculto tras ellas, generando sutiles modelos de dominación masculina (inercia ineludible de la propia naturaleza animal de nuestros ancestros, los primates, en cuyos grupos siempre dominó un "macho alfa"). Estas formas de dominación no solo se traducen en una superioridad de los hombres en el estatus social, político y económico; más en lo profundo, generan una masculinización del propio concepto del Poder. Así también sufren el machismo aquellos hombres que no cumplen con las expectativas asignadas culturalmente al varón: cualquier resto de feminidad en un varón está tan mal visto en la cultura machista como la mujer varonil. El machismo es algo que afecta a la sociedad entera, a todos sus individuos, simplemente porque predispone ciertos roles asignados diferentes para hombres y para mujeres, y predispone ciertos ideales, conceptos de éxito y fracaso, etc. Si el machismo es un problema y una lacra, lo es porque nos impide desarrollarnos libremente a cada uno según nuestra propia inclinación natural o espiritual. Hay mujeres a las que no les sale ser dulces y coquetas, resultan así "poco femeninas", y en los desempeños más cotidianos esa muchacha lo sentirá, miles de susurros y miradas, miles de ejemplos, todo se lo hará sentir, que no cumple la regla, que no sigue el canon. Lo mismo hay hombres que por naturaleza muestran una sensibilidad más femenina. Pero, lejos de aceptarse con normalidad, todo señala su rareza, incluso su "perversión". Nuestro lenguaje ya dispone de los calificativos para esa mujer poco femenina (quizá "machorra"), y para los hombres afeminados ("nenaza", por ejemplo). Los pronunciemos alguna vez o no, ya sólo que existan esos términos, que los conozcamos, que caigan en nuestras mientes aunque sea de un modo fugaz, ya sólo eso nos hace machistas. Porque no es que uno sea machista y otros no. El machismo no es una propiedad que posean o no posean los individuos, sino que debe aplicarse sobre la cultura y la sociedad en su conjunto. Vivimos en sociedades machistas y, en esa medida, todos somos machistas.
Uno de los grandes errores del feminismo tradicional ha sido tener la masculinización de la mujer como estrategia de acceso a los círculos políticos y económicos. Bastaría con fijarse en la evolución de las vestimentas femeninas durante el último siglo: el corte de la vestimenta ejecutiva femenina ha tendido a reproducir los cortes rectos de las chaquetas masculinas, los colores oscuros y grises, etc. Asimismo, se pone como modelo de mujeres feministas aquéllas que empezaron a practicar deportes tradicionalmente masculinos, vestir con pantalones y camisas, etc. Por supuesto que ellas son signos visibles de la reivindicación feminista de "seré como quiera ser"; pero aquí detrás asoma de nuevo el asunto por el que empezamos: ¿por qué no han de ser lo hombres los que se feminicen? Más en general: ¿no debería cada cual definir su género y su sexualidad libremente? Qué duda cabe que es aquí donde vienen a unirse, con total coherencia, los movimientos feministas y los movimientos de gays y lesbianas, transexuales, etc.: son y deben ser movimientos que trasladan el problema del feminismo hacia la cuestión más general del "género". Eso hace más claramente visible que el problema nos afecta a todos, y que somos todos los que debemos movernos. Nos son las mujeres las que deben avanzar hasta ocupar el lugar y las maneras de los hombres. Somos todos los que debemos cambiar nuestras formas de vida, los modos de hablar y de educar a nuestros hijos, para construir una cultura, no ya que deje de ser machista por ser "igualitaria", sino, más profundamente, que en ella la cuestión del género deje de ser una "cuestión". Esto no va a conseguirlo el Derecho. Sólo la educación puede.

335 · En una revista electrónica de variedades tienen una sección dedicada a "Ciencia". En ella leo accidentalmente un estudio sobre cual es la nación más amorosa del mundo, y resulta que es España. Lo cierto es que esa conclusión no me ha sorprendido tanto como el hecho de tomar ese estudio como "Ciencia".
Por supuesto, lo que hace que un estudio sea científico no debería tener que ver, en principio, con aquello estudiado, ni con las conclusiones obtenidas, sino solamente con el método seguido. La ciencia consiste básicamente es extraer conclusiones generales a partir de la observación de casos particulares y aislados. Como, naturalmente, nunca tenemos delante todos los casos de un mismo tipo de fenómeno, sino sólo una pequeña parte de ellos, nunca terminamos de corroborar completamente las teorías científicas (Galileo no tomó nota de todas las caídas de todos los cuerpos que habían caído, que caían entonces y que caerían después, sino que sacó sus leyes de una pequeñísima selección de caídas). Así parece fácil inferir que la "verdad" que ofrecen las ciencias es puramente "estadística". Pero esa inferencia es errónea. No se debe confundir la ciencia con la estadística. El método científico no es el método estadístico. La estadística es un aparato estrictamente matemático y, en esa medida, es estrictamente formal. La estadística es una herramienta con la que podemos manejar datos, y en particular datos numéricos; pero no implica una manera determinada de obtener esos datos, ni implica un modo de asignar un "valor" a los mismos en el proceso de extraer conclusiones; y ambas cosas son cruciales para caracterizar lo científico. Respecto a la obtención de datos, la ciencia empírica se dedica escrupulosamente a establecer controles en los procesos de observación, y la traducción de las observaciones a forma de dato numérico sigue siempre un modelo estable basado en patrones de medida (el sistema internacional). Por supuesto que aquí no sólo hay "verdad" en el sentido antiguo, pues hay también "mentira" en forma de convenciones y demás; los sistemas de medida que usa la ciencia son convencionales, y sólo son "objetivos" en la medida en que entendamos la propia objetividad como el resultado de aplicar patrones convencionales. Más allá de esta discusión epistemológica a la moderna, lo que es seguro es que no toda recogida de datos puede tenerse como propia de la ciencia. Yo no sé exactamente qué método siguieron los "científicos" que hicieron el estudio sobre lo amorosas que son las diferentes naciones, qué controles pusieron en esos procesos, qué baremos usaron para establecer lo que es ser más o menos amoroso, etc. Y como no lo sé..., me queda la duda... Por otro lado, respecto al "valor" que le damos a los datos obtenidos de cara a sacar conclusiones: la estadística por sí misma no aporta valores de verdad, sólo maneja datos; no afirma ni niega nada en firme, sino que establece "probabilidades": no dice que algo tenga que suceder o que no tenga que suceder, calcula la probabilidad de que algo suceda en base a los datos manejados. De un cálculo estadístico nunca se sigue una proposición general. Pero la ciencia sí busca proposiciones generales, y para ello debe asignar un "valor" a los datos que obtiene. La ciencia puede (y en algunos casos está obligada a) usar la estadística, pero su finalidad no está ahí. Basta una sola observación de un caso contrario a la predicción científica para poner en jaque la teoría que sostenía la predicción; pero un caso de español poco amoroso no contradice el estudio presentado esa revista.
Además de eso, bastaría recuperar el criterio de falsabilidad de Popper para determinar que tal estudio no es científico: el estudio no establece ningún criterio para poder falsarlo, ya que ellos mismos han establecido los criterios de lo más o menos "amoroso", miden con sus criterios y exponen sus conclusiones. Conclusiones que, claro está, no son conclusiones científicas, si no en todo caso estadísticas.
Es, pues, tan claro que tal estudio no es científico, que me sorprende que aparezca tan cómodamente en la sección de "Ciencia" de esa revista. Y digo que aparece "cómodamente" porque, en efecto, a la palabra se la ve cómoda ahí, no llama mucho la atención. Me llama la atención a mí y a unos pocos más que hayamos estudiado o leído algo de filosofía de la ciencia y de sus criterios de demarcación, pero a los genéricos y variados lectores de esta revista genérica de variedades el asunto les pasará inadvertido (claro está que a los editores también). La cuestión importante y que queda detrás es: ¿qué pasa cuando un estudio cualquiera aparece en esa sección? ¿Qué es lo que esa sección simboliza a los ojos comunes de la sociedad? Naturalmente, la ciencia es una institución que se encarga de legitimar ciertas creencias. Lo que esta revista nos viene a decir, entonces, es que, científicamente hablando, los españoles somos gente más amorosa. "Científicamente hablando", quiere decir: tómalo como algo serio. Así la ciencia puede convertir en algo serio cualquier estupidez, y de cuando en cuando lo hace. No sé si los responsables del estudio son realmente un grupo de científicos, más bien que un grupo de estadistas, o quizá de redactores de revista. El caso es que alguien aquí quiere hacer pasar gato por liebre.

336 · Más cosas que circulan por Internet. Hoy un articulito que habla de la "Eudaimonia" o, más bien, habla de la filosofía como un método para alcanzar la plenitud y la felicidad. A lo que yo respondo: ¿un método? Quien diga que la filosofía es el método, se confunde. En todo caso diría que la filosofía ha buscado ese método, sin encontrarlo, claro. No hay un método para ser feliz. Cada cual debe inventar el suyo. Por supuesto que la felicidad, si existe, existe desde antes de que existiera eso que llamamos filosofía. Si la felicidad existe, existe a expensas de la filosofía, está claro. Creo que, si la filosofía puede ayudar a encontrar el camino de la felicidad, ha de ser porque la filosofía puede llevarnos a la paradójica conclusión de que la filosofía no puede ser el camino. Pues no hay camino, caminante...

337 · La infancia está muy desacreditada. Se trata a los niños, en general, como si fueran pequeños bobos, torpes e inútiles. Les hablamos como si lo fueran. Y tratamos todo el tiempo de mostrarles lo pequeños, torpes e inútiles que son. Lo hacemos con amor, sí, con toda nuestra buena voluntad de hacerles crecer, de sacarles de su torpeza e inutilidad. Claro, aquí está operando un concepto muy concreto sobre lo que es ser grande, hábil y útil. En mi opinión, cualquier niño, en su caos, es mil veces más grande que cualquier adulto. Y es así que, a pesar del caos, a través de él, sin abandonarlo nunca, un niño de cinco años puede realizar actividades increíbles, como tocar instrumentos musicales con absoluto virtuosismo, o resolver complejos problemas matemáticos. Todo depende de lo que a un niño se le enseñe, de cómo se le trate, de cómo se le considere. Si les consideramos torpes e inútiles, hacemos de ellos torpes e inútiles. Si les consideras humanos en toda regla, entonces son super-humanos. Llegamos a considerar "cruel" el enseñar música a un niño pequeño. Si con cinco años toca el violín como Paganini, es que le han obligado a tocar y tocar a la pobre criatura, como si le estuviéramos robando su infancia, esto es, su derecho a la torpeza e inutilidad, quizá su derecho a la "inocencia" o al "puro juego". Mas quien piensa así se equivoca: la inocencia y el puro juego le son a un niño "irrebatables". La verdadera grandeza del niño es justamente ésa. Haga lo que haga, lo hará dentro del caos propio de lo infantil, esto es: fuera de todo marco normativo estable y prefijado, de todo prejuicio, de toda finalidad específica. Ese es el gran enigma de la infancia: el ser capaces de dar valor a las cosas espontáneamente. Cuando dirigimos la educación a proporcionar el niño unas habilidades y una utilidad, estamos condenando al niño a servir a los intereses de una sociedad siempre demasiado específica, demasiado concreta, demasiado parcial y, sobre todo, que el niño no ha elegido. Les inculcamos ideales del éxito y del fracaso, de la grandeza y de la bajeza, de lo que es ser útil y lo que es ser inútil, y ello marcará inevitablemente su existencia. Pero la grandeza del ser humano reside en su posibilidad de ser libre, esto es, en la posibilidad de ser creativo, esto es, en la posibilidad de inventar sus propios valores. Antes de educar a los niños para que se conviertan en adultos, deberíamos tratar de aprender de ellos.

338 · Siento una mezcla de grima y vergüenza cada vez que oigo a alguien decir que es "artista". Más aún cuando alguien lo dice de mí.

339 · ¿Crees en la justicia? Entonces eres humanista... y antropocéntrico... Las guerras más injustas y devastadoras desde el punto de vista humano son, sin embargo, un banquete para cuervos y gusanos...

340 · Hay que preguntarse si realmente podemos comportarnos como "humanos", y no simplemente como los animales QUE SOMOS... Hay que preguntarse si la incorregible e inconsciente fuerza de la naturaleza nos deja algún margen de acción. O si, por el contrario, como parece, la naturaleza mueve nuestros hilos como si fuéramos salvajes marionetas...

341 · No el conocimiento, no. No la verdad. La creatividad nos hace libres.

342 · Hay sin duda placer en el cumplimiento del deber. Pero no se asemeja en nada al placer de la transgresión o la subversión. El uno satisface nuestro ser gregarios, nuestro deseo de participar de la sociedad. El otro satisface a nuestra individualidad, nuestro deseo propio, al margen de la sociedad. La vida del ser humano se desenvuelve siempre entre ambas tentaciones. La cultura, como cristalización de nuestras formas de vida, contempla ambas inclinaciones de nuestro espíritu: establece un marco moral de valores y deberes, pero al mismo tiempo reserva siempre espacios y momentos para la transgresión: el erotismo, la guerra, la fiesta, el arte...

343 · Existe el proyecto de estudiar la historia de la humanidad desde un punto de vista científico, esto es, tomando como punto de partida los datos empíricos del devenir histórico, escrutando las condiciones materiales de ese devenir. Por mi parte, no puede haber problema en ello, ya que entiendo que, en efecto, eso que llamamos "humanidad" deviene en el mundo como deviene cualquier otra cosa en el mundo: según fuerzas naturales. Por supuesto que la ciencia es una abstracción, los objetos que estudia son siempre abstracciones. Tan abstracto es el concepto de "electrón", como el de "molécula", como el de "célula", como el de "organismo", "ser vivo" o "animal", como el de "ser humano" y como el de "humanidad". Si son posibles a un mismo tiempo la física, la química, la biología molecular y la zoología, tratar científicamente las sociedades humanas es también perfectamente posible. Esta ciencia debería darnos reglas generales acerca de cómo se comportan las sociedades, de cómo devienen en virtud de ciertas condiciones. Podría incluso hacer ciertas predicciones, igual que hacen otras ciencias.
La trampa está en pensar que esta ciencia puede, además, proporcionar herramientas para intervenir en el curso de la historia. Hay aquí, en efecto, una trampa teórica. Tenemos claro que las ciencias (nuestro conocimiento del mundo) proporcionan la base a toda tecnología: ciencia aplicada. Pero el caso de la historia nos hace caer en una paradoja. Si la historia es estudiable científicamente, es porque las sociedades devienen según fuerzas naturales, porque hay leyes que las sociedades cumplen inexorablemente, tal como los átomos cumplen inexorablemente las leyes que la física atómica persigue. El objetivo de una ciencia es describir (Wittgenstein). Si yo usara una ciencia de la historia para cambiar o dirigir el curso de la historia, ese cambio o esa dirección debían (o podrían) haber sido predichos por la misma ciencia, de modo que no podríamos decir que nosotros hemos cambiado la sociedad, sino que ella misma debió cambiar por sus propias leyes. Posiblemente, la constitución de esa ciencia de la historia y el intento de aplicarla no serían más que sucesos históricos. Si puede haber una ciencia de la historia, esto es, del devenir de las sociedades, entonces nosotros (individuos) no podemos hacer nada por cambiar su curso. Por supuesto que el mundo humano va cambiando en la medida en que los humanos cambian sus formas de vida, en la medida en que cada nuevo individuo se comporta de un modo u otro. Pero eso es tanto como decir que las células del cuerpo humano se comportan como lo hacen por la química de sus moléculas o, más profundo, por la física de sus átomos y partículas elementales... Pero a la biología no le interesan para nada las elucubraciones cuánticas. Los diferentes niveles de abstracción se independizan unos de otros. Si tomamos una sociedad como objeto de estudio, entonces nada importa lo que digan otras ciencias acerca del individuo humano. Los individuos no cambian el mundo; simplemente cambiamos con él.

344 · Y otra cosa más al respecto. Como he dicho antes, la ciencia de la historia no podrá nunca crear herramientas para intervenir en el proceso histórico. Pero es que además, aun si pudiera, nunca sabríamos hacia dónde deberíamos empujar a la humanidad. En efecto, eso pertenece al plano de la moral, y éste nunca será abarcable por la ciencia. Wittgesntein lo zanjó en una frase: "La ética es inexpresable". El "valor" no pertenece a la descripción objetiva y material de las cosas. La ciencia nos dice cómo son las cosas, pero no puede pronunciarse acerca de cómo deberían ser. La sola idea es ridícula. La ciencia se caracteriza por su método de investigación del mundo, pero ni siquiera ofrece una ligera idea de qué es concretamente lo que debe investigar. Tan ciencia es la que busca vacunas para curar enfermedades, como la que persigue crear armas de destrucción masiva. En el caso de una posible ciencia de la historia y de su aplicación para cambiar el mundo, uno se pregunta: ¿hacia dónde deberíamos ir? Y yo pregunto: ¿a caso podemos ir hacia otro sitio que hacia donde de hecho vamos, empujados por el cosmos con la misma determinación que los átomos y los planetas? El mundo deviene a expensas de nuestros deseos. Que suceda lo que deseamos o no suceda, o que suceda lo que no deseamos, es sólo cosa de coincidencia. Nos guste o no, así es el mundo. Nos guste o no, somos mundo.

345 · Vamos hacia donde vamos. Pero hacia dónde vamos no está escrito, quiero decir, nosotros no lo sabemos. Nadie lo sabe. Así que nadie sabe qué es lo que nos queda por hacer, a todos y a cada uno. No sé lo que me corresponde hacer mañana. Sé, quizá, lo que la sociedad espera, lo que muchos esperan, lo que yo mismo espero..., pero no lo que de hecho sucederá. Ese es precisamente nuestro margen. Puedo imaginar que eso depende de mí. Llamamos "libertad" a nuestros contoneos mentales con las posibilidades del futuro. Esto también lo afirmó Wittgenstein en una de sus sentencias: "La libertad de la voluntad consiste en que acciones futuras no pueden conocerse ahora". Hablaba justamente de esto.

346 · Se tiende a pensar que la libertad de los individuos es algo que depende del contexto social, que hay o podría haber sociedades en las que los individuos son libres, frente a sociedades donde no lo son, o que lo son en mayor o menor grado, etc. Se trazan así dos conceptos de libertad, señalados hace décadas por I. Berlin en su famoso ensayo. Él llama, creo recordar, "libertad positiva" al libre albedrío propio de cada individuo, que forma parte de nuestra condición de seres humanos; y llama "libertad negativa" a ese marco social que dota a los ciudadanos de una mayor o menor autonomía, blindando a las personas con ciertos derechos y atribuyéndoles, por tanto, también ciertos deberes. Aún cuando entiendo perfectamente el sentido y el espíritu de esta postura, he de reconocer que me parece un disparate. Primero, porque nos atribuye una libertad individual ("positiva") que de hecho no poseemos más que en nuestra imaginación. Y segundo, porque no es posible llamar "libertad" a algo que te asigna "deberes". Es un total contrasentido. Cierto que Berlin la denomina "negativa"... Pero, ¿por qué libertad? ¿Por qué llamar libertad a eso? ¿En qué retorcido sentido nos hace libres el vivir bajo ciertos derechos y deberes? ¿No debe consistir la libertad en vivir bajo el amparo de mis propios principios? Existe aún el dogma de las viejas escuelas, de que lo contrario nos sumiría en el caos, la guerra de todos contra todos. ¿Pero hay en el mundo otra cosa que guerra y caos? No tanto en nuestras ciudades y pueblos, de nuestros flamantes países desarrollados. Pero, allende nuestra fronteras, el mundo siempre está en llamas, y son esas llamas las que calientan nuestros hogares. Por supuesto que estamos en la guerra de todos contra todos. El ser humano, en tanto que ser vivo, no sabe comportarse de otra manera que aprovechando todo el poder que puede aprovechar. Pero no todo es violencia en nuestra naturaleza, claro que no. El ser humano es un ser por naturaleza gregario: sabe comportarse en un grupo, sabe asumir roles, sabe colaborar, sabe ser amable, hospitalario y agradecido, sabe amar... ¿Por qué tanto miedo a la libertad? ¿Por qué conformarse con una fraudulenta "libertad negativa"? ¡Qué el futuro no está escrito y nadie sabe lo que está bien ni lo que está mal! ¡Que nos han educado por inercia! ¡Que lo que nuestros padres quieren y esperan de nosotros, no es lo que nosotros tenemos que querer y esperar! Arrastramos por inercia una forma de vida absolutamente limitante. El ser humano dispone de un potencial increíble y maravilloso, pero muy pocos alcanzan a desarrollarlo. La cultura general nos instruye para ser pequeñas piezas en grandes maquinarias; nos empuja masivamente hacia formas de vida insatisfactorias, anodinas, absurdas, completamente ridículas. Todo por inercia, claro, porque la cultura y las formas de vida se transmiten de generación en generación, porque todo el mundo tiene miedo de defraudar a sus padres...
Yo solo llamaría libertad a los contoneos mentales con la posibilidad de salir de esa inercia.

347 · Salir del cenagal de la cultura: esa debería ser la tarea de los seres humanos.

348 · "Allí donde la mayoría flojea, donde todos muestran su debilidad; es ahí donde nosotros nos crecemos. Y nadie se da cuenta: todo sucede muy por encima de sus cabezas, o quizá muy por debajo de sus pies... Nuestros datos nunca servirán a sus encuestas. No somos relevantes, ¡y tanto mejor! Ni siquiera tienen un lenguaje que sea capaz de entendernos. Solo nos entiende nuestra propia música..."

349 · Este sistema está lleno de siervos. Pero, ¿en qué momento servimos al sistema? ¿Cuáles de nuestros actos son los que de veras mantienen la maquinaria en marcha? Teniendo como referente y como inercia la lucha social entendida como "lucha obrara", tendemos a pensar que servimos al sistema cuando trabajamos, cuando "nos dejamos explotar". Pero creo que no es así. Servimos al sistema cuando consumimos. Lo que este sistema necesita por encima de todo son consumidores. El trabajo sólo se necesita para producir cosas. Si no se consumieran en tal cantidad, no habría razón para producirlas en tal cantidad. Ellos nos explotan, porque les compramos. Y cuanto más compramos, más tenemos que trabajar, para producir todo eso que compramos... Es completamente de tontos.

350 · Toda la lucha obrera dejaría de tener sentido y, en tal sentido, triunfaría, si los mismos trabajadores dejaran de ser consumidores compulsivos. Es nuestro propio consumo el que nos está explotando, y el que tiene esclavizado a medio mundo. Digámoslo en una frase: en el pecado llevamos la penitencia.

351 · Toda mi ropa cabe en dos cajones... Obviamente, no voy a la moda.

352 · Pero lo curioso de lo anterior, la verdad, es que yo no tengo poca ropa por una cuestión de conciencia. Sencillamente, tengo la impresión de que nunca me importó la ropa, y nunca me hizo ninguna ilusión ir de compras ni estrenar prendas nuevas. Pero a las cosas que me gustan y que me hacen ilusión me entrego totalmente. No deja de resultarme chocante que tantas personas le den importancia a la ropa y les ilusiones ir de estreno en estreno, y de tienda en tienda, pero de hecho así es. También es evidente que los jovencitos y jovencitas que se suman cada día a las hordas del consumo no se han inventado nada, que todo lo han visto y absorbido del entorno, de sus propios padres, de la televisión, la publicidad, etc. Imagino que, si nunca me hizo ilusión la ropa, ni tampoco ir de compras, es porque eso fue lo que yo absorbí, lo que se vivía en mi casa desde pequeño... Una y otra vez vuelvo al problema de la educación infantil.

353 · No me gusta hablar de una "tendencia general", para referirme a eso que hacen las masas. Yo preferiría usar "tendencia mayoritaria", por cuanto pone más claramente a la vista que se trata de una mera mayoría, sin ningún componente más. El concepto de "general" se pone fácilmente de puntillas para asemejarse a "universal", y entonces ya empezamos con monsergas hegelianas. El concepto de "mayoría", en cambio, es mucho más humilde, y más bien baja la cabeza para asemejarse a "borreguismo". Esta última debería ser la verdadera manera de llamarlo.

354 · Al revisar los recuerdos de cómo me forjé, de cuáles fueron las claves que se hicieron fuertes en mi juventud y me empujaron a ser quien soy hoy, creo precisamente que se trata de un rechazo del borreguismo. El concepto de "lo normal" o "lo que le gusta a todo el mundo" fueron para mí, desde joven, sinónimas de "vulgar", "simplón", "ingenuo", "cretino", "hipócrita", "inconsciente", "inconsecuente", "alienado"..., "del montón"... Ser "raro", "excepcional", "minoritario", eran para mí síntomas de que ahí podía haber algún valor. Luego había que aproximarse y valorar de cerca, pues siempre fui consciente de que había cosas minoritarias y raras que tampoco iban conmigo... Pero lo raro y peculiar siempre fue un primer tamiz. Ahora veo claramente que eso ha tenido para mí muchísima importancia.

355 · También me doy cuenta de que ese borregismo, ese dejarse llevar por la gran tendencia, no he dejado nunca de sentirlo como una "tentación". Al final, es a eso hacia lo que todo nos empuja. Todo el que nada contra corriente siente la tentación de relajarse y de dejarse llevar...

356 · Arriba escribí que la tarea debía ser "salir del cenagal de la cultura". Aquello expresaba un consejo en negativo. Si ahora tuviera que expresar ese mismo consejo en positivo, diría: "que cada cual explore y desarrolle su rareza".

357 · Creo que ya había escrito esa última frase antes. Lo de "explorar tu legítima rareza" se lo oí una vez a un profesor de la Universidad (aquél que luego fue ministro con Zapatero, el mismo profesor para el cual escribí, como trabajo final de una asignatura, allá por 2006, los primeros 20 parágrafos de este texto). Es curioso como hay frases que nos acompañan durante muchos años, y de cuando en cuando las pronunciamos de nuevo como si fuera la primera vez, con el mismo entusiasmo, con la misma sorpresa, con la sensación de estar con esa frase aclarando alguna cosa... Curioso, en efecto, pues esto indica que aquella otra vez no fue del todo aclaradora... Es como llegar a una isla desconocida, descubrirla, marcharte de allí, y después de un tiempo volver a caer en ella por casualidad, y volver a descubrirla como si nunca hubiéramos estado allí. O como si la isla hubiera cambiado tanto que fuera ya irreconocible. O que nosotros mismos hubiéramos cambiado tanto que no pudiéramos verla como la vimos en otro tiempo... Esto último es exactamente lo que se produce cuando volvemos a leer un libro que teníamos ya olvidado. En efecto, es como si no lo hubiéramos leído nunca. A mí, al menos, esto me ha pasado varias veces. Me ha pasado, por ejemplo, con libros de filosofía que estudié en la universidad y que tengo subrayados. Me ha pasado entonces el no recordar en absoluto por qué subrayé lo que subrayé, qué es lo que me interesaba en esos párrafos, pues me pasa que ahora subrayaría otros totalmente distintos. Por supuesto que el libro no ha cambiado ni una coma en todos estos años. Mi mirada es la que debe haber cambiado. El tiempo nunca pasa en balde...

358 · La dominación es algo natural entre animales, especialmente entre aquellos que viven en manadas o grupos. Llamo "dominación" al hecho de que unos individuos hagan valer su voluntad por encima de la de otros. En el reino animal, y especialmente entre los mamíferos superiores, todo suele resolverse en una competición de fuerza: el más fuerte hace valer su voluntad. Por supuesto, esta jerarquía de los individuos según su fuerza no deja de ser una estrategia natural para hacer posible la vida en la manada, digamos, para evitar el conflicto cotidiano. Dos animales, en el mismo momento en que se encuentran, lo primero que hacen es medirse. Una vez medidos, todos saben ya quién es el fuerte y quien el débil. Así, por ejemplo, ante la cuestión de quién es el que va a comer primero y la mejor parte del festín, la cosa ya está resuelta de antemano. Si no hubiera una jerarquía clara, la vida en grupo sería una continua pelea y disputa. Habiendo un "macho alfa" la cosa está muy clara. Los animales que vivimos en manada tendemos por instinto a medirnos, a medir nuestras posibilidades frente a otros, y sabemos asumir el rol de nuestra jerarquía: quien domina, sabe por instinto ejercer su dominación, y el dominado sabe por instinto bajar las orejas y aceptar su parte.

359 · Cuando pienso en el machismo que impera en nuestras sociedades, no puedo dejar de entenderlo como una herencia de nuestra animalidad. Por un lado, esa "ley del más fuerte" que domina entre los animales privilegia desde un comienzo a los hombres, pues, entre los mamíferos, hablando en general, los machos son más fuertes y corpulentos que las hembras. Por otro lado, la ciega naturaleza dotó a ambos sexos de roles muy específicos dentro de la manada y que tienen por objeto la prosperidad de ésta y la conservación general de la especie; estos roles específicos hicieron desde un comienzo que la mujer fuera responsable de la gestación y posterior crianza de los hijos. En algunas especies animales no es así, pero así es entre casi todos los mamíferos, así es entre los primates y así fue seguro desde un comienzo entre los seres humanos. El delicado periodo de embarazo y el largo periodo de lactancia no pueden pasar desapercibidos entre animales que constantemente miden sus fuerzas y posibilidades. Durante tales periodos las hembras se vuelven tremendamente vulnerables y, en tal sentido, dependientes. Y la naturaleza dotó a los animales de los instintos necesarios para que ello fuera así, creando diferentes tipos de sentimientos y de lazos entre los individuos. Los machos tienen el instinto de competir por las posiciones de poder, que incluyen de manera especial el derecho de aparearse con las hembras. Los machos "menores" tienen el instinto de aceptar su posición; el macho "alfa" tiene el instinto de dar cumplimiento a sus derechos, imponiendo su voluntad por encima de la de los otros machos, y tomando a la hembras como parte de su botín (de donde comienza a desprenderse la ingrata "cosificación" de las mujeres, su condición de "valiosas posesiones"); y las hembras también tienen el instinto de asumir la victoria de ese macho, y no sólo le aceptan, sino que el puro instinto les hace desear a ese macho que destaca entre los demás y que puede garantizar a todo el grupo mayor prosperidad y protección. Al final, todas las partes contribuyen a que el grupo se sostenga bajo esas dinámicas que, sin duda, están detrás del machismo que impera en nuestras sociedades. Nuestras sociedades, comparadas con las de otros mamíferos, son solamente mucho más bastas, muchos más complejas y sofisticadas, esto es, en verdad, mucho más retorcidas; pero no son menos machistas que las sociedades animales. Porque nuestras sociedades, lo queramos o no, también son sociedades animales. Carajo, ¡somos animales!

360 · Podrá decirse de mí que estoy obsesionado con la idea de que el ser humano es un animal; sólo un animal más. Pero es que estoy convencido de que ahí está la base para entender nuestra psicología, y nuestras sociedades. Claro que ello forma parte de las enseñanzas básicas de Zaratustra: "El que sabe se mueve entre los hombres como entre los animales que son".

361 · Cuando digo que algo procede de nuestra pura animalidad, ¿quiero decir que es incorregible? Creo que en un sentido sí somos corregibles, pero en otro sentido no. Se pueden corregir nuestras formas de comportamiento (siempre y sólo a base de "traumas"), pero la marea de instintos que nos mueve siempre permanece ahí, indemne. También se puede educar a un perro, pero no dejará de ser un perro.

362 · Se ha establecido ahí una conexión entre "educación" y "trauma". Los instintos se educan a base de traumas porque, precisamente, el instinto en sí no se puede educar; lo que se educa es sólo el comportamiento. El perro sigue teniendo el instinto de comer de la basura, pero un trauma gestado a base de golpes o gritos se lo impide y retrocede a tiempo, sólo por el miedo de llevarse un nuevo palo. A los seres humanos se nos educa exactamente igual: pequeños traumas van trazando el camino de lo que es correcto o incorrecto hacer en las diferentes situaciones de nuestra vida en sociedad. Pero nuestros instintos permanecen siempre ahí. Somos sólo parcialmente corregibles. Y, por más que nos eduquen, al final nuestros instintos siempre afloran.
Ha de ser por esto que, por ejemplo, por más casta que haya pretendido ser una cultura, siempre ha tenido que reservan momentos para la sexualidad, por ejemplo, a través del rito matrimonial, etc.
Por más educación que reciba un perro, al final siempre demuestra que sigue siendo un perro. Y el ser humano siempre demuestra que, al final, sigue siendo un ser humano (el mismo animal que era hace cientos de miles de años).

363 · Bataille escribe muy acertadamente que "es difícil filosofar y vivir a un tiempo", entendiendo aquí "filosofar" como una disciplina especializada en los llamados "problemas filosóficos". Por un lado, Wittgenstein nos enseñó a comprender que tales problemas son, en verdad, pseudoproblemas, o sea, que no son problemas en modo alguno (que existen problemas de muchas clases, pero no precisamente filosóficos). Claro, la idea de Bataille es que la filosofía pretende aunar y clarificar el todo de nuestras experiencias, sin darse cuenta de que ella misma "no es más que una experiencia entre otras", dice Bataille; y es además una experiencia (la de estar filosofando) que muy poco tiene que ver con la vida y con los problemas reales de la vida. Y este es el punto crucial. La filosofía siempre hubiera sido absurda si no hubiera pretendido siempre, después de toda su especulación, obtener como conclusión un consejo ético, una moralina que nos indicara el modo correcto de vivir. Si la filosofía no sirve para enseñarnos a vivir, entonces no puede servir para nada. Pero, ¿cómo podría enseñarnos a vivir una disciplina tan alejada realmente de los problemas de la vida? Aunque esta no sería la enunciación precisa. Pues la filosofía, así, en general, no es nada realmente; en todo caso lo que existe de veras son los filósofos particulares y sus discursos. Entonces: ¿cómo podría enseñarme a vivir un filósofo, cuya principal experiencia haya sido la de estar filosofando (podría decirse: leyendo, estudiando y escribiendo), y no realmente viviendo la vida y sus innumerables problemas?
Esto debe ayudarnos a entender mejor aquellas palabras de Nietzsche sobre el "verdadero filósofo", a saber: aquel que "vive de manera 'no filosófica' y 'no sabia', sobre todo de manera no inteligente, y siente el peso y el deber de cien tentativas y tentaciones de la vida: - se arriesga a sí mismo constantemente, juega el juego malo...".
La verdadera filosofía nunca será una "disciplina"; sino más bien el impulso de "indisciplinarse".

364 · Una y otra vez caigo en los mismo asuntos, sobre los mismos problemas... Claro, ello viene a confirmar que no son esos los problemas.

365 · ¿Qué tipo de consejo nos daría alguien que vive? Quizá algo del tipo: "Por las mañanas, un zumo de naranja con un poco de jengibre...".

366 · Por supuesto que el filósofo (el profesional) también vive, al menos en sus ratos libres, y tendrá que enfrentarse como todo el mundo a los problemas reales de la vida, porque está vivo... El asunto es que luego se pone a trabajar y se olvida de cuáles son realmente los problemas, enredándose en problemáticas inútiles y estériles.

367 · Intentar atajar los problemas de la vida desde la filosofía es, en cierto modo, confiar en que sería posible hallar una fórmula general que clarifique y resuelva de una vez todos nuestros problemas. ¡Pero esa confianza demuestra una ingenuidad total respecto a lo que la vida es! ¡Pues la vida no puede ser otra cosa que un problema! En todo caso, la única filosofía que puede convencerme es la estrictamente negativa, esto es: aquella que comienza bajo la premisa de que no existe semejante fórmula general que clarifique y resuelva nuestros problemas. Porque nuestros problemas son, al final, tan particulares, tan singulares, tan nuestros y, a la vez, tan propios de la vida, que resulta ridícula la idea de que puedan resolverse y desaparecer, como si pudiera uno estar vivo y no estar enfrentado a los continuos y minuciosos problemas de la vida.

368 · Estaría bien que uno, armado con la filosofía (esto sería: armado con ciertos discursos, como quien posee un libro de hechizos), pudiera resolver los problemas vitales que le fueran saltando a la cara. Aún en ese caso, se ve que la filosofía no podría evitar los problemas; sólo podría ayudarnos a superarlos. Pero, entonces, lo que necesitamos son consejos y ejemplos lo más concretos posibles, que se acerquen lo más posible a la realidad de nuestros problemas, y que nos ayuden a lidiar con ellos... En el caso extremo, el consejo que necesitamos es tan particular y singular que no existe más allá de nosotros mismos y de nuestro problema, y no tenemos, entonces, más remedio que inventarlo. Este es el punto en que aparece en mi escena el concepto de "creatividad". Uno debería enfrentarse a sus problemas siempre creativamente, y no bajo el amparo de ninguna fórmula general, o llámese "moralina". Nuestra cultura siempre nos da unos consejos, y no sabe nada de todos los demás. Así que mi consejo es, en efecto, negativo: "No hagas caso a los consejos" (algo que ya había escrito antes... es siempre lo mismo).

369 · Volviendo al asunto del machismo: me empeño en hacer ver que es el producto de nuestra animalidad, de nuestros instintos, tanto de los hombres como de las mujeres. Obvio que las cosas no son así por voluntad de nadie. Siempre fue así, desde que éramos primates. Es absolutamente erróneo que la culpa del machismo la tengan los hombres y no las mujeres. El machismo es la confluencia del comportamiento de unos y otros, comportamiento que se mueve a golpe de instinto. Nadie tiene la culpa a no ser el mundo mismo, la naturaleza, o como gustemos decir. De momento no quiero entrar en la cuestión de si es posible erradicarlo, si se puede establecer una sociedad no-machista (tarde o temprano tendré que entrar en esa cuestión). Por lo pronto, puedo asegurar que nuestras sociedades actuales son machistas, y que lo son tanto como lo eran hace miles de años o, incluso, cientos de miles de años atrás. No sé hasta qué punto se puede hablar de una "mejoría" en ese sentido. No sé si podemos hablar de sociedades más o menos machistas, no sé si el machismo incluye grados, o si la cosa habría de pasar de machismo a no-machismo sin gradientes. Cabe pensar, con cierta razón, que las sociedades árabes son más machistas que las occidentales, o que la sociedad medieval lo era más que la actual. Sin duda, estoy dispuesto a afirmar que aquellas muestran su machismo de un modo mucho más violento y llamativo que las sociedades occidentales actuales... Pero, evidentemente, eso sólo resulta llamativo aquí, en las sociedades occidentales actuales. Yo miro nuestras sociedades y veo un machismo exacerbado. Quizá no posee el mismo carácter violento y llamativo (aunque no olvidemos a las mujeres que mueren por violencia machista en nuestros países). Cierto que antes o en otros lugares el machismo está respaldado en las leyes. En nuestra sociedad actual las leyes están "limpias" de machismo, pues el Derecho protege igual a hombres y a mujeres. Pero, ¿acaso nuestras vidas acontecen dentro de la esfera del Derecho? Obvio que no. Es más: si nuestras leyes protegen explícitamente a las mujeres, es porque están en "peligro" en su vida real, porque la sociedad, la gente, es machista (tanto hombres como mujeres). En nuestra sociedad, la mujer es más que nunca un puro objeto sexual. Mires donde mires en una ciudad, verás mujeres hermosas semidesnudas vendiendo cualquier cosa. La mujer sigue apareciendo públicamente en la posición de florero, en shows de TV, en series y películas, en certámenes deportivos... Cierto que las mujeres pueden ser ricas igual que los hombres, pueden ocupar puestos de poder públicos o privados... Pero esto me hace pensar, no tanto en una disminución del machismo como en un cambio de lugar, manifestándose en diferentes esferas de la vida social. Me cuesta ponderar el machismo de las sociedades porque me cuesta ponderar, por ejemplo, el valor del poder público o privado, su implicación real en nuestra vida diaria. Estoy seguro de que, por más poderosas que puedan ser Angela Merkel, Hillary Clinton o las Kardashian, ellas mismas están sometidas al machismo en su vida diaria; por ejemplo, se siguen poniendo tacones, que hacen daño, que duelen, sólo para resultar más atractivas a los hombres. Este es un punto importante para evaluar el machismo de nuestra sociedad, el lugar que ocupa hoy. Se dice que la "liberación sexual" de la mujer es un progreso contra el machismo. Uno de los rasgos que caracteriza el machismo de la sociedad árabe es, como sabemos, el que la mujer tenga que ir tapada, sin "enseñar" ninguno de sus encantos. La mujer de nuestra sociedad, sin embargo, puede vestir como quiera, y puede ser todo lo provocativa que quiera; y este segundo es el matiz esencial en la comparativa con las sociedades árabes. No es que la mujer árabe no pueda vestirse como quiera, es que debe esconder sus "encantos" en público (más tapadas cuanto más radicales son tales sociedades). Téngase en cuenta que, dentro de la alcoba o del salón privado, la mujer árabe puede mostrar todos sus encantos (reconocido es el erotismo árabe, la danza del vientre, etc.), como parte de la misma "cosificación" que impera en la sociedad nuestra. La raíz del machismo está, creo, en la cosificación, y ello se muestra tanto en el hecho de tapar a las mujeres como en el hecho de dejar que luzcan. El gesto machista está en comprender a la mujer siempre a través de tal parámetro: su valor como objeto sexual.
Qué duda cabe de que la sensualidad, el erotismo, el sexo... representan el "poder femenino" por antonomasia. No hay más que recordar a Lisítrata. La mujer puede usar y usa el sexo como herramienta de presión y de dominación sobre los hombres. Que la sociedad árabe tape a las mujeres impide que éstas ejerzan "sus poderes" sobre los hombres en público; pero dentro del hogar la mujer los usará seguro, en la medida que pueda. En nuestra sociedad, mientras tanto, la mujer puede usar siempre que quiera esos poderes de la seducción, y por ello tendemos a decir que nuestra sociedad es menos machista y que la "liberación sexual" de la mujer es un avance en ese sentido. Yo me pregunto, sin embargo, hasta qué punto tal liberación sexual no hace más que subrayar el valor de la mujer como objeto sexual, esto es, su cosificación, tanto como la tendencia a ir tapadas. En cierto sentido, ir tapada puede ser una liberación para la mujer, en tanto que puede evitarla ciertas miradas o gestos más que desagradables (todos sabemos lo que pasa cuando una mujer hermosa de nuestra sociedad pasa por delante de un grupito de hombres...). El problema está, tanto aquí como allá, en lo misma raíz: se le asigna a la mujer un valor eminentemente sexual, y por ello la "belleza" constituye una obsesión para cualquier mujer, pues le da valor en la sociedad machista. Esto ha estado ahí siempre, creo yo. Ante la falta de fuerza y de corpulencia del género femenino en comparación con el masculino, las hembras siempre recurrieron a su sexualidad como su herramienta de poder fundamental, y la "belleza" siempre jugó un papel dentro de esa sexualidad (y tiene un sentido biológico claro: la belleza también es síntoma de salud, y además se transmite en los genes, y los cachorros es mejor que sean guapos que feos, simplemente porque será un valor para ellos, dada nuestra propia tendencia a preferir lo bello a lo feo...).
Así, en una conclusión prematura, advierto una de las grandes dificultades que habrían de superarse para superar el machismo de nuestras sociedades humanas. La dificultad está en que aquello que constituye el "poder femenino" por antonomasia, su sexualidad, es lo mismo que lleva a la cosificación de las mujeres, esto es, a que la mujer posea en nuestras sociedades un valor y un rol fundamentalmente sexual. Y de ese rol de la mujer son responsables tanto hombre como mujeres, si no más las mujeres. Son ellas las que, a fin de cuentas, utilizan ese poder que las cosifica. Es, para mí, chocante que algunos movimientos feministas tengan por bandera esa liberación sexual de la mujer, digamos, su derecho a usar "sus poderes" cuando y donde les plazca. Que una plataforma como Facebook prohíba y censure fotos en que aparezcan pezones femeninos, pero no prohíba los pezones masculinos, es un gesto machista, pues tal prohibición no hace si no "sexualizar" el cuerpo femenino: el cuerpo femenino es de naturaleza sexual, pero el masculino no tanto (la prohibición de los países árabes va exactamente en la misma línea). Pero, en mi opinión, no es menos machista que una mujer reivindique su derecho a usar su sensualidad como herramienta para aproximarse al poder. Por supuesto que, de base, me es preferible una sociedad donde la mujer pueda hacer lo que quiera que una en la que no puede, y por eso yo, en lo personal, prefiero la sociedad occidental actual que una sociedad medieval o que la sociedad árabe. Pero mi elección no responde aquí a un problema de machismo, sino a un problema más general de libertades. No tengo duda de que nuestra sociedad occidental actual es más libre que la sociedad medieval y que la sociedad árabe, pero no es menos machista. A mis ojos son igual de machistas, aunque reflejan su machismo de maneras diferentes.

370 · Creo que es importante la idea de que el machismo puede ser reducido al fenómeno de la cosificación, esto es, a darle a la mujer un valor eminentemente sexual. Creo que de ahí se derivan visiblemente todas las formas del machismo o, lo que es igual, que todas las formas machistas se fundan en esa raíz.
La cosificación de la mujer no es un problema más entre otros que constituyan el machismo: la cosificación es el machismo.

371 · Más arriba me lancé a definir el machismo como el predominio de las formas de dominación masculinas o, también, como una masculinización del concepto de Poder. Creo que no me paré entonces a aclarar bien qué quería decir con ello; pero ahora me estoy preguntando cómo de compatible es con la nueva definición que he dado, que reduce el machismo (toda forma machista) a la cosificación de la mujer como objeto sexual.
Lo que yo quería decir con la expresión "formas de dominación masculinas" sólo es comprensible a la luz de la expresión "formas de dominación femeninas" (tal conexión se da por la propia dialéctica que mantienen entre sí los géneros masculino y femenino). Si, como estamos diciendo ahora, la forma de dominación femenina por antonomasia es la sexualidad, la forma de dominación masculina por antonomasia es la fuerza. Cuando decía arriba que en nuestras sociedades existe una masculinización del concepto de Poder, lo que quería decir es que el Poder que impera en el mundo, el que marca el paso de los acontecimientos, es la fuerza, y no, desde luego, la sexualidad. Y es que esto está muy claro: entre esos dos poderes, entre la fuerza masculina y la sexualidad femenina, gana la fuerza. Pues al final, lamentablemente, el fuerte puede, si quiere, si se cansa del juego de la seducción, acceder al sexo por la fuerza. Por ello este fenómeno, esta tensión de poderes masculinos y femeninos, forma parte de la cosificación de la mujer: el imperio de la fuerza hace que ese poder femenino de la seducción sea tan sólo un juego, y la mujer un juguete cuyo rol fundamental es satisfacer la sexualidad del hombre. El juego de la seducción se sostiene en el casi insaciable deseo sexual de los hombres, y la tensión que produce en los hombres es la de querer o incluso necesitar satisfacer ese deseo. El poder femenino tiene, por ello, un fin muy claro, que es el sexo, el acto sexual. En ese acto termina el poder femenino, pues el hombre queda satisfecho y ya no es víctima de esa dominación por parte de la mujer que le seducía. Por no hablar del acto sexual en sí, que se vive generalmente como una dominación del hombre sobre la mujer (la penetración es un gesto bastante explícito de quién domina a quién durante el acto sexual, quién "monta" a quién...; en el reino animal es también harto evidente que el acto sexual consiste en que los machos dominan a las hembras). El acto sexual representa el momento en que el hombre por fin logra zafarse de la dominación de la mujer y le da la vuelta a la tortilla, eliminado la tensión sexual y disolviendo ese poder femenino de la seducción, al menos durante un rato, hasta que el deseo vuelve a aflorar y la mujer usa sus armas para lograr lo que sea que pueda llegar a proponerse (más cuanto más poderoso sea el hombre seducido). Hay ahí un eventual equilibrio que, al final, termina siempre resolviendo a favor de la fuerza y la dominación masculina. La mujer vive, y logra sacar partido a su poder, pero no es el Poder que, al final, domina sobre el mundo.

372 · O sea: "cosificación de la mujer" viene a ser lo mismo que "sexualización de la mujer": reducción de la mujer a su valor sexual.
Que las mujeres usen la sexualidad como su herramienta fundamental de dominación sobre lo masculino, es un error consumado de cara a erradicar el machismo, pues es eso justo lo que lo produce.

373 · De cuantas ficciones conozco, la que mejor refleja un estado de emancipación de la mujer es el de las Amazonas. Ellas son el modelo de una mujer no sexualizada, ya que no basan su poder en su sexualidad, sino, igual que los hombres, en su fuerza. La ficción, claro está, consiste en que son todas ellas guerras formidables, superiores a cualquier ejército de hombres. De modo que ningún hombre puede aprovecharse de ellas o someterlas por la fuerza. Son ellas las que, por la fuerza, cogen a los hombres, se aparean con ellos para quedar preñadas (los violan), y luego matan a los hijos varones y crían sólo a las hembras... La sexualidad cumple en ellas un papel estrictamente reproductivo y que ellas mismas dominan y controlan hasta el final.

374 · Algo que, nuevamente, juega en contra de las mujeres (y a favor del machismo) es el hecho de que esa tendencia a la sexualización de la mujer no sólo procede de que sea la sexualidad la herramienta fundamental que usan las mujeres para acceder eventualmente al poder sobre los hombres, sino que, además, la mujer se ve empujada a la sexualidad por otro instinto, que es el de la maternidad. No sólo el hombre se ve atraído sexualmente por las mujeres; también la mujer se siente atraída por el hombre. El binomio "sexualidad y poder" muestra aquí dos facetas fundamentales. De un lado, la mujer utiliza sus encantos sexuales para hacer valer su voluntad a través de la dominación de un hombre. Esto es, el poder femenino se sabe a sí mismo inferior al poder masculino, ya que su estrategia es seducir al hombre para usar eventualmente el poder de éste ("ya que yo no puedo, seduzco a un hombre para que pueda por mí"). Por otro lado, en tanto que la mujer busca por instinto su maternidad, busca también por instinto a un hombre poderoso que garantice lo más posible su protección y el bienestar de sus hijos (tal instinto de selección es, claro está, biológicamente impecable). Nuevamente, la mujer pone en marcha su poder bajo el reconocimiento de su inferioridad ante el poder masculino.
O sea. La mujer se ve por instinto abocada a usar su sexualidad como forma de acceder a un poder que se declara desde el principio superior a ella y al que ella no puede acceder directamente, un poder que no es de ella, sino de un hombre.

375 · El reparto de responsabilidades, a la hora de entender el machismo, sería entonces el siguiente:
Las mujeres son responsables del machismo en tanto que recurren a la sexualidad como su forma fundamental de acceder al poder que atesoran los hombres, de modo que los hombres ven en ellas no más que objetos para su satisfacción sexual, pues ellas mismas, por instinto, tienden a colocarse en ese lugar.
Los hombres, por su parte, son responsables del machismo en tanto que son esclavos de su deseo sexual, en tanto que la seducción femenina se les vuelve insoportable, pues uno puede sentir esa dominación, y lo que el hombre quiere es dominar y nunca ser dominado, y en el extremo es capaz de recurrir incluso a la fuerza. El hombre siempre compite por el poder, lucha por sacarle el mayor partido al poder que tiene y, si es posible, trata de adquirir más poder, entre otras cosas porque el poder atrae a las mujeres, que son pensadas así como un "trofeo" que asegura la satisfacción sexual.

376 · La mujer ha basado su poder en ser un "objeto valioso" para los hombres. Y los hombres han interpretado su poder como derecho a satisfacerse sexualmente.

377 · Una mujer es más poderosa ante un hombre cuanto más valiosa es como objeto sexual. En el extremo está Helena y la Guerra de Troya.

378 · Una mujer siempre busca a un hombre a su altura, quiere decir: que esté por encima de ella. Es el modo en que ella cree maximizar su poder.

379 · Maximizar el poder es algo común a hombres y mujeres; es común a todo ser vivo. La naturaleza hizo que en el reino animal y, en particular, en la especie humana, imperase el poder de la fuerza, y dotó a los hombres de mayor fuerza que a las mujeres. Desde el origen, por tanto, los poderosos eran siempre hombres, y las mujeres maximizaban su poder seduciendo a los hombres más poderosos posibles. Es evidente que, con el tiempo, con la aparición de la técnica, con el predominio de la inteligencia, la fuerza dejaría de ser la herramienta fundamental de dominación en los grupos humanos. Sin duda que, entonces, una mujer podía ser tan inteligente como un hombre y, en ese sentido, igual de eficiente ante las dificultades y peligros del medio, igual de preparada para servir de líder en un grupo. Pero pienso entonces que los instintos son más poderosos. Que ya había unas formas imperando, y que, a la hora de la verdad, el hombre y la mujer siguen siendo uno más fuerte que el otro, y sigue habiendo entre ellos una tensión sexual que tiende de resolverse en un acto que pone a la mujer bajo la dominación del hombre. Y la propia inconsciencia del ser humano, su falta de atención y de dominio sobre sus propios instintos, ha hecho que todo siga siempre igual: que las mujeres sigan persiguiendo el poder a través de la seducción de los hombres, y no ejerciéndolo directamente, usando su fuerza y, sobre todo, su inteligencia, para no dejarse dominar, para no dejarse sexualizar y cosificar.

380 · Cuando una mujer se arregla ante un espejo, se maquilla y se calza zapatos de tacón, se está sexualizando a sí misma, esto es, se está cosificando. Yo sé que ellas dicen: "No me pongo guapa para los hombres; me pongo guapa porque me gusta verme guapa". Y eso es verdad y al mismo tiempo no lo es. Claro que las gusta verse guapas, pero sólo porque saben que así gustan más a los hombres...

381 ·Y alguien puede decirme que navego sobre tópicos. ¿Y qué problema tienen los tópicos? Los tópicos son tópicos porque representan la tónica general. Sé que hay excepciones, y será importante analizarlas en busca de ideas que logren emancipar a las mujeres, esto es: evitar que se cosifiquen. Pero la tónica general es la que, al final, proporciona las trazas fundamentales de la sociedad. La sociedad es machista porque la tónica general hace que así sea. Por supuesto, hay excepciones... ¿cómo no querer ser una excepción?

382 · Cuanto más sexualizada está una sociedad, más machista es. La nuestra es una sociedad hipersexualizada. Y creo que las sociedades árabes también lo están: esconder el cuerpo de las mujeres no hace si no señalar su condición de objeto sexual.

383 · Podría decirse que la sociedad occidental y la sociedad árabe son igual de machistas, pero lo expresan de forma opuesta. La sociedad occidental está hipersexualizada visiblemente (el reclamo sexual está por todas partes: la imagen de la mujer como una diosa sexual), y ello hace que el machismo aparezca encubierto (la mujer es libre de ejercer su poder, pero es un poder que las cosifica). La sociedad árabe, mientras tanto, está hipersexualizada de forma encubierta (se oculta todo reclamo sexual), y ello hace que el machismo aparezca claramente visible (ellas no son libres de ejercer su poder). Como decía arriba, ambas sociedades son igual de machistas. Si prefiero la sociedad occidental, es porque deja mayores libertades.

384 · El gran problema es que la relación entre los sexos es, ciertamente, una relación sexual, y ésta no es simétrica. Por supuesto que hombres y mujeres pueden entablar muchos tipos de relaciones en las que no tiene nada que ver el sexo (por ejemplo, relaciones puramente comerciales: una mujer que vende algo a un hombre, o viceversa). Pero precisamente tal tipo de relaciones hacen superflua la propia distinción "hombre-mujer". La distinción "hombre-mujer" sólo tiene sentido ante cierto tipo de relaciones, aquellas en las que entra en juego la sexualidad. Toda la esfera del Derecho actual se levanta sobre la categoría de "persona", que equipara a hombres y mujeres, y por ello decimos que el Derecho está limpio de machismos: hombres y mujeres tienen los mismos derechos en tanto que personas. Pero, naturalmente, la distinción "hombre-mujer" es irreductible totalmente, pues de hecho somos hombres y mujeres los que poblamos la tierra, y entre nosotros surgen espontáneamente, por instinto, relaciones que implican la sexualidad y, en esa medida, implican las tensiones propias de la sexualidad. Ante el fenómeno sexual no podemos ser "personas". El fenómeno sexual nos exige asumir un rol de género (también en las relaciones homosexuales se asumen roles de género, pero estoy hablando aquí más bien de relaciones heterosexuales, que evidentemente y por razones obvias/biológicas representan el estándar). Hay una parte indiscutible y muy importante de nuestra vida que tiene que ver con la sexualidad. La cantidad de energía y tiempo que consumimos en asuntos de emparejamiento y demás es desmesurado; más aún si tenemos en cuenta que nuestras motivaciones o ambiciones profesionales esconden solamente voluntad de poder, y el poder es también un medio para satisfacer nuestra sexualidad. Por estrategia natural, el sexo es el principio y el fin de casi todo.
No podemos erradicar nuestra sexualidad y, por tanto, no podemos erradicar la distinción entre hombres y mujeres. La pregunta, entonces, es: ¿hasta qué punto podemos desligar el binomio "sexualidad y poder"? Es decir: ¿podemos entender y vivir la sexualidad sin que implique relaciones de poder? ¿Puede una mujer sentirse atraída por un hombre que no sea en cualquier sentido poderoso? ¿Puede un hombre dar salida a su voluntad de poder sin que ello implique su deseo de satisfacción sexual? ¿Puede una mujer dar salida a su voluntad de poder sin recurrir a la seducción?
¿Pueden los seres humanos aparearse sin que ello sea vivido como un acto de dominación de uno sobre otro? ¿Puede vivirse la atracción sexual de otra forma distinta a sentirse dominado por el deseo del otro? ¿No es el deseo sexual un sentirse en poder del otro? ¿Puede el hombre no desear dominar a la mujer, y puede la mujer no desear ser dominada?... Difíciles cuestiones...

385 · Todo el ajo del machismo está en el binomio "sexualidad y poder". Que las relaciones sexuales impliquen relaciones de poder y las relaciones de poder impliquen relaciones sexuales. Las mujeres usan el sexo como medio de acceder al poder. Lo hombres usan el poder como medio de acceder al sexo...

386 · El fenómeno de la prostitución se entiende perfectamente bien desde esta perspectiva, tan solo equiparando "dinero" y "poder" (lo cual no es difícil en cualquier sociedad que use el dinero): la prostituta usa su sexo para acceder al dinero (a una porción de poder); el putero usa su dinero (una porción de poder) para acceder al sexo.

387 · Estoy recordando a Bataille y sus reflexiones sobre la prostitución, y la cuestión de por qué la prostitución habita en los márgenes de la sociedad, en los "bajos fondos" (incluso un burdel de lujo es visto como algo clandestino, secreto, oculto...). Sin duda son las mujeres no prostitutas el colectivo que más efusivamente rechaza la prostitución (recuerdo una noticia hace poco, de una manifestación de todas la mujeres de un pueblo para que cerraran el burdel que habían abierto en la localidad...). A la luz del punto de vista que voy desplegando, esto es totalmente comprensible (y se halla en sintonía con las ideas de Bataille, que debería releer para recordarlas bien, pero bueno). Las mujeres ven en la prostitución un peligro, un enemigo, un fenómeno que atenta contra el poder femenino. Pues las mujeres usan el sexo como herramientas de presión sobre sus maridos, pero si éstos pueden pagar e irse de putas, entonces la presión no funciona igual. La puta es, ante todo, una traidora: una mujer que renuncia a usar su sexo como herramienta de presión, pues basta pagarla para que nos entregue sus sexo (usa su sexo como herramienta comercial). El poder femenino está en la seducción. El arte de la seducción es el arte de gestionar la sexualidad y mantener la tensión sobre el hombre, para forzarle a mostrar y demostrar su poder, entregándoselo momentáneamente a ella, mientras que dura la seducción (ya dijimos que en el acto sexual la tensión desaparece, el hombre queda satisfecho y la mujer pierde su poder). Pero la prostituta no juega a la seducción ni genera tensión alguna; es el extremo de la "facilona". Solo hace falta pagar (y hay prostitutas para todas las clases sociales, desde muy baratas hasta carísimas). Las mujeres de aquel pueblo se manifestaban contra el burdel porque aquello era una tentación para los maridos, lo que representa una perdida de poder sobre ellos.

388 · Por supuesto, la existencia de la prostitución es un rasgo más del machismo de la sociedad, pues no hace si no subrayar el valor sexual de la mujer, su reducción a objeto sexual. Pero nótese que el rechazo de la protitución por parte del colectivo femenino es también un gesto machista, en tanto que reconoce la sexualidad como el poder propiamente femenino (poder que se sabe inferior al poder atesorado por los hombres).

389 · Volviendo a las Amazonas, creo que ellas representan los seres humanos más poderosos pensables, pues tienen tanto el poder de la fuerza como el de su sensualidad. Téngase en cuenta que "fuerza" es un término que, si bien debemos ubicar originalmente en la corpulencia, con el tiempo se fue desligando de ella, pues la inteligencia, la fuerza psicológica, la técnica, las armas, etc,, hacen que cualquier mujer pueda ser tan "fuerte" como cualquier hombre, aun siendo menos corpulenta. En el mundo actual, por tanto, una mujer que realmente tomara conciencia de su poder, se reconocería inmediatamente como mucho más poderosa que un hombre, ya que dispone tanto de la fuerza como de la seducción (la belleza); mientras que los hombres no disponen tanto de ese poder de la seducción. Está claro que  las mujeres también se sienten atraídas por los hombres, pero tiendo a pensar que esa atracción responde, no a la belleza propiamente, sino más bien al poder, a la protección y el cuidado que un hombre puede proporcionar a una mujer. Si las mujeres tomaran verdadera conciencia de que en el mundo actual no necesitan para nada el cuidado de los hombres, porque ellas son, si lo quieren, si usan la inteligencia y la técnica, tan fuertes como los hombres, entonces quizá ya no buscaran a los hombres por su poder... Quizá entonces las mujeres no necesitaran a los hombres para nada... Salvo que, claro, queda ahí pendiente el impulso a la maternidad, lo cual no sólo implica una aproximación necesaria a los hombres, sino que implica también el embarazo y el consiguiente periodo de "fragilidad" y, en cierto sentido, "dependencia". Las Amazonas resolvían eso "violando" a los hombres (un concepto éste que no deja de resultarme extraño), y ocupándose ellas entre sí de esa debilidad temporal... El caso es que no logro imaginar otra manera en que las mujeres sean realmente libres de la dominación masculina.