WANDERER

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2021


531 · Preferiría morir en la batalla de las Termópilas, antes que sobrevivir a un trámite de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. 

532 · De cuantos intelectuales campan por el mundo, los críticos de arte y los estetas son sin duda la peor especie, los más engreídos y, a la vez, los más superfluos; y cuanto más resabidos son, cuanto más eruditos, cuanto más "filósofos", peor, pues entonces se hace ineludible que son unos hipócritas, falsos y fariseos. Tamaña verborrea la de aquellos que despliegan sus discursos para hablar de lo que sabemos (y saben) inexpresable. Tamaña estupidez la que pierde el tiempo (su tiempo y nuestro tiempo) intentando clarificar con palabras la obra de arte, que es lo único inmediato y claro de cuantas cosas son arrojadas a la existencia. Tamaña osadía la de quien pretende reducir a su propia visión e idea la inagotable esencia de las obras; o la de quien juzga lo que está tan por encima de sí... Un lamentable bla, bla, bla, más lamentable cuanto mejor hecho está, pues más reluce el talento que se ha desperdiciado. ¡Pero qué altivos y orgullosos se les ve sentados en sus cátedras! Mas no olvidemos que todo esto ellos lo saben, no porque se les haya ocurrido, por cierto, ¡sino porque lo han estudiado!, y ahí reposa toda su bajeza. Saben muy bien que su cátedra se asienta en un fangal - y desde ella dirigen un coro de sapos. 

533 · Pocas veces cae más en ridículo un intelectual que al vanagloriarse de no sé qué gallardía propia de su gremio, aludiendo a esa tal "aventura del conocimiento", a los "peligros del pensar", al "riesgo de leer un libro" u otras tonterías del estilo. ¿Realmente se creen intrépidos aventureros? "Héroes de la cultura" se llaman a sí mismos, y deben sentirse como Aquiles, hechos de bronce. Precisamente ellos, que expresan tales cosas siempre desde el confort de su escritorio, pálidos como las hojas de sus libros, delicados ratoncillos de biblioteca... Sin duda es un insulto para cualquiera que se haya visto inmerso en una verdadera aventura, que haya sobrevivido a una guerra o muerto en una batalla, que se haya perdido en el desierto, la selva o la alta montaña, cruzado el mar en patera, enfrentado a la crudeza y violencia del mundo en cualquiera de sus variantes, hambre, sed, frío y otras calamidades... Y desde luego que es también un insulto para aquellos intelectuales que vivieron otras épocas, en las que sí había hogueras para quemar ideas peligrosas alojadas en cuerpos valientes. Pero hoy por hoy, en esta sociedad de chichinabo, ¿qué es lo que arriesga el intelectual? ¿Cuál es el peligro? Aluden entonces a no sé qué profundidad, al peso de no sé qué conciencia, a no sé qué soledad, al terror de no sé qué abismos metafísicos... ¡Todo pura metafísica! ¡Mírales ahí, tan serios con sus ceños fruncidos, sus gestos y tonos graves incluso ante lo que saben risible, sus poses de sabios legendarios y héroes del bienestar! Viejos guerreros en calcetines...

534 · Intelectuales, artistas, científicos..., todos tienen el deseo de contribuir a su cultura y de participar así en la historia universal. Y por ello mismo aman la historia, adoran sus hitos y adulan a sus protagonistas. Contribuir, contribuir, contribuir... Pero, ¿a qué contribuyen realmente? Al progreso -dicen orgullosos-, y deben pensar entonces que guían al resto hacia un mundo mejor. El científico, hacia un mundo más próspero, confortable y saludable; el artista, hacia un mundo más bello y más ético; el intelectual, hacia un mundo más sabio y más consciente... Creen así ser los buenos pastores del rebaño, pero no lo son, por supuesto (ni buenos ni pastores). ¡Son sólo las ovejas que, por azar, caminan a la cabeza del tumulto! Mas no pensemos que por eso saben hacia dónde van. No, no y tres veces no. Como todas las ovejas, andan con su ocico a ras del suelo, con el deseo puesto siempre en llegar a prados más frondosos. Deseos de ovejas. ¿No os dais cuenta de que solo avanzan las que ya tienen el buche lleno de pasado y de presente, y que por eso están ya ansiosas de futuro? Ovejas sin pastor en tierras de acantilados.

535 · En general, entre un ciudadano medio de izquierdas y otro de derechas, las únicas diferencias se manifiestan al nivel del discurso, esto es, en las opiniones que eventualmente se expresan, por supuesto también a la hora de votar en una elecciones, y posiblemente haya también algunas diferencias estéticas referidas a la indumentaria o a ciertos gustos en el consumo del ocio; pero poco más, a penas sí reconoceremos alguna diferencia al nivel más esencial de su forma de vida: ambos viven prácticamente igual. Es decir, ambos se posicionan ideológicamente en lugares contrapuestos, pero se comportan cotidianamente de manera harto similar: trabajan para ganar dinero y consumen cosas en base a su nivel de ingresos, se ocupan de sus propias cosas y las de su familia, etc. Este hecho es realmente significativo cuando lo pensamos a través de la proclama: "dime cómo vives y te diré cómo piensas", pues entonces advertimos que la elección entre ser de izquierdas o ser de derechas es tan trivial y tan superficial como la de ser de un equipo de fútbol o ser de otro. La gente de izquierdas puede sostener un discurso de apoyo y solidaridad con el pueblo palestino, por ejemplo, mientras que la gente de derechas puede expresar su simpatía por el Estado israelí, pero unos y otros (viviendo aquí en España, sin contacto directo con el conflicto) no hacen NADA que influya en el conflicto: más allá de sus opiniones, si observamos solo su forma de vida, descubrimos que tal conflicto les es a todos ellos igualmente indiferente. De hecho, por poner otro ejemplo, conozco a personas de derechas que son médicos o profesores en el sector público, y conozco también a personas de izquierdas que son empresarios (con trabajadores a su cargo a los que sustraen la "plusvalía"). ¿No es ello irónico? En su modo de vida, en su hacer diario, yo diría que se han cambiado los papeles, que son más de izquierdas algunos que se declaran de derechas y más de derechas algunos que se declaran de izquierdas... Párense a pensarlo bien.

536 · No te olvides de la belleza del mundo cuando las tinieblas enturbien tu mirada. Hay una belleza incluso para el dolor. 

537 · ¡Qué pereza! Otra vez el intelectual hablando de una obra de arte. Otra vez de la misma obra maestra de la que ya tantos han hablado, y de la que tantos hablarán. No dice nada nuevo. Y, por supuesto, no dice nada que no exprese ya la obra por sí misma. Se afana, eso sí, en producir un discurso elocuente, que lo haga parecer inédito e interesante. Que le haga parecer inteligente (porque de veras lo es - ¡cuánta inteligencia malgastada!). Por su tono, uno diría que el tipo ha llegado a comprender la obra, sin duda, y que ha llegado a desvelar su esencia. Y debe hacer creer entonces que ha llegado hasta su altura. ¡Majadero! ¡Apenas sí le llegas a la suela de los zapatos! Esa es la vanidad del intelectual: creer (y hacer creer) que su labor es encomiable. Sin eso estaría perdido. 

538 · Donde haya un rey, debe de haber siempre también unos súbditos. Y son estos, por supuesto, los culpables de su realeza. Y con el intelectual pasa lo mismo: él siempre reina entre sus seguidores. Sabio famoso; nube de moscardones. Entre zumbidos y elogios se multiplica su petulancia.

539 · El intelectual y crítico de arte suelta su bla, bla, bla, lleno de retórica y de convencimiento, tratando de hacer explícito el sentido de un bello cuadro pintado hace siglos... Ante el cuadro mi mente se llena de ideas. Pero ante el texto del intelectual solo una cosa se me ocurre: ¡Porque tú lo digas! ¡Porque tú lo digas!

540 · Dice un amigo mío intelectual (en respuesta al comentario anterior), que no es así, que "el contexto, el paradigma y las interpretaciones son parte fundamental de la lectura de una imagen". No, no y tres veces no -respondo yo-. Todo eso forma parte de la lectura intelectualoide de la imagen. La cosa es si ello forma parte de la imagen en sí, si la imagen realmente se agota en esas lecturas intelectualoides, si se debe a ellas, y más aún, si yo mismo tengo que darles algún crédito para enfrentarme a la imagen, si necesito rendirme a la medicación de la intelectualidad. En una palabra, si es necesario intelectualizar la experiencia estética para que esta (la experiencia) tenga lugar. Me chirría la soberbia con la que el intelectual se apodera de la estética y suelta su veredicto acerca del sentido de las cosas (porque no hablo siquiera del afán historicista de reconstruir el contexto, lo cual está bien para quien le interese el historicismo; hablo del veredicto acerca del sentido). La historia de las interpretaciones de una imagen no es la historia de la imagen en sí (cuya presencia flota intacta en el tiempo infinito); el bla bla bla del intelectual traza la historia de la intelectualidad (forma parte de la historia de las ideas), y confundir ambas cosas es lo propio del intelectual, borracho de platonismo. El intelectual y crítico de arte puede decir lo que quiera sobre esta o aquella imagen, pero yo seguiré diciendo "¡Porque tú lo digas!", y la imagen seguirá hablando el TODO por sí sola. Aburrido estoy ya de los intelectuales, precisamente porque piensan que la imagen debe ser "leída", cuando no es así: debe ser VIVIDA. Y es que ni siquiera digo que la aproximación intelectualoide no sea posible, ni digo realmente que carezca de sentido: no tengo la soberbia de decirle a nadie cómo debe aproximarse a una imagen. Digo que esa es SU aproximación, pero no la mía. Es una aproximación posible, pero no es, ni mucho menos, necesaria.

541 · Intelectualmente hablando, no deberíamos fiarnos de nadie que no arroje piedras sobre su tejado, y hasta llegar a la demolición (es decir: hasta el silencio). 

542 · Sería absurdo negar en absoluto el valor del conocimiento (por ejemplo, conozco unas recetas de cocina maravillosas). Soy crítico con el papel que recibe el intelectual en nuestra sociedad y con el modo en que practica su oficio en las esferas profesionales e institucionales. Y en especial me repugna el rol del crítico de arte, pues sirve a la profesionalización, burocratización, industrialización de esa práctica que para mí condensa todo lo puro y lo misterioso de la vida humana, lo indescifrable, ante lo cual todo discurso es parloteo. Uno puede leer todos los libros del mundo y seguir siendo un mezquino. Uno puede no haber leído nunca nada y regalarnos una obra infinitamente misteriosa (como cualquier pintor rupestre...). El arte contemporáneo es, en efecto, un arte inscrito en la  tradición intelectual, mas lo que tiene de arte es lo que tiene de infinito y misterioso. Lo demás es paja mental. 

543 · Por otra parte, tampoco reverencio el arte contemporáneo, ni la historia de las ideas, ni la historia de la civilización en general. Me repugna nuestra civilización, y me repugna desde sus cimientos; y todo lo que contribuye a seguir alimentando al monstruo, me repugna. Y la intelectualidad forma sin duda alguna parte de su alimento (por no decir que es su alimento principal). Puedo afirmar desde mi caverna que toda la historia es un gran error. No tengo por qué venerar a todos esos "sabios" de la historia (ni a científicos, ni a filósofos, ni a artistas, ni a políticos...), pues todos ellos malgastaron su inteligencia por culpa de seguir dialogando con Platón (por mencionar al más insigne de los ilusos), o por seguir el ensueño mesiánico del progreso (que no es más que el devenir de la barbarie). Y si toda la historia de la filosofía ha de servir para algo, será el hacernos entender esto, por más que en ese gesto no haga sino traicionarse a sí misma (como expresó muy bien Schopenhauer). Nuevamente digo: sólo me fío del intelectual que tire las piedras sobre su tejado.

544 · Lo sé. Las piedras sobre el tejado de uno: eso representa para mí la honestidad de un cuestionamiento. Cuestionar al otro es fácil y estéril. El arte contemporáneo (si por ello entendemos el surgido con las vanguardias) mantiene una especie de optimismo en su "utilidad social" como herramienta crítica, con vistas siempre al tan iluso progreso. Yo no creo en el progreso como algo deseable. Por eso tampoco me parecen útiles los cuestuonamientos del arte contemporáneo. Y solo reconocería un valor conceptual en aquel arte contemporáneo que ponga en tela de juicio su propia utilidad. 

545 · Los artistas contemporáneos, ligados efectivamente al gremio de los intelectuales, llevan consigo la petulencia propia de quien se siente valioso e importante para la sociedad, para la política, para el feminismo o para cualquiera cosa. Y yo no lo veo así. Es más, a la larga sirven a lo contrario: dan a nuestra cultura su aspecto engañoso de "progresismo preocupado y moral", con sus buenos deseos de hacer de este un mundo mejor. Nuestra cultura se ve a sí misma como la fuente de toda esperanza para toda la humanidad, y se ve a sí misma de ese modo a través de los espejos creados por los intelectuales y los artistas, joyas de la corona cultural. Pero nuestra cultura, en su conjunto, es en verdad lamentable y monstruosa, y no progresa hacia ningún mundo mejor (nunca lo ha hecho), sino que únicamente transita entre formas diversas de barbarie. Los artistas e intelectuales son absolutamente cómplices de esa barbarie, siempre lo han sido y siempre lo serán mientras no revienten. Mi único objetivo es bajarme de la rueda de la infamia. 

546 · El intelectual defiende su patria (la intelectualidad) diciendo que siempre es mejor saber que no saber, que el saber no vicia, sino que enriquece. Mi respuesta es sí y no; porque la filosofía conduce, ciertamente, a la paradoja, y se disuelve en ella. "Mostrarle a la mosca LA SALIDA de la botella caza moscas", decía Wittgenstein que era el objetivo de la filosofía.

547 · Mi viaje y mi enriquecimiento a través de la filosofía ha consistido en llevar lo más lejos posible la crítica cultural, hasta comprender (gracias a las enseñanzas de pensadores como Nietzsche o Wittgenstein) que la propia tradición filosófica, la intelectualidad y la ciencia características de la civilización occidental, forman parte inseparable de toda la barbarie, la hipocresía y la mezquindad que también nos caracteriza. Y es que el "pensamiento crítico", si es llevado hasta el extremo de su propia auto-crítica, no supera la prueba -por decir asi-, a menos que se sacrifique a sí mismo en una pira. Por supuesto, está muy bien aprender y enriquecerse de lo que otros han pensado. Pero también hay pensamientos devastadores, enseñanzas que nos instan a tirar por tierra todas nuestras creencias, incluso las más arraigadas y edificantes, incluso las que te han llevado hasta donde estás (ya sabes eso de "arrojar la escalera por la que se ha subido", que escribió Wittgenstein). Leer a pensadores como Nietzsche o como Wittgenstein y seguir después confiando sin miramientos en la intelectualidad, en la cultura y en la historia solo puede ser, en mi opinión, síntoma de que no se les ha comprendido, o no se ha comprendido que lo que dicen va también con nosotros, que se trata de nuestra bajeza y de nuestra responsabilidad, que te están insultando a la cara, llamándote memo e hipócrita, ellos, a los que veneras, y que lo único que podrías hacer para escapar a su insulto es dejar de venerarles, renegar de lo que ellos representan y empezar a encontrarte a ti mismo por tu propio camino (como exigiera Zaratustra a sus discípulos). Y el intelectual podrá decir, desde luego, que hay muchos otros pensadores diciendo cosas a parte de Nietzsche o Wittgenstein... Evidente. El mundo está lleno de pensadores y escritores superfluos. Pero no es cuestión de nombres propios ni de pensamientos agenos. La crítica debe hacerla uno mismo, consigo mismo y CONTRA uno mismo. Al final, la batalla se lidia en los abismos del insomnio, cuando uno se confiesa a sí mismo sus impurezas. Poco a poco. Peligrosamente, pues se trata todo el tiempo de perderte a ti mismo. De juzgarte una y otra vez culpable, y de convencerte de que "DEBES CAMBIAR TU VIDA" (como concluye aquel poema de Rilke: "Torso arcaico de Apolo"). Leer es fácil. Ser un erudito es fácil. Salir de la botella cazamoscas no lo es (para ello lo primero es aceptar que estamos atrapados en ella)...

548 · Dice el intelectual que la reflexión filosófica ayuda a comprender el mundo en que vivimos y que es, por ello, necesaria. Yo pregunto en plan socrático: ¿necesaria para qué? Y respondo a la kierkegaard: necesaria para llegar a la conclusión de que NO es en absoluto necesaria...

549 · La tradición filosófica e intelectual es sólo una tradición, una costumbre, un juego de lenguaje ligado a una forma de vida particular que da sentido a esa tradición. Pero la tradición, fuera de su forma de vida, carece por completo de sentido. Han existido, existen y existirán muchas formas de vida para las cuales toda nuestra tradición filosófica e intelectual carece por completo de valor. El valor que damos a las cosas o a nuestras tradiciones es absolutamente convencional y relativo. Hacer apología de la intelectualidad es exactamente lo mismo que ser patriota, por ejemplo. Para el patriota, su patria posee gran valor, pero para el resto su patriotismo es absurdo y ridículo. Esto mismo se puede (y se debe) extender a cualquier otra tradición. La tradición intelectual solo tiene valor para quienes están atrapados en ella, como el patriota que está atrapado en su patriotismo. La intelectualidad, la reflexión filosófica o como queramos llamar a esa costumbre no es ni mucho menos necesaria en términos absolutos. Sólo lo es en términos relativos a sí misma en tanto que tradición. La defensa de la intelectualidad sólo es muestra de un rancio tradicionalismo. No hay nada de racional en ello; no hay ningún posicionamiento crítico. Es un mero amor a lo propio. Puro y ciego etnocentrismo. Es todo lo contrario a una auto-crítica rigurosa y honesta.

550 · Después de todo, entonces, sí debo darle al intelectual la razón en algo. Para quien esté atrapado en la tradición filosófica (en la botella cazamoscas) la única manera de salir es llevar la reflexión HASTA EL FINAL. Así que sí: estoy de acuerdo en que ellos necesitan seguir reflexionando. Pero recordemos que el acto de salir no puede ser ya reflexivo...

551 · El arte es una práctica ligada a lo más misterioso y profundo de la vida humana. Llamo "arte" a esos acto en los que el ser humano revela lo incomprensible de su propia vida. No tiene por qué haber, de hecho, una "obra". El arte aparece más claramente como rito. De hecho, podemos (y entonces debemos) apreciar lo artístico de cualquier acto cotidiano (algo que aprendimos bien gracias al "ready made", el "happening" y esas cosas; Allan Kaprow habla muy bien de esto): poner la mesa no es solo un acto utilitario ni es sólo una mera costumbre; es también un rito saturado de estética y de simbolismo, algo que hacemos cotidianamente pero que, en realidad, no comprendemos. En el poner la mesa están operado fuerzas ignotas a través de simbolismos extraños, y eso es para mí "arte", pues en efecto, el ser humano manifiesta en ello sus abismos. Así, no considero que unas prácticas humanas sean artísticas y otras no lo sean. TODA práctica humana es artística, en tanto que implica unas formas de hacer rituales y simbólicas que hablan de nuestra propia incomprensiblilidad. Para exponerme al arte no necesito, pues, ir a ningún museo; me basta con asomarme por la ventana.

552 · Y esto, entonces, me revela varias cosas: Primero, ¿qué papel podría cumplir un crítico de arte? ¿Qué tendrán que decir estos tipejos acerca de lo que, por definición, no se comprende? Por un lado, quieren hablar sobre el "sentido" de una obra de arte, y yo me parto de risa, porque, como he dicho, el arte es para mí justo eso que revela lo incomprensible, lo sinsentido que, aún así, sujeta la vida humana; y hablan del sentido de esta o de aquella "obra", pero ¿por qué no hablan del sentido de mi poner así o asá la mesa? Por otro lado, ya el colmo, juzgan la "calidad" de una obra de arte, como quien evalúa un coche o un frigorífico, ¿y por qué no evalúan el modo en que pongo la mesa? Mi conclusión es sencilla: el crítico de arte no sabe lo que el arte es. Desde luego no atina a hablar de lo que yo creo que es el arte. De la práctica que llamamos artística propiamente (del pintar cuadros, hacer música, bailar, etc.) el crítico de arte selecciona lo menos artístico, pues en efecto atiende sólo a lo que él comprende, en vez de atender al trasfondo incomprensible de esa práctica, a la pulsión simbólica que también late en el poner la mesa. Y entonces nos percatamos, sin lugar a dudas, de que el crítico sólo contribuye a la burocratización y mercantilización de esas prácticas llamadas "artísticas". La del crítico de arte es solo una profesión ligada a otras profesiones. Porque en otros tiempos y en otras culturas no había y no hay prácticas consideradas "propiamente artísticas", sino prácticas simbólicas unidas al rito religioso, al rito sexual, a los ritos de caza, a los ritos de la hora de comer..., etc., etc., etc., y por ello se manifiesta más bien en eso que llamamos "artesanía" (en la máscara tallada, en el vaso, el plato o el jarrón pintado, en los trajes o los movimientos de tal ceremonia...). En la antigüedad remota y aún en otras culturas (en peligro de extinción), EL ARTE ESTABA EN TODAS PARTES, y no en una suerte de prácticas seleccionadas, especializadas, burocratizadas, mercantilizadas... Esta es una de las cosas que me repugna de nuestra civilización y nuestra historia: el haber separado el arte de la vida.

Por otro lado está la "intelectualización" del arte, proceso unido a la intelectualización de la vida en general (proceso típico y propio de nuestra civilización y nuestra historia). El aparentar que todo puede ser explicado, que todo sentido puede ser revelado, que la razón y la intelección están aquí para sacarnos del mito y del rito, para deshacer toda superstición y llevarnos al "progreso". Y yo me descojono. Porque no nos damos cuenta de que la práctica intelectual es también una práctica ritual, porque la filosofía y la ciencia también se levantan sobre un mito (el mito del logos), y porque la creencia en el progreso es pura y dura superstición.

Por último, sobre la vinculación contemporánea (s. XX) de arte e intelectualidad: ¿qué podría hacer más daño al arte que eso, siendo el arte muestra de nuestra incomprensibilidad? La vinculación entre la intelectualidad y la práctica artística es abominable. De un lado, el uso del intelecto para explicar y juzgar el arte. De otro lado, el uso del arte para contribuir al intelecto y, con ello, al mito del progreso. Sendas equivocaciones.

553 · Ojalá pudiéramos amar como la nieve ama a las montañas, como los ríos aman a los valles,  o como las tumbas aman el silencio... 

554 · Un crítico de arte famoso e influyente lanza sus críticas contra un artista más famoso e influyente aún. El crítico considera que tal artista es un ridículo fantoche y se pregunta "hasta cuándo tendremos que aguantar esta farsa"... Y yo lo tengo claro: habrá que aguantarla mientras existan críticos de arte famosos e influyentes, pues son estos quienes lo han puesto ahí. El tinglado del arte es el tinglado del arte, para lo bueno y lo malo. Que se desmonte el mercado del arte, y dejará de haber famosos e influyentes artistas fantoches... Pero entonces también dejará de haber críticos de arte famosos e influyentes, sean fantoches o no (del que yo hablo, por cierto, no lo es), pues obviamente viven del mismo mercado... Si hay un mercado de hamburguesas, ha de existir entonces Burger King.

555 · En una ocasión (en algún parágrafo de este blog) hablaba sobre mi incapacidad de entender la paternidad, ya que no había sido padre aún; y también ponía sobre la mesa el hecho de que, a pesar de ser hijo desde siempre, tampoco podía decir demasiado sobre lo que significa ser hijo. Lo que quizá me hacía falta -razonaba yo entonces- era ser padre, no solo para entender qué significa la paternidad, sino también para completar desde ahí mi comprensión del ser hijo; pues entender el ser hijo (de un padre) debe implicar en algún sentido entender el ser padre (de un hijo). Es decir, que uno y otro deberían entenderse desde la relación completa padre-hijo... Bien, ahora, y contra todo pronóstico, soy padre. Ya sé lo que es tener delante a un hijo: un diminuto "yo mismo" que se resiste a ser propiamente "yo", pues tiende inexorablemente a ser "él mismo"; y esto es esencial. Porque ahora, pese a poder darle cierta significación a la paternidad, algo me impide situarme de nuevo en el lado del hijo, para entender propiamente SU ser hijo, como si yo hubiera pasado ahora a ser su negación -al más puro estilo hegeliano-, y ello me impidiera recordar lo que una vez yo mismo fui; pues, en efecto, ahora ya no soy el hijo del que de hecho soy padre, sino que el hijo es ahora "otro", él, mi hijo, el cual se presenta ante mí como un pozo insondable. Llego entonces a la idea de que no era suficiente con ser padre para entender por completo la relación padre-hijo, puesto que la paternidad me ofrece solo, nuevamente, una parte del todo, mientras que otra se me oculta, como dos caras de una misma moneda: el hijo y el padre como tesis y antítesis. Y se me ocurre pensar hoy que hace falta aquí todavía un paso más que culmine el movimiento dialéctico, una nueva experiencia que trascienda y comprenda en su seno y de una vez las experiencias anteriores, una nueva posición desde la que contemplar la relación padre-hijo con la distancia elevada y la calma que precisa toda verdadera comprensión. Esta es -imagino- la posición del abuelo. 

556 · También creo que la experiencia de ser madre es otra, tal que no se presta a semejantes derroteros de la imaginación reflexionante. A la luz del más ligero de los empujes del parto ha de volverse ridícula incluso la más honda de las pedanterías hegelianas. 

557 · Una sola gota de esa leche que brota milagrosa del pecho materno debería bastar para disolver, de una vez y para siempre, TODOS los problemas filosóficos. 

558 · Entre un padre y su hijo median un millar de milagros.

559 · El primer minuto de la vida es largo como una vida entera. El segundo minuto ya dura la mitad (media vida). Esta progresión explica por qué a medida que crecemos el tiempo se nos escapa de las manos. 

560 · El “éxito social” es la más vulgar de las tentaciones.




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