WANDERER

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2020


497 · Irrumpe el coronavirus. Otra cara de la globalidad. Y también otra cara de cada individuo. Situaciones excepcionales que producen respuestas excepcionales, atípicas. Quizá haya quien saque ahora lo mejor de sí. Otros, en cambio, sacan lo peor de ellos mismos. Este es un tiempo tan propicio para la solidaridad como para el egoísmo; y es el pánico el que da a luz ambas cosas. Hacía tiempo que no se veía en un brote tan encomiable de buen humor (materializado en la infinidad de chistes y memes que circulan por Internet); pero, al mismo tiempo, en países como EEUU se dispara la venta de armas. Las circunstancias pueden cambiar, pero los humanos seguimos siendo los mismos.

498 · Las redes sociales están inundadas de mensajes optimistas, que ven en esta crisis la oportunidad de reinventar la sociedad. "No hay mal que por bien no venga". Se entiende esto como una lección que nos está dando el mundo, y de la que tenemos grandes cosas que aprender. Como toda crisis, se piensa en ésta como nexo entre un antes y un después. "El mundo ya no podrá ser el que era", dicen. Claro que a ese pensamiento uno podría anudar cualquier cosa; y los optimistas anudan ahí el principio de un "mundo mejor", de una humanidad más consciente, más solidaria, más unida ante las adversidades del mundo hostil que nos circunda. O qué sé yo. Hasta los ecologistas están de enhorabuena por el parón de las fábricas, la reducción de la producción y del consumo, porque las aguas de Venecia se han vuelto en estos días transparentes..., y quizá después de esto ya cojamos inercia y empecemos a cuidar mejor nuestro planeta... El planeta nos ha regañado y la humanidad, obediente, va a aprenderse al fin la lección... Yo no lo creo así en ningún caso. Ha habido cientos de epidemias a lo largo de la historia, y un número indefinido de catástrofes, de crisis y de revoluciones, que siempre han debido transmitir la misma sensación de excepcionalidad, de marcar un antes y un después, de oportunidad para enmendar las cosas... Es el mito de una humanidad purificada por el fuego. Pero yo no creo en ese mito, porque sencillamente no creo en la humanidad. Quiero decir que la humanidad no existe. Lo que existe son seres humanos, y lo que presenciamos es su miedo, y también sus ilusiones, que florecen como réplica a su miedo. Después la epidemia pasará, y si bien muchas cosas podrán cambiar, muchas otras cosas no lo harán. Yo creo (de la mano de Nietzsche) que todos estos optimismos dejan fuera de la ecuación la voluntad de poder. Cuando el optimismo habla de un "mundo mejor", no habla de un mundo sin enfermedades, o sin terremotos o huracanes. Se trata del mundo de lo humano; su ilusión debe apuntar hacia una humanidad reprogramada. Y es eso lo que no creo que suceda. Hasta donde yo sé, el coronavirus no afecta a nuestra voluntad de poder. No importa el estado de cosas que resulte de esta crisis. Sobre ese estado de cosas los humanos volverán a desplegar su natural egoísmo. No estoy, por tanto, negando el carácter excepcional de esto que estamos viviendo; ni estoy negando la posibilidad de que se produzcan ciertos cambios, incluso cambios importantes. Lo que niego es que esos cambios vayan a eliminar nuestra voluntad de poder. Quien, después de esta crisis, esté en posición de ejercer su dominación sobre otros, lo hará. Igual que se ha hecho siempre. "Libertad, igualdad y fraternidad" gritaban los revolucionarios franceses mientras propagaban el fuego de su revolución. Pero una vez que se apagaron las llamas, ya lo hemos vistos: ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad (más que en un sentido irrisorio). Cientos de buenos deseos acompañan a la propagación del coronavirus; pero ya veremos qué pasa cuando una farmacéutica encuentre la vacuna.

499 · Como he dicho, no niego la excepcionalidad de lo que estamos viviendo. Es más, trato de saborearla en lo posible. Las visiones optimistas sobre la crisis no ven ésta algo bueno per se, sino como un trance o un sacrificio necesario, como el fuego purificador del que nacerá después un nuevo mundo. El caos que precede a un nuevo orden. Pero lo que habríamos de temer es ese orden, esa rutina que mata nuestra espontaneidad. Deberíamos agradecer al coronavirus el brindarnos estos días excepcionales. Y el aburrimiento volverá con la vacuna.

500 · Efectivamente, hay en estos días mucha gente que está cayendo en una contradicción muy significativa, tal y como algunos intelectuales intentan hacer ver. Se trata de ese amplio sector de autónomos y pequeños empresarios cuyos negocios se paran, y en muchos casos será difícil que sobrevivan a esta crisis. Dentro de ese sector, me refiero sólo a aquellos que, de forma general, se alinean políticamente como adversarios del capitalismo (el sector de los artistas es un ejemplo claro y, por mis relaciones personales, he podido comprobar cómo caen en la contradicción que he mencionado). Se trata del modo en que ahora "protestan" sobre su delicada situación económica. Mi amigo D. A. lo expresaba de la siguiente forma: "Algunos artistas no parecen entender que para que un cambio a nivel macro se produzca 'todos' tenemos que pasar por las dificultades de una crisis económica; es irónico desear un cambio sin consecuencias: toda esa gente que critica el binomio patriarcado/capitalismo y que hablan de cambios han de entender que su economía también va a cambiar. ¿O acaso esperaban que el mundo cambiase pero no sus fuentes de ingresos?". En efecto, en estos días puede verse claramente la posición hipócrita de buena parte de los "anti-sistema", que ahora van a refugiarse como niños asustados a los brazos del sistema...

501 · Pero llega ahora, para mí, también el turno de pasar revista a este tipo de críticas, no tanto por lo que critican, que es cierto, sino por el "tono" en que se expresan, pues bajo ellas se esconde, en efecto, cierta confianza en que el coronavirus dará a luz un mundo nuevo, como si realmente estuviéramos asistiendo al final del capitalismo. El propio Žižek alimenta esos ánimos, expresando que, junto al maléfico virus, podría también propagarse una ideología beneficiosa: "el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá de la nación-Estado, una sociedad que se actualice como solidaridad global y cooperación..." (fuente: https://pijamasurf.com/2020/03/zizek_sobre_el_coronavirus_un_golpe_letal_al_capitalismo_para_reinventar_la_sociedad/). Párrafos como este sólo dejan ver la ingenuidad del progresismo. En primer lugar, a Žižek se le ve el plumero de ingenuo intelectualista, cuando ese virus ideológico que debería expandirse consiste en "pensar ...": ¿acaso el hecho de pensar una sociedad alternativa es síntoma de que vaya a producirse de hecho esa sociedad? Vuelvo a poner sobre la mesa el "libertad, igualdad y fraternidad" de los revolucionarios franceses, empujados, en efecto, por una "sociedad alternativa" previamente pensada por los ilustrados: la ideología se propagó, la revolución surgió y triunfó, y una nueva sociedad fue instaurada; pero de "libertad, igualdad y fraternidad"..., poco. Cambiaron las formas de dominación, pero en ningún caso desaparecieron. Y aquí reluce la segunda gran ingenuidad, la más importante (donde Žižek muestra su plumero mesiánico-marxista), que es creer en la posibilidad real de una "sociedad que se actualice como solidaridad global y cooperación". Bajo mi óptica (o la de Nietzsche), ello demuestra saber muy poco sobre la naturaleza de lo humano, pues deja fuera de la ecuación la voluntad de poder. Esa sociedad no existirá nunca.

502 · Me resulta curioso que un pensador riguroso como Zizek, que tantas veces ha mostrado la naturaleza camaleónica del capitalismo y su capacidad para apropiarse de las formas ideológicas que lo atacan (tan fácil como vender camisetas con la cara del Che), vea en esta crisis sanitaria, y a la que seguirá una crisis económica, el fin del capitalismo. Creo que se nos olvida a cuántas crisis sanitarias y a cuántas crisis económicas ha sobrevivido ya. Todo lo que "aprendamos" a lo largo de esta nueva crisis será, sin duda, susceptible de ser usado por el capitalismo para sus propios fines. Nadie está pensando realmente en la revolución. La gente sólo está pensando en cuándo se recobrará la normalidad.

503 · Aunque la crisis del coronavirus nos obligara a cambiar muchas cosas de nuestro modo de vida, eso no quiere decir que la relaciones de producción y consumo vayan a cambiar en lo esencial... Principios tan básicos como la propiedad privada seguirán estando ahí, y hechos tan obvios como que el capital y el poder permanece acumulado en ciertas manos...

504 · Más aún. Aún en el caso de que la crisis económica fuera tan bestia que terminara generando una verdadera revolución de las clases mayoritarias empobrecidas, y aun cuando esa revolución culminara y la sociedad entera se reorganizara de tal o cual modo, eso no haría del nuestro un "mundo mejor"; pues estoy completamente persuadido (por Nietzsche) de que la voluntad de poder seguirá estableciendo por doquier relaciones de dominación.

505 · A donde quiero ir a parar es a que la "libertad" siempre va a consistir en un habitar los márgenes de la sociedad, sin dejarse apabullar por la forma de vida dominante, con total independencia de qué forma asuma ésta. Por ello creo que el valor de lo que estamos viviendo ahora no debe medirse por sus "consecuencias", como si fuera un puro medio, tránsito o trance hacia una nueva y mejor sociedad, sino que debe medirse por su nivel de excepcionalidad, remarcando el carácter "festivo" de este concepto. Que la excepcionalidad consista en este estado de cuarentena y reclusión forzada es lo de menos, puesto que la "libertad" del ser humano no se desprende de ningún estado de cosas, sino de cierta actitud ante un estado de cosas cualquiera... Y tampoco debería asustarnos el que esté muriendo gente, pues gente muere constantemente por unos u otros motivos. Y es verdad que esta vez las muertes nos caen cerca, y que perfectamente podría tocarnos a nosotros o a cualquier allegado, pero tampoco eso deshace el valor de la excepcionalidad. La sensación de peligro forma sin duda parte de la experiencia.

506 · Cómo se ha gestionado la irrupción del coronavirus en Europa (o en Occidente en general) y cómo se está viviendo el actual "estado de alarma" ha puesto y pone de manifiesto la gran debilidad de nuestra cultura, patente en la debilidad emocional y psicológica de cada individuo. No estamos preparados para esto. La sociedad del bienestar hace de nosotros seres desacostumbrados de la verdadera dureza del mundo. Hace demasiadas décadas que toda catástrofe, las enfermedades, el hambre o las guerras llegan a nosotros sólo por televisión o Internet, sin que en ningún caso representen una verdadera amenaza para nosotros. Es por ello que estos días vengan acompañados de una extraña sensación de irrealidad, como si esto no pudiera estar pasando. Cuando hace poco más de un mes llegaban las primeras noticias sobre la llegada del coronavirus a Europa, al Norte de Italia y después a España, la gente no alcanzaba a verlo como una amenaza real, y ni los medios de comunicación ni los políticos encontraban razones para preocuparse, y por ello no se tomaron medidas que pudieran alterar el estado del bienestar. Y sólo cuando empezaron a llegar las muertes y los hospitales empezaron a saturarse, el pánico empezó a circular y empezaron a saltar las alarmas. Y después de dos semanas de confinamiento nos sigue pareciendo mentira, porque ya no es algo que estemos viendo por televisión. ¿Cómo es posible que haya ya hoy en Italia más muertos que en China?
Por su parte, una sociedad como China ha demostrado estos días ser más fuerte que la nuestra, no sólo económicamente, sino también emocional y psicológicamente, culturalmente. Será porque ellos viven siempre en un Estado totalitario que no tiene reparos en tomar medidas drásticas desde el minuto uno, porque nunca dieron rienda suelta al estado del bienestar y así están acostumbrados de otro modo a la dureza del mundo. Si hay que paralizar el país, se paraliza. Si hay que sitiar una región, se sitia. Si hay que recluir y aislar a la población, se la recluye y aísla... No lo tomaron a broma. No pensaron que fuera algo tan irreal. Actuaron con la contundencia que nos ha faltado a nosotros (en especial los italianos, que fueron los primero europeos en sufrir el ataque de irrealidad). Más allá del virus, es la sensación de irrealidad la que ha hecho estragos en Europa.

507 · Quizá, entonces, sí hay algo que los europeos (o los occidentales en general) vamos a aprender de todo esto: que la realidad a veces se impone, que existen las amenazas reales, que el mundo de verdad empieza donde acaba el televisor o la pantalla del móvil. "Os ha faltado vivir una guerra", le oí decir varias veces a mi abuela, y siempre he sabido que llevaba razón. La sociedad del bienestar debilita al ser humano, lo vuelve terriblemente vulnerable. Y eso es algo que sólo se hace patente ahora, cuando el estado de bienestar eventualmente se tambalea. Quizá para los adultos no vaya a significar tanto, pero creo que para los niños este estado de alarma representa una enseñanza ejemplar; porque tomamos como "real", sobre todo, aquello que vivimos durante la infancia, y así estos niños crecerán sabiendo que existen amenazas reales, y que el "estado de bienestar" es algo sólo circunstancial, que no le es esencial a la vida...

508 · Aún así, todo vaticina que no será para tanto realmente; es decir, que este estado de alarma no se prolongará mucho más allá de un mes o quizás un par de meses; y luego todo volverá a la normalidad (y si bien tendremos que acometer una crisis económica por el parón sufrido, creo que ésta se superará como cualquier otra crisis anterior). De hecho, que yo mismo esté pensando y escribiendo sobre este asunto del coronavirus en estos días, pone de manifiesto mi propia debilidad, mi propio miedo ante la situación que vivimos. ¿Pero acaso se trata de una amenaza tan grande? Si comparamos la proporción de esta epidemia con otras catástrofes, enfermedades o guerras que asolan cotidianamente otras partes del mundo, nuestra alarma es realmente irrisoria. Pero, está claro, no hace falta mucho para atemorizar a los europeos, por la simple y llana falta de costumbre. La muerte prematura de un europeo es un hecho excepcional y terrible. Para una mujer africana, acostumbrada a perder dos de cada cinco hijos, la muerte prematura no es ni mucho menos tan excepcional, y tampoco es por ello tan terrible... La nuestra es una cultura débil y miedosa.

509 · Podemos (en los medios de comunicación oficiales lo hacen) tomar todo esto en términos bélicos, como si estuviéramos enfrentándonos a una Guerra Mundial. Ello, por un lado, es síntoma de no haber vivido realmente ninguna. Por otro lado (que es a lo que voy), podemos observar el papel que están asumiendo en esta guerra las diversas potencias. Después de la Segunda Guerra Mundial fue EEUU quien demostró, junto a la URSS, su poderío (la presencia de la URSS dio lugar a la Guerra Fría, pero de eso ya nos hemos olvidado). Hoy, ante la actual "guerra" contra el coronavirus, es China la que está asumiendo el gran papel de vencedora, y ello a pesar de que el virus empezara allí. Precisamente porque el virus empezó allí, que debía ser el país más afectado por haberles pillado desprevenidos, su recuperación es tremendamente sorprendente. El modo en que, primero, han superado la epidemia, y segundo, han empezado a ayudar a otros países enviando mascarillas, respiradores y expertos, pone sobre la mesa ese poderío. China demuestra ante el mundo su superioridad con un puñetazo en la mesa (en la inauguración d e las Olimpiadas de Pekín 2008 ya hicieron alarde, pero era tan sólo simbólico; ahora su alarde es real, porque la realidad se hace patente cuando nos amenaza). Durante décadas las potencias occidentales han dejado la gran industria y la fabricación de productos en manos de los chinos (ya sabemos, el "made in China" que acompaña cada producto); esto sin duda está detrás de su gran  poderío a la hora de enfrentar la epidemia. No sólo tienen capacidad para levantar hospitales de un día para otro y de fabricar mascarillas para toda su inmensa población, sino también para seguir exportando a otros países (dándose el caso de que en Italia o España faltan mascarillas incluso para los médicos); porque en Europa hace décadas que no se fabrican mascarillas, ni tecnología, ni prácticamente nada. Todo se fabrica allí.
Todo lo asiático venía adquiriendo valor en Occidente en la última década. Muchos jóvenes europeos son fans de grupos de música surcoreanos, y eso hace 20 años era completamente impensable. Y como ésa, muchas cosas. Pero después de esta crisis lo asiático va a relucir ante nuestros ojos como sólo el Poder lo hace. Se acabó eso de mirar a los chinos con inferioridad. Ahora van a ser el ejemplo a seguir. Y no es un ejemplo precisamente anticapitalista. Es, posiblemente, la peor versión del capitalismo.
Creo que ése es el mayor cambio que vamos a vivir: el mundo bajo la hegemonía asiática.

510 · Me sorprende encontrar hoy parte de mis ideas en un artículo del filósofo surcoreano Byung-Chul Han: "En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa".
Y también respecto a la crítica que lancé hace unos días sobre Žižek: "Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta...".
Y más cosas: "A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La “gripe española” se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta. | En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas...".
Y más aún: "La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del 'me gusta', suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad...".
(Fuente: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html).

511 · El otro día escribía algo sobre la capacidad del capitalismo de apropiarse de las formas ideológicas que lo atacan. Creo que la inteligencia artificial de Facebook lo ha detectado, pues ha tenido la gentileza de ofrecerme en mi muro de noticias, como ejemplo, la siguiente publicación de la entidad bancaria BBVA: "La situación que vivimos es excepcional y, para el monje budista Matthieu Ricard, conocido por ser el hombre más feliz del mundo, 'hay que poner el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas como prioridad'. Hace falta 'una economía de cuidados, al servicio de la sociedad, y no una sociedad al servicio de la economía'.”, a lo que seguía un vídeo del monje hablando de todo esto. Es la contradicción y el cinismo sin tapujos. Es la "razón cínica" por antonomasia (Sloterdik).
Para mí, la reflexión crucial sobre ello parte de la siguiente pregunta: ¿cómo se puede ser tan descarado?; y parte también de la observación de que, en efecto, de hecho, se puede. Se puede ser tan descarado, y la cosa funciona. La pregunta crucial es, entonces: ¿en qué se sujeta esa posibilidad? ¿Qué hace posible semejante descaro? ¿Qué hace posible la "apropiación indebida" que el capitalismo hace de cualquier forma ideológica?
Ante este asunto, lo más importante es advertir que esas "contradicciones" del capitalismo, que le hacen parecer una especie de "sistema paradójico", no son del capitalismo. Los discursos que objetivan el capitalismo de ese modo lo hacen parecer como una especie de entelequia imposible, como un cuadro de Escher en el que estuviéramos atrapados, como si fuéramos constantemente engañados por un fantasma que nos trasciende. Lo que yo creo es que las contradicciones y paradojas que atribuimos al capitalismo están perfectamente integradas en los individuos a través de sus ideologías. Ninguna ideología posee una base racional y, por ello, ninguna pueda aspirar a una corrección lógica completa (prueba que no superan ni tan siquiera las matemáticas). Ninguna posición ideológica es consistente respecto al modo de vida en que se integra. El anti-capitalista que compra en grandes almacenes y consume productos de multinacionales, refugiándose en la idea de pertenecer a la "clase obrera", para quienes están destinados esos productos y esos grandes almacenes. O el ecologista que no repara en tomar un avión, y se refugia en la idea de que el problema no debe atajarlo él individualmente, sino los Estados... Todos tratamos de justificar nuestros actos en base a ciertas premisas ideológicas, y sólo gracias a ello podemos dormir. Pero cualquiera que indague un poco más allá, verá que toda justificación es vana, que su ideología carece de fundamento, y que uno no hace más que contradecirse. En lo más profundo de nuestras acciones siempre deberíamos hallar al animal pulsional e irracional que nos gobierna, y que nos empuja sin remedio hacia la contradicción.

512 · Lo que quiero decir con lo anterior es que las contradicciones y el carácter paradójico no es algo propio ni exclusivo del capitalismo, sino que es propio y exclusivo de la vida humana, por cuanto estamos obligados a vivir bajo el ensueño ideológico, esto es, bajo la gratuidad de ciertos símbolos, ritos, valores..., que de hecho condicionan el uso de la razón. Diríase (atendiendo al optimismo ilustrado) que la razón es la única herramienta útil para despertarnos del ensueño ideológico; pero olvidamos entonces que la razón siempre se desenvuelve en los términos de un sistema ya ideologizado. No se puede hacer un uso no ideológico de la razón, porque todo uso de la razón va a integrarse en una determinada forma de vida, y encuentra su justificación en ella. Es la forma de vida (arbitraria y gratuita) la que sirve de justificación a la razón, y no al revés. Y, en efecto, si nos proponemos usar la razón para escrutar nuestra forma de vida y desenmascarar nuestra propia ideología, topamos de bruces contra el límite: la razón no puede devastar su propio fundamento sin desintegrarse, y tal fenómeno se manifiesta como paradoja: lo paradójico no es ni será nunca el capitalismo ni ninguna otra forma de vida, ni tampoco lo somos nosotros mismos; lo paradójico siempre se limita al discurso racional que se vuelve sobre sí mismo (haciendo alusión aquí a la fórmula de Russell para entender lo paradójico como "autoreferencia"). Así, cuando, desde las entrañas de una forma de vida capitalista, hacemos un análisis racional profundo del capitalismo, lo que obtenemos son siempre paradojas que erróneamente atribuimos al capitalismo; pero en verdad ello no dice nada sobre el capitalismo, sino que más bien se muestra en ello algo sobre los límites de la razón y sobre el carácter ideológico de su uso.

513 ·  Cientos de artículos estos días insisten en que el coronavirus está "desnundando" el neoribelarismo, mostrando sus graves fallas especialmente en materia de sanidad: la tendencia de los Estados a privatizar la gestión de los recursos sanitarios está poniendo en riesgo a un amplio sector de la población, y ante la falta de recursos públicos, los Estados dejan de cooperar entre sí y se encierran en sí mismos con sus recursos (cuando la crisis empezó, potencias como Alemania, Francia o Inglaterra prohibieron enviar material sanitario a otros países, incluidos los países europeos en los que la epidemia empezaba a propagarse); si parte de la vanagloria neoliberal estuvo siempre en la apertura de fronteras para fomentar el libre tránsito, los países europeos se han encerrado en sí mismos para proteger sus propios recursos. Toda esta crítica es, en efecto, sensata y pertinente: las políticas neoliberales muestran su ineficiencia ante circunstancias como las que vivimos. Ahora bien, lo más sorprendente es que, en la mayoría de los artículos donde se expone esto, el contraejemplo a la ineficiencia neoliberal es la eficiencia del gigante asiático, como si, en efecto, su "pseudo-comunismo capitalista" o su "pseudo-capitalismo comunista" fuera el modelo a seguir. O bien se hace extensivo a toda esa mentalidad del extremo oriente (confucianismo), como hacía Byung-Chul Han, que da lugar a individuos muy disciplinados y muy bien dispuestos a ceder sus libertades en pos de la colectividad...
Claro que todo esto surge en medio del terror ante la epidemia que se propaga, es decir, en medio de estos tiempos de excepcionalidad. ¿Y no serán este tipo de opiniones parte integrante de esa excepcionalidad que vivimos? Pues me pregunto hasta qué punto se hará extensivo el elogio hacia lo asiático y particularmente hacia China más allá de esta crisis. Hasta qué punto quienes escriben esos artículos o emiten esas opiniones estarían dispuestos a defenderlas como modelo para la vida normal, cuando todo esto se haya superado. No sé hasta qué punto se han parado a pensar lo que eso supondría... Yo sólo digo que quien siembra lluvias, recoge tempestades.

 514 · Es un momento propicio para observar cómo se propagan las ideologías. Y cuánta irracionalidad hay detrás de ellas. Pero tampoco esto serviría de nada: también la observación está mediada ideológicamente.

515 · Desde mediados de enero se venían oyendo en España noticias sobre el coronavirus en China. Hacia mediados de febrero empezaban a oírse noticias que afectaban a países europeos (cancelación de eventos internacionales y cosas así). Para finales de febrero y primero de marzo, el coronavirus ya era una realidad en Italia y empezaba a serlo en España. Y aunque el Gobierno de España anunció medidas para el lunes 9 de marzo (se iban a cerrar los colegios), el domingo 8 de marzo, día internacional de la mujer, se permitió celebrar la manifestación y, en general, se permitieron todo tipo de eventos colectivos: partidos de fútbol, mítines políticos, misas, conciertos, etc. La "alarma" aún no se había propagado en España. Aún así, con la información a la vista, yo en ningún momento juzgué prudente el acudir a la manifestación (a la que fueron varios amigos y familiares) o a ningún otro evento; es más, aconsejé a mi madre y a varios amigos el que no fueran a esa manifestación y que evitasen juntarse con demasiada gente. Simplemente porque las noticias sobre la propagación del virus ya estaban ahí danzando desde hacía más de un mes. Ahora la gente dice que el Gobierno debió haber actuado antes y tal y cual, y probablemente es cierto, pero mi reflexión es la siguiente: la gente refugia su estupidez en el paternalismo del Estado. La gente es estúpida por ir a la manifestación, al fútbol o a misa, porque la información sobre el virus estaba ahí; pero como el Estado no había prohibido nada, pues la gente va, porque es incapaz de tomar decisiones por sí misma.

516 · Y hay quien puede decir que no todo el mundo tiene el mismo acceso a la información y que no todo el mundo tiene el talento o la prudencia suficiente para adelantarse a los acontecimientos, y que está bien entonces que exista un Estado que vele por ellos. Ya. Mi idea entonces es que la propia existencia del Estado proporciona una falsa sensación de seguridad. Porque está claro que el Estado tiene intereses mucho más allá de la salud de unos cuantos individuos. Si los Estados europeos han tardado en tomar medidas, es porque no estaban dispuestos a parar la economía antes de lo necesario. Y era lógico pensar que así sería. Lo que quiero decir es que el Estado quiere hacer las veces de padre, y los ciudadanos buscan en él un refugio. Pero, en mi opinión, es mejor no tener padre que tener un mal padre. Y el Estado es un mal padre.

517 · Hace unos años, un buen amigo publicaba el siguiente texto en su muro de Facebook: "A mí lo que me da miedo es que las máquinas no nos dominen, que no caiga un meteorito o que no haya un holocausto. Me aterra es que no pase nada y todo siga así". Pues aquí lo tenemos. A ver qué hacemos con ello ahora...

518 · En apenas 1 mes de crisis del COVID-19 empiezan a circular por Internet anuncios de los ecologistas dee las grandes virtudes de este parón. Que si los osos panda se aparean en el zoo, que si los animales salvajes se acercan a las ciudades, que si ciertas especies en peligro de extinción reaparecen en escena, incluso que el hielo de los polos empieza a recuperarse... Sea esto verdad o sea mentira, estos anuncios son muestra de la tremenda estupidez humana. Los estúpidos ecologistas, por supuesto, quieren hacer ver a los demás los grandes beneficios ecológicos de frenar las máquinas productivas, lo cual es de una obviedad tremenda. Pero, ¿de veras basta con unas semanas de frenada para que todo empiece a arreglarse? Si es así, ello solo es muestra de que el problema no es entonces para tanto, de modo que su mensaje resulta contraproducente. Ese mensaje no puede invitarnos a seguir frenados, sino que tiende a eliminar nuestras preocupaciones...

519 · Ultimamente me aparecen en RRSS anuncios de cursos on-line dirigidos a artistas y destinados a "potenciar tus ventas"... Y me dan escalofríos. Me parece repugnante. Asqueroso. Vergonzoso. Me dan nauseas... Quienes organizan esos cursos y quienes asisten a ellos, me parecen a mí lo más rastrero: quienes convierten lo más sagrado en mercancía. Todo es culpa de la "profesionalización" del arte. El artista como un currante más. El arte como un producto más. Todos los artistas se quejan de que deberían cobrar por lo que hacen. Y a mí me resulta ridículo: el verdadero artista es, para mí, aquel que hace lo que hace porque no podría no hacerlo. Para mí el arte es aquello que no tiene más función que SER. Aquello que surge de una necesidad ignota y que produce una satisfacción impagable. Para mí el arte no tiene precio ni debe tener precio. Yo jamás haré arte por dinero. JAMÁS. Y eso no quiere decir que no acepte el que alguien venga y me pague por presenciar lo que hago o por adquirir algo que yo he hecho, o que me pague por hacerlo. Si alguien quiere pagar, que pague. Y yo agradecido. ¡Pero yo nunca lo haría por eso! Lo haría de todas formas, me pagaran o no. ¡No podría no hacerlo! ¡No podría dejar de hacerlo! Y cuando lo hago nunca estoy pensando en venderlo. Nunca. Hago arte sólo por que quiero y por que puedo, con el querer y el poder más puro y cristalino que conozco. ¡Hacerlo es el pago! Extasiarme en el proceso creativo, perderme en los confines de mi imaginación, jugar, jugar, jugar en el sentido más gratuito e inocente, como el niño que juega porque quiere y porque puede. Querer y poder. Eso es para mí el arte. Y el que lo convierte en un oficio, el que necesita vender y hace para vender, el que convierte el arte en mercancía... Ése es el enemigo de mi religión...

520 · Ha llegado un punto el que uno (yo) no puede ser sincero con los demás; a penas con nadie. Sólo un par de amigos pueden entender mi posición sin pensarla un disparate: mi desapego hacia todo esta sociedad de gente mediocre y para gente mediocre, que quieren imponer su mediocridad a todos, como si todos fuéramos mediocres. Y resulta que, el que no es mediocre, el que tiene talento, inteligencia y orgullo, se vuelve mediocre cuando acepta el éxito que los mediocres le otorgan. El rey de los mediocres es rey en medio de un fangal. Y si yo no puedo ser sincero más que con esos dos amigos, y si sólo puedo ser sincero en este texto, es porque la mentira se ha vuelto ya parte de mi forma de lidiar en esta selva y de ganarme la vida. Cuando uno vive cerca del fangal, debe aprender a moverse en el fangal. Yo debo vender mis cosas en el mercado, y para ello debo disfrazar mis cosas para que reluzcan como manzanas. Me he formado entre los mediocres para ser un intelectual y un artista profesional (mediocre). Eso quiere decir que yo debería escribir textos intelectuales y crear obras profesionales (mediocres). Y lo que caracteriza a esas obra y a esos textos es que pretendan aportar, contribuir a la intelectualidad y a la cultura (mediocre). Deben parecer útiles para hacer de éste un mundo mejor. Obras, reflexiones y críticas relevantes e interesantes; pero relevantes e interesantes para los mediocres. Sí, eso sé hacerlo. Puedo hacerlo. Pero yo ya sé que no son relevantes ni interesantes más que para esta sociedad de los mediocres. Yo ya sé que mis textos y mis obras no harán de éste un mundo mejor, ni servirán para nada. Porque no hay nada que hacer. Porque el mundo es un caos dionisíaco. Y no va a dejar de serlo nunca. Ya no practico el arte ni la intelectualidad por la razón que ellos creen. Sólo lo hago porque me satisface. Y puedo tratar de escribir textos que a ellos les resulten interesantes y obras que les resulten interesantes, pero ya lo hago solo para engañarles, para aprovecharme de ellos, para sacar algo de ello. Como el que va a cazar y necesita engañar al antílope. Eso no es, para mí, ni arte ni intelectualidad reales. Cuando escribo un texto para ellos, cuando hago una obra para ellos, no es más que un hacer práctico. Lo hago porque sé y porque me sirve para seguir tirando. Pero el verdadero arte ahora es, para mí, aquel que no podría salir de mi habitación. Lo que hago porque quiero y porque puedo. Gratuito e inocente. Sin sentido. Sin valor más que para mí. Y lo mismo con la intelectualidad. La verdadera intelectualidad es la conversación sincera con esos dos amigos, o este texto que no aspira a nada, y que jamás hará ningún bien ni ningún mal a nadie; y que jamás podría ser publicado ni vendido. Estoy persuadido de que no tengo que cumplir ningún rol en este mundo, menos aún en esta sociedad. No he venido aquí para aportar nada útil para esta sociedad que desprecio. Sólo debo serme útil a mí y a mis allegados; nada más. Ser feliz en la medida que pueda. Nada más. Vivir bien, lo mejor que pueda, y morir cuando me toque. "¡Pero vives en sociedad!", dicen. Pues no. No nos confundamos. Vivo rodeado de esta sociedad como el que vive rodeado de selva. Debo adaptarme a muchas condiciones impuestas por la sociedad, como la selva obliga al selvático a adaptarse a ciertas condiciones. Coexistimos en el mismo espacio. Eso no puede obligarme a formar parte de esto. Yo no contribuyo. No sigo sus cauces. No me dejo engañar por sus fines y sus metas. No me importan sus críticas. Y si me cuido de que piensen mal de mí es solamente porque necesito engañar a los muchos para moverme entre ellos. No me cuesta nada dedicarles a los mediocres gestos complacientes; es parte de mi forma de moverme aquí. "¡Eres un falso!", diría cualquiera. Sí. En efecto. Y a mucha honra. Maestro del disfraz...

521 · Porque, de hecho, si nos limitamos a criticar lo mal que gestionan los políticos, lo absurdo, lo injusto y lo infame que es todo... Tiene un tinte victimista, como si fuera responsabilidad de otros el que nosotros encontremos nuestro lugar... Cuando pensamos a esos otros, a la entera sociedad, como un puro contexto, entonces uno empieza a tener claro que éste no está ahí para complacernos, como la selva no está para complacer a los seres que la habitan; pero al mismo tiempo tiene todo lo que necesitamos... El contexto impone ciertas condiciones, y uno, autónomamente, puede lidiar con ellas y posicionarse... Ponerse en manos de los políticos y, en general, confiar en la sociedad, es ingenuo. No veo posible que millones de personas, la mayor parte de ellas estúpidas, hipócritas y egoístas, vayan a organizarse del modo que a mí o a ti nos resulte óptimo... Nada en la historia humana indica que eso pueda suceder...

522 · La sociedad no es un lugar de encuentro abierto al diálogo democrático para su autogestión. No. La sociedad es el campo de batalla de una variedad indefinida de intereses, y la democracia suscribe tu derecho a que tu estupidez te lleve a defender el interés ajeno.

523 · La filosofía crítica debería comenzar siempre por su auto-crítica. Para juzgar un paisaje, uno debe comenzar por limpiar sus gafas.

524 · ¿Y si un ser superior nos dijera, sin miedo a equivocarse, que toda nuestra inteligencia está en el lugar equivocado, que todo lo que damos por cierto es una barbaridad, y que solo nuestra locura se acerca un poco a la verdad de las cosas? Pues eso es lo que nos diría cualquier ser humano del futuro si pudiera viajar hasta nuestra época. ¿No les diríamos eso nosotros a nuestros antepasados?
Y la cuestión es si no puede uno anticiparse para, al menos, no ir de listo...

525 · (Extracto de una conversación en Facebook). Lo que no entiendo de vosotros, amigos de la izquierda, es que confiéis en la democracia, es decir, en la posibilidad de construir una concordia con esta gente tan estúpida y tan cerrina de la extrema derecha española. España está dividida, desde el pueblo a las más altas instituciones, y van a pasar siglos hasta que eso cambie. Y eso solo es una parte de la ingenuidad de la socialdemocracia: la de creer que es posible una reconciliación pacífica con el fascismo. La otra parte tiene que ver con el capitalismo, con los poderes políticos VS. los poderes económicos. Rápido se olvidaron las enseñanzas de la teoría marxista, según las cuales el poder político es superestructural, de modo que está subyugado al poder económico. De nada sirve la política si el objetivo es derrocar al capitalismo. Puedes ganar las elecciones y nacionalizar las empresas, pero en ese momento los grandes capitales se van y te quedas en la ruina (como ocurrió en su momento con Cuba). Y luego está la tercera ingenuidad del socialdemócrata, y es pensar que realmente la historia se dirige por sí sola hacia un mundo mejor, gracias al progreso; y que llegará sin necesidad de luchar ni de sacrificar nada, a golpe de urna, como quien dice a golpe de "like". Se parte del absurdo y pseudoreligioso supuesto de que la concordia es efectivamente posible en esta humanidad compuesta por miles de millones de almas; y que no sólo es posible, sino que además nos fue prometida. No se tiene en cuenta que el ser humano es un bicho terriblemente peligroso, egoísta y cruel, cuando no cobarde e hipócrita. Vais todos en un barco que se hunde, dirección a ninguna parte, obnubilados con los frutos de la ciencia y del progreso, dormidos en los laureles del consumo, temerosos de cualquier cambio que amenace vuestro bienestar (y el COVID-19 como magnífico ejemplo), representantes de la más mediocre y débil forma de vida. Mientras tanto, yo miro por mi ventana, vaciada ya de sueños estúpidos, y me regocijo de no estar entre vosotros: de no votar, de no creer, de no abrir la boca más que para insultaros, a ver si alguno, un poco más listo, espabila y se viene conmigo, a este lado de la ventana.

526 · (Extracto de una conversación en Facebook). En tu post hablas de "la gente que nos ha puesto a estos mequetrefes en el gobierno", eludiendo así toda responsabilidad, culpando a otros de lo que a ti te molesta; y a eso yo lo llamo "victimismo". Porque eres tú mismo el que aceptas vivir en "democracia", es decir, vivir con el lastre de toda esa gente a la que culpas (bien por ser estúpida o bien sencillamente por pensar diferente que tú), y lo legitimas cada vez que vas a votar. La "culpa" de que esos tal y cual estén ahí también es tuya. Juegas al juego democrático con la mano derecha y lo rechazas con la izquierda. Y eso no es muy coherente. Yo soy anti demócrata porque me resisto a convivir con el lastre de tanta estupidez, y no les sigo el juego. Puedes decir que con el voto se pueden cambiar cosas, pero lo que verdaderamente haces es legitimar a esa gente. Yo me salgo del juego por la izquierda, pero me salgo. Esos mequetrefes a mí no me gobiernan. Para mí vuestra sociedad es como la selva que me circunda (un espacio que impone sus condiciones, entre hostil y lleno de oportunidades), y los devenires de la política son como el clima... Te lo planteo como una opción.

527 · Últimamente he tomado contacto con dos o tres textos de poesía contemporánea, escritos por personas cercanas para mí, pero distantes entre ellas. Me sorprende comprobar entonces que hay algo que los tres poetas comparten, que es cierto uso de largos espacios en los textos, renglones que empiezan a diferentes alturas o con diferente tabulado... Es decir, ponen atención y cuidado en el aspecto que el texto presenta sobre la página, desde el punto de vista puramente gráfico. Ante ello me surge inevitablemente la siguiente reflexión: no escriben tanto para la "lírica" como para la "lectura". La poesía tradicional ponía su atención, por encima de todo, en la métrica y la rima, en el tempo, en el fluir rítmico de los acentos y las sonoridades. Estos poetas contemporáneos pueden poner cierta atención en ello (en la métrica y la rima no, desde luego, en el fluir de ritmos y sonoridades, un poco más), pero a la vista queda que su atención está más, por un lado, en el sentido de lo que dicen y, después, como he dicho, en el aspecto que recibe el poema sobre la página (por ejemplo, era para ellos importante que un poema cupiera entero en una página, sin pasar a la siguiente, y era importante que los versos largos no saltaran de renglón, porque rompe la estética visual del poema...). Para ellos, por tanto, la poesía es una arte más pictórico que musical, y ello choca frontalmente con la idea que yo he tenido y tengo de la poesía. Lo que espero de una poesía no es sólo una sucesión de imágenes (de sentidos) estimulantes, sino también un fluir y una sonoridad determinadas, que introduzcan mi espíritu en cierto devenir. La poesía, para mí, debe leerse en voz alta o, al menos, debo imaginar cómo suena en mi cabeza, y mi mente se recrea en ello. Para mí, a parte de literario, es un arte musical, y en tal sentido importa muy poco el aspecto que presente sobre la página (al igual que poco importa el aspecto de una partitura, pues lo importante es que sea clara y sea capaz de guiarnos en la interpretación de los sonidos y los tiempos). En algunas ocasiones, dejar largos espacios entre palabras o jugar con las tabulaciones puede estar indicando algo sobre cómo leer tales versos en un sentido temporal y sonoro, pero no siempre es así, y además es algo que alguno de estos poetas me ha referido directamente: "lo hice así por razones estéticas, porque me gustaba cómo quedaba en la página" (sin hacer referencia a nada que tuviera que ver con su sonoridad). Me pregunto en qué momento la poesía fue abandonando su conexión con la música para aproximarse a la estética gráfica y pictórica.

528 · Hay una avalancha de memes sobre los beneficios de leer, la importancia de fomentar la lectura, si lees estás salvado. Pero, ¿leer qué? Eso no parece importarles. Olvidan entonces que también hay libros malos, que la gran mayoría de los libros que se publican son estúpidos, superficiales, mal escritos, sobresaturados de valores mezquinos... Leer estos libros es peor que consumir tele-basura, pues lo que leemos se fija en nosotros con mayor presión que lo que televisamos.

529 · Desde los círculos culturales se critica mucho la tele-basura. Pero no se dice nada de la bíblio-basura. 

530 · Lo peor del lector de basura es que además es pretencioso. Se cree culto y superior por el hecho de leer. He visto en RRSS a algunos vanagloriándose de leer 3 o 4 libros semanales. Cerebros de chorlito.